Fue sequía, ahora será inundación

Nuestros vecinos, Venus, Marte son bolas de mineral inerte donde las diferencias de temperatura son enormes. En un tiempo en el que la imaginación volaba alto a partir de la fantasía de HG Wells que anunció una invasión marciana. La famosa transmisión radial que causó conmoción tenía sus raíces de las hipótesis de un astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli que con telescopios rudimentarios había creído ver líneas en la superficie de Marte.

A partir de eso otro astrónomo, Percival Lowell, estadounidense, llegó a la conclusión de que eran estructuras de riego, fruto de una civilización muy avanzada.  

La gente veía “ovnis” con mucha frecuencia y circulaban fotos generalmente trucadas de objetos que en cualquier momento aterrizarían en la Tierra.

Lovelock pinchó el globo de esas ilusiones y advirtió que los planetas vecinos estaban inertes y que para tener condiciones de temperatura que permitieran la vida pero particularmente que era la vida misma la que en su accionar colectivo construía la estabilidad climática. Que había que entender al planeta como un gran ser viviente. Lo que denominó la hipótesis Gaia.

Décadas más adelante se fue entendiendo que las variaciones oscilatorias de la temperatura del  agua en determinadas zonas del Océano Pacífico generaban cambios importantes y profundos en el resto de la superficie del planeta. Si esa zona del Pacífico se enfriaba era muy probable que lloviera por encima de lo normal y que en Uruguay, sur e Brasil y este de Argentina lloviera menos de lo normal y viceversa. Cuando las aguas de eaa zona se vuelven más calientes de lo normal a Australia le toca sequía y a Uruguay lluvias por encima de lo normal.

La ciencia sigue avanzando, se saben muchos más detalles y factores que permiten una previsión y precisión mucho mayor en la capacidad de anticipar como será el clima en el mediano plazo. Hoy podemos saber con bastante precisión el clima 7 días para adelante y algunos meses por delante. Falta cubrir la zona intermedia lo que será un cambio radical en la vida cotidiana y lógicamente en la producción de alimentos y fibras naturales.

En 1988 esto recién se empezaba a entender y  en Uruguay nadie tenía idea de  que una sequía fuera previsible, así que la Niña de 1988 y 89 fue un desastre gigantesco para la ganadería uruguaya, cientos de miles de animales murieron, se disparó un endeudamiento grave y cientos de productores y trabajadores rurales abandonaron para terminar en los cinturones de las ciudades. El incipiente cultivo de soja, en aquel entonces destinado a Taiwán colapsó y la oleaginosa demoraría 15 años en volver a ser una opción.

A pesar de algunas frases infantiles que proliferaron en la gravísima sequía que terminó en agosto, nuevamente ese descubrimiento mostró su utilidad, una Niña prolongada de tres años trajo una brutal sequía. seguidos pudo ser superada esta vez por la ganadería y la agricultura porque se conoció de antemano. Los productores ganaderos pudieron vender ganado bajar la carga animal, y realizar un conjunto de prácticas de manejo que permitieron que el rodeo vacuno, a diferencia de 1989 se mantuviera estable.

Fue sequía, no saqueo. Entender esto es importante porque con un planeta más caliente las sequías serán cada vez más peligrosas.

En forma gradual ahora vamos a la situación opuesta. Gradualmente el peligro pasa a ser la lluvia torrencial. En 2016, el último Niño causó graves daños, inundaciones y evacuaciones. Como todo exceso el que viene trae sus peligros, el principal es para quienes viven cerca de cursos de agua que probablemente en noviembre y diciembre pueden tener sus habitaciones inundadas. Productivamente hay un riesgo también importante para la producción ovina y la de trigo y cebada. También habrá una mejora en la generación de energía eléctrica y puestos a elegir, cualquier cosa es mejor que una sequía.

Pero lo más importante es empezar a ver el planeta con esa nueva mirada. Es un gran organismo o nave espacial cuyo comportamiento empezamos a conocer, eso nos ayuda a bajar la incertidumbre si podemos estar atentos a las adaptaciones requeridas para sus vaivenes, que lamentablemente serán cada vez mayores. Pero entendiendo que estamos en el Antropoceno, la era en la que somos la gran influencia sobre el funcionamiento planetario, nos da la llave conceptual para solucionar los problemas. Y no caer en las trampas de los oscurantistas anti inversión que batallan para que Uruguay no tenga forestación, ni hidrógeno verde ni un Google instalado en Uruguay y pintarán esa actitud meramente ideológica de un verde infantil. Armonizar el desarrollo y la innovación con nuestra nueva posición como especie de médicos del planeta es el camino que está por delante. El conjunto de prevenciones que empieza ahora es el inverso al que tuvimos en estos últimos tres años. Empezamos a entender los ritmos de la Tierra, a entender que biodiversidad es estabilidad y ojalá a tomar las acciones adaptativas correspondientes. Mientras seguiremos como especie construyendo inteligencia que nos ayude a pronosticar y solucionar mejor los problemas.