Gabriel Pereyra

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Escuelas públicas baldías de sueños

Maestros de contexto crítico cuentan que hay alumnos de sexto año que no saben leer ni escribir
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15 de junio de 2016 a las 05:00

Los gremios docentes se han ganado más de una vez la crítica generalizada de, al menos, quienes consideran negativo detener las clases, dar a los muchachos el ejemplo de que no trabajar está bien y tener escaso poder de autocrítica por los desastrosos resultados de la enseñanza. Pero así como es un error considerar el árbol sin tener en cuenta el bosque, no lo es menos a veces mirar el bosque y no detenerse en las singularidades del árbol.

En el contexto de una enseñanza que se cae a pedazos, hay algunos docentes que tratan de sostener las paredes como pueden, y lo hacen, en términos bélicos, en zonas de conflicto en todo el sentido de la expresión.

Ya una vez tuve la oportunidad de conversar con los maestros que trabajan en contextos críticos sobre los niños que odian las vacaciones.

Ahora, conversé con otros maestros que acuden cada día a donde caen las bombas y que piensan que cada día será el último, que no volverán, pero terminan volviendo porque hay algo más potente que los lleva hacia lo que consideran una obra al estilo Penélope: cada día comenzar de cero, o de menos 10.

Los maestros que van a estas escuelas de contexto crítico (en general los más jóvenes, pero no solamente) cobran unos 3 mil pesos más que el resto. Un maestro que recién comienza tiene un sueldo de unos 20 mil pesos.

Pero quienes tienen varios años en la profesión aseguran que escuelas que están en barrios periféricos pero no necesariamente "de contexto crítico" ya viven realidades que hace 10 años eran impensadas. "Entré a una de ellas, una escuela que era divina, y me encontré con decenas de muchachos subidos a los árboles revoleando la túnica, y de ahí para arriba. Se pudrió el ambiente", dijo un maestro que, como el resto no quiso dar el nombre, porque no los dejan o sencillamente porque prefieren no hacerlo.

Los maestros coinciden en que en cualquiera de estas escuelas, cuando hay alumnos que destacan por su rendimiento o por su condición de respetuosos, son finalmente sacados de allí por sus padres, aumentando el concepto de marginalidad de quienes quedan.

Nada los estimula

"Es frustrante porque desde el primer día sabés que no vas a poder hacer las cosas para las que te recibiste", dijo una maestra de una de estas escuelas de contexto crítico.

Otra que trabaja en un centro similar, agregó: "Lo único que a veces podés lograr es que no salgan del salón, que no se escapen, encerrarlos con llave a ver si se puede hacer algo por la vía de un juego o algo que los estimule; lo horrible es que nada los estimula".

"Cuando (las autoridades) hablan de la evaluación en línea demuestran el desconocimiento que tienen de estas realidades", dijo una maestra, y agregó que no se puede evaluar online a todos por igual cuando hay centros de estudios de Primaria en los que los niños ya no saben cosas no del año anterior, sino de tres años para atrás. Hay inspectores que lo entienden pero se te complica mucho", dijo un docente.

En una de estas escuelas de contexto crítico, en una clase, cuarto año, "hay cinco alumnos de un total de 25 que deberían ir a una escuela especial", dijo una maestra y aseguró que esto es así en casi todas las clases. "Algunos tienen un notorio retraso mental, otro tiene un diagnóstico de psicópatas pero los padres no los tratan y hay algunos que babean en la clase, ya no sabés si por problemas mentales o por la medicación que toman".

"Hay un caso de un chiquilín que vino varios años y advertíamos que no era para estar acá y ahora que lo cambiaron a una escuela especial, ni siquiera allí va todos los días por su patología", dijo un maestro.

Una de las maestras consultadas se revela impotente porque, asegura, trata de hablar con las madres, incluso en horas fuera de su trabajo y se ofreció a acompañarlas para que llevaran a los niños a tratarse, pero ni así. "Al contrario; cuando le hacés alguna observación, en general por cosas graves porque si no estaríamos haciendo observaciones todo el tiempo, no les importa la mano que les podés haber dado. Los padres, en general las madres, vienen y de frente te dicen que sos una conchuda, así nomás".

Un psicólogo para cientos y cientos

Aunque estas escuelas son consideradas de contexto crítico, Primaria -con presupuesto educativo que en total supera los US$ 3 mil millones al año- tiene un solo psicólogo y un asistente social para atender a cinco de estos centros "especiales". Van unas pocas veces al año y cuando llegan, en las escuelas los maestros se arremolinan a su alrededor para contarles los peores casos, que apenas pueden tratar en un día de visita.

Cuando los inspectores preguntan cuántos van a repetir y las maestras les dicen las cifras reales, la respuesta muy común es: "Ah no, son muchos". Y hay que emparchar y pasar de año a muchachos que, incluso en cuarto de escuela apenas leen y no saben sumar.

"Parece una exageración pero hay que estar ahí", dice una maestra que cuenta que cada año que pasa piensa en abandonar pero luego se arrepiente y siente que tiene cosas para aportar, para volver a frustrarse cada año. "A un chiquilín de cuarto año le decís que te de tres lápices y no es capaz de hacerlo".

Otro acotó: "Hay chiquilines de tercero a sexto que no saben leer ni escribir. En un tercero una tercera parte no sabe leer y escribir y otro tercio está amparado en las promociones especiales (pasan de año aunque no sepan)".

Los maestros saben que los anuncios de recuperar las horas que se perdieron por paros "son una mentira. Ellos (las autoridades) saben que en noviembre ya se sabe quién repite y quién no, así que no sé qué anuncian recuperaciones que no son posibles".

En estas escuelas, y al parecer en un número cada vez mayor, la vieja y querida Comisión de Fomento integrada por padres que ayudaban a la escuela económicamente o en otros menesteres, está desapareciendo.

En estas escuelas especiales son más que una quimera. "Los padres los tienen virtualmente abandonados. El otro día una nena que va de mañana eran las dos de la tarde y seguía en la escuela; la madre ni se había percatado de que no había llegado a la casa".

"¿Deberes? Aunque los mandes la mayoría no los trae y no importa lo que pongas en el cuaderno, nunca se dan por enterados", dijo la maestra y agregó: "Cuando convocás a una reunión de padres, no sé, de 30, con suerte, vienen 9".

"Las madres pastabaseras directamente los abandonan en manos de sus abuelos", dijo otra.

"Cuando escuchás que fulano, que fue alumno tuyo, anda por el barrio en una moto y con un revólver, te choca pero de alguna forma vos sabías que esa era una posibilidad grande en su vida. Y no es justificarlos, es ver así, en vivo y en directo en qué condiciones viven... en las clases podés ver a uno o dos que decís ¿qué hacen acá?, con la túnica limpia, educados, y son los que al final sus padres terminan cambiándolos".

"Viven entre la mierda de los animales y me doy cuenta que no podemos razonar como ellos. Yo para ellos soy rica porque me cambio de ropa. Estas muy lejos de ellos. Es difícil encontrarle la manera de llegarles", añadió.

"Van muy sucios, muchos no tienen agua ni baño en su casa. La mayoría come en la escuela y de tarde toman una leche con suerte. Y tienen una adhesión tremenda a la escuela, no faltan casi nunca. Hay veces que les decís 'mirá, tu maestra está enferma, mañana no viene, vos no vengas', y van igual porque la escuela es un lugar donde los tratan bien, no comparten una casa con ocho hermanos y aprenden cosas que no tienen que ver con la currícula. El otro día una nena estaba comiendo horrible; yo le pregunté si en su casa no se sentaban para comer y me dijo que no tenían sillas, que comían parados o acostados en la cama", contó una maestra.

Añadió que es muy difícil a veces ubicar a la familia. "No dan la cédula y los teléfonos cambian constantemente, y fijos no usan. Incluso no dan direcciones".

"Cuando les preguntás por sus sueños ves que esos nenes no tienen sueños. Alguna nena te dice que tener hijos, pero no más que eso", dijo una docente a la que se le notaba dolor en el habla y en sus ojos.

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