Gentileza Fancap

Gerardo Rodríguez, el sindicalista confrontativo que tiró la primera piedra por el referéndum

El presidente de Fancap, socialista 'ortodoxo' y de fugaz ascenso en el movimiento sindical, fue el pionero del referéndum y se posicionó en la primera línea opositora

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26 de marzo de 2022 a las 05:03

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"Un minuto”, le pidió Gerardo Rodríguez al presidente Luis Lacalle Pou y desencadenó un encontronazo cuatro veces más extenso que no escapó a ningún informativo. El fuego cruzado de acusaciones en la puerta de la UTEC de Minas enfrentaba, a 13 días del referéndum, al padre de la Ley de Urgente Consideración (LUC) con el presidente de la Federación Ancap (Fancap), pionero en la arremetida opositora

No habían pasado 10 días desde la vigencia de la norma cuando el sindicato de la estatal resolvió emprender una consulta popular que significara también una “estrategia de acumulación” y “resistencia al modelo neoliberal, antipopular y autoritario” de la coalición. Eso fue casi tres meses antes de que el PIT-CNT cerrara filas y encauzara, ahora sí, la juntada de firmas con el resto del espectro social. 

Dos meses antes de la asunción de Lacalle Pou, el líder de Fancap ya estaba en pie de guerra ante lo que consideraba un afán “desmonopolizador”, y el gremio anunciaba una “agudización de la lucha de clases”. La nueva administración pinchaba una fibra sensible, del referéndum de 2003 contra la ley de Ancap de Jorge Batlle, aunque Rodríguez no era en aquella época más que un militante embarcado en la recolección de firmas. 

“Tengo 54 años y no soy sindicalista de toda la vida”, reconoció el presidente de Fancap a El Observador. “Soy un militante que no asumió responsabilidades de conducción hasta hace 10 años”, relató. Rodríguez se afilió en cuanto puso el pie por primera vez en la refinería de La Teja el 17 de noviembre de 1994, pero su catapulta a la vanguardia opositora se explica en los últimos años. 

La vocación sindical no la heredó de su hogar en el barrio Santa Mónica (San José), entre cinco hermanos y sus padres. “Eran tiempos de pobreza. Iba a la escuela con la ropa que me dejaban los primos. El pantalón tenía remiendos y usaba saco para taparlos. En invierno estaba contentazo, pero cuando llegaba el calor se me caían los chorros”, narró.

La escuela y la UTU las hizo en Libertad, hasta que en 3° no tuvo más alternativa que mudarse a Montevideo. “Mi madre dejó de cocinar con kerosén para ahorrar y nosotros poder venirnos”, contó. En esa etapa dio con quien luego sería su pareja, y con ella se fue a probar suerte a Buenos Aires. Pero pero no la tuvo. A la vuelta rebotó por varios empleos, hasta dar con un llamado en Ancap.

“Trabajaba y me preparaba para dar exámenes de ingreso de Química y Matemática. Había dejado de estudiar hacía diez años y no me acordaba de nada”, sostuvo. Rodríguez se dio maña y en 1994, ya con dos hijos y la necesidad de mayor estabilidad, lo logró: “Entrar a Ancap me cambió la vida”.

"Cero horas"

“Es un burócrata de izquierda que ha hecho de su fuero sindical un trampolín para no trabajar y escalar en lo político”, declaró a El Observador el senador blanco Sebastián Da Silva. Tales acusaciones ha asestado la senadora Graciela Bianchi, al punto que Rodríguez envió una carta a Lacalle en la que evaluó denunciarlos ante organismos internacionales. Según él, es “imposible” conjugar las tareas en la refinería y su responsabilidad gremial.

"Trabajo 15 horas por día y me ponen como un vago", replicó con la sobrecarga de la campaña. Los años en Ancap le permitieron escalar concurso a concurso, y los dardos oficialistas apuntan contra el cobro de un sueldo que hoy supera los $100 mil mensuales por una posición en la que no se desempeña. "Yo gano bien", admitió Rodríguez. "Pero me cuesta que por eso no pueda ser sensible a una causa. No milito por mí, sino por transformar la sociedad y priorizar los intereses de los que menos tienen"

Sus detractores cuestionan un “afán personalista” que se desmarca del resto de la central sindical o de posiciones divergentes en la interna de Fancap. Según supo El Observador, la carta enviada al mandatario la semana pasada despertó molestias en el PIT-CNT, que silenció los resquemores para mantener la unidad ya en vísperas del referéndum.

Camilo dos Santos
Gerardo Rodríguez, presidente de Fancap

Rodríguez aseguró que no tiene aspiraciones políticas más allá de “lo colectivo”. Manuel Colina, encargado de Propaganda del gremio y muy cercano al referente, afirmó: “Él es transparente. Así como lo ves, no tiene una construcción detrás de su discurso”. Con todos sus matices, en las filas sindicales destacan su compromiso a todas horas.

Ejemplo de eso fue que en su primer período como vicepresidente de Fancap (2014), el entonces presidente Luis Martínez –muy allegado y responsable de incorporarlo a la dirigencia en 2011– debió sentarse para “tranquilizarlo un poco” ante planteos individuales de los compañeros. “La vicepresidencia no tenía una tarea muy concreta hasta ese momento y su grado de ímpetu lo llevaba a estar ansioso. Empezó a agarrar temas de otras secretarías de Fancap”, relató a El Observador. “Los pasaba por arriba con esa energía y terminaba encarando iniciativas que ni ellos podían controlar”, dijo. 

Ese camino lo llevó luego a secretario general, cargo al que renunció en pleno conflicto por el cese del servicio médico en Ancap, que acarreó la declaración de esencialidad por parte del Poder Ejecutivo frenteamplista. Fue en 2018 que asumió como presidente del gremio, un período en que enfrentaron la gestión de Marta Jara por un “claro sesgo economicista”, entre el ajuste de compensaciones y lo que acusaron de eliminación de “áreas estratégicas” del ente. 

Pero la mayor crispación llegó con la nueva administración, con choques constantes desde las ocupaciones hasta las huelgas por la asociación con privados en el portland. Desde la cúpula deslizan la “pérdida de confianza” a la hora de dialogar, luego de que se incumplieran compromisos asumidos de palabra. Uno de los síntomas más simbólicos del relacionamiento fue que Fancap parara la refinería y apagara la chimenea por primera vez desde la huelga contra el golpe de Estado.

Proyecto socialista

 

En 2002 la expareja de Rodríguez se mudó a España para alejarse de la crisis, y acordaron que sus tres hijos viajaran con ella. “Fue durísimo”, resumió. El más grande tenía 16, la del medio 13; y la más chica, solo cinco. Rodríguez se quedó, porque irse implicaba renunciar a su empleo y quedar en la “incertidumbre”. Hoy todos viven del otro lado del océano, incluso tres nietos. “Vivo la consecuencia de la crisis de 2002 en esa ausencia, y la voy a pagar hasta que me muera”, lamentó.

Su fugaz pasaje por Buenos Aires en su juventud le enseñó que del Uruguay no se va “nunca más”. “Siento muy profundo las pequeñas cosas del país. Me costaba llegar al fin de semana y no poder ir a ver a Danubio”, se rio. 

En Uruguay volvió a tener familia. Hoy está además en la primera línea del Partido Socialista, del que se sintió parte “toda la vida” y con el que “formalizó el vínculo” hace pocos años. Ahí conectó con la línea ‘ortodoxa’ que hoy está en la dirección de la mano del diputado Gonzalo Civila, por lo que tiene una secretaría a cargo. 

“Creo, y hemos evaluado con el partido, que es bien importante el buen vínculo que tiene con otros movimientos sociales que no son el sindical”, valoró Civila. “Es importante construir una nueva unidad social”, afirmó a El Observador​​​​​​​.

Parte de esa visión se materializa en la campaña de recolección de firmas, que implicó tejer alianzas con organizaciones de cooperativas de vivienda, federaciones estudiantiles y otros colectivos. “Hay que reconstruir el bloque popular alternativo en función de un objetivo”, dijo. “Necesitamos una plataforma programática que refleje las necesidades de la gente y tenga como ejes la mejora de vida de los más necesitados”, agregó, con una proyección más allá del 27 de marzo. 

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