Ha pasado la Navidad y para los cristianos nos aguarda todavía una fiesta muy grande. La mencionaré correctamente. Es la Epifanía del Señor. Niños y mayores la hemos designado como la fiesta de los reyes magos, una celebración que está inmersa en nuestros corazones. La Teología explica con claridad el significado de la epifanía. Didácticamente es nada menos que la manifestación externa de Jesucristo reconocido con la llegada de unos hombres sabios que habían viajado para adorarlo y entregarle unos dones. Por lo general se mencionan los nombres de tres de ellos: Gaspar, Melchor y Baltasar.
La escuela laica borró esos nombres. Después supimos que Gaspar, Melchor y Baltasar, no estuvieron sólos. ¿Cómo llegar desde tierras tan lejanas y sin acompañantes?
El Día de Reyes es una fiesta muy grande en nuestros corazones. “¿Qué le daremos al Niño dormido?”, dice un villancico y no da tiempo para responder más que con unas pocas palabras: “Le daré el corazón para que le sirva de pañales”.
Hemos comenzado a vivir un nuevo año. Doy gracias a los lectores de El Observador por su afecto y su cordialidad. Hay cosas que llegan al corazón y, en mi caso, me ayudan a querer más todo lo nuestro.
Les deseo muchas felicidades en el año que hemos iniciado. Les escribiré y les pido disculpas si mis notas no son puntuales.
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