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Hacia el Campo más profundo

El grupo estrenó su tercer disco de estudio, Tambor del cosmos, un trabajo que ahonda sobre sus anteriores realizaciones
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13 de mayo de 2017 a las 05:00
Juan Campodónico aprovecha su nuevo sistema de monitoreo para mostrar algunas de las nuevas canciones de Campo. El sonido de una tormenta lejana envuelve y domina el estudio al ritmo de beats sutiles. De frente aparece la voz de Gustavo Santaolalla, como una suerte de ser superior y espiritual que todo lo abarca. Llega luego el estribillo en un climático in crescendo, en una suerte de ritual coral. Tambor del cosmos es el tema que abre el disco de igual nombre, y en sus casi cinco minutos sintetiza la esencia de este trabajo, conformada por muchas de las inquietudes e inspiraciones que el colectivo encontró a lo largo de los últimos años: una búsqueda del nivel espiritual de la música; la creación de canciones que exploren una mayor profundidad; y, como ya es característico, la integración de elementos de diferentes mundos para crear un universo propio.

El álbum Tambor del cosmos resulta una evolución natural desde sus discos anteriores, Campo (2011) y Nocturno (2015). El primero fue el que marcó la pauta con una conquistadora fusión sin prejuicios entre el pop electrónico y la cumbia, una semilla que luego creció hacia diferentes (y actualmente muy populares) direcciones. El segundo, por su parte, fue un desafío que propuso una mayor experimentación: transformando en música diferentes sonidos de la naturaleza crearon por primera vez una obra para el ballet del Sodre.


Para Campodónico esa última experiencia fue muy profunda. "La primera vez que fuimos a ver el ensayo casi lloro de la emoción. A mí me hubiese gustado hacer muchas más cosas en relación con eso, haberlo filmado bien y darle la relevancia que tuvo", afirma el músico. Pero luego de ese trabajo de composiciones de 10 minutos volvieron a concentrarse en el formato canción.

Las bases para el nuevo disco comenzaron a gestarse entre Montevideo y Shanghái, lugar donde en ese momento residía Martín Rivero. Eso, según el cantante, fue en sí mismo inspirador, y la rotunda diferencia horaria se terminó permeando en la composición. "Te da pila de ansiedad", dice Rivero. "Recibía material, lo escuchaba y ya quería hacer algo. No quería esperar hasta el otro día. Entonces la composición fue así: medio entre sueños. Onírica".

La diferencia entre el día occidental y la noche oriental fue parte cotidiana de la vida de la banda, pero llegó además de manera teórica con el libro El elogio de la sombra, de Junichiro Tanizaki. Su reivindicación de la belleza en la oscuridad fue algo que Campodónico leyó atentamente.

El segundo e importante influjo literario fue África y el tambor, de Beatriz Hilda Grand Ruiz, un libro sobre filosofía africana y la influencia de la música en la espiritualidad. "Piensa en la vibración de la música y cómo eso puede ser una experiencia profunda que te conecta con algo que trasciende a lo que sos vos. Esa también fue una inspiración", afirma Campodónico.

"Creo que en la música que hacemos hay integración, pero también hay un discurso de querer algo más profundo", agrega. Por eso, su propuesta en esta ocasión ofrece una contrapartida a la música más "hueca y superficial", y la de aquellos proyectos que se arman "como antes se ponía una cancha de pádel".

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Tambor del cosmos tiene para Rivero una "cualidad de shuffle": cada canción es muy diferente a la otra. Cambian los elementos que entran en fusión y cambian sus voces. La redondez cálida de Rivero se combina perfectamente con la tonalidad platinada de Verónica Loza, y a ellos se suma la textura sutilmente roquera de Campodónico. "Esa característica de Campo tiene que ver con la música de hoy en día –dice Rivero–, no querés escuchar siempre el mismo disco y la misma voz. Nuestra música ya está concebida desde ese lado. Mucho por Juan, por su curiosidad y por su investigación en un estilo y otro. Nos contagia a nosotros la misma curiosidad".

A diferencia de Campo, Tambor del cosmos ya no tiene canciones que se puedan separar en géneros. No se encuentra su visión propia de la cumbia como en Cumbio o el candombe más clásico como en el remix de Heartbreaks. En este disco las fronteras son más difusas y es en vano encontrar una única definición si no se usan términos compuestos.

Esto sucede por la modalidad de trabajo que mejoraron para este disco: cada canción fue compuesta por los cuatro, sumando y modificando diferentes partes, y contando además con arreglos de otros tantos colaboradores. Para Campodónico –que resalta como talento aprendido de su padre, el actor y director César Campodónico, su capacidad para conjugar y guiar a un equipo musical–, el trabajo colectivo es la razón de la riqueza de la música.

El resultado de este proceso, según detalla el multiinstrumentista Pablo Bonilla, fue que cada tema lo recubrieran capas y capas sonoras, "que se van descubriendo en las diferentes escuchas".


Bailar quieto, el tema lanzado como single, nació de aquella diferencia horaria. "Ellos me mandaron esa base reggaetonera pero minimalista, y me mandaron como referencia J Balvin. Pero al revés, no me sugirió nada de eso", cuenta Rivero. La letra la hizo acostado en la cama, a punto de caer en el sueño, imposibilitado de mover su cuerpo.

Pero para Loza, la canción tiene una segunda y más profunda lectura. "Se asocia ese tipo de ritmo a una cosa supermachista, con órdenes: 'dame eso que tenés ahí'. El ritmo me encanta, pero ¿por qué tengo que escuchar estupideces? No te voy a dar nada. Me parece que estuvo buenísimo el ejercicio de no ir por esos caminos que tienen que ver con una representación de la sociedad que no está bien", opina.

Por su parte, Tambor del cosmos –una suerte de cumbia aletargada– es de esas canciones orientadas por la búsqueda de conexión y formada por partes que elaboró cada miembro. La voz de Santaolalla, una figura importantísima tanto para la música latina como para la carrera de Campodónico en particular, fue el gran toque final. "Logramos algo que nos trascendió a todos nosotros, colaborando de diferentes maneras", detalla Rivero. "Cobró un significado más allá de lo que era una canción y más que si la hubiéramos cantado nosotros. Se resignificó".

En otros rincones del disco, Campo hace su propia continuación del candombe beat con la dupla de canciones Color y Wasted. Este último tema –el único en inglés– cuenta además con una clara cita a Jaime Roos, sampleando parte de su icónica guitarra en el tema No puedo llorar. "Campo tiene eso de meterse con ritmos populares pero de una manera distinta", explica Campodónico. "Del candombe beat nos gustaba eso: hacer algo con sonidos más tecno y una programación más actual, pero que al mismo tiempo hiciera referencia a esa música, que me parece que tuvo poca innovación o nuevas formas de acercarse".

Si en su disco debut presentaban a la música uruguaya en un paquete moderno que podía sonar en todo el mundo, Tambor del cosmos propone un sonido de cualquier parte del globo, con esos guiños y detalles que solo pueden ser uruguayos. Sea un candombe beat futurista cantado en inglés; un vals clásico al cual se suben unos beats electrónicos; un pegadizo pop que habla de la soledad de vivir en otro continente; o una cumbia ritual que busca conectar las sensibilidades del cosmos.

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Detalles del cosmos

El referente. La voz de Gustavo Santaolalla es la responsable de abrir el disco con el tema Tambor del cosmos. "Él es un tipo que nos marcó, y que viene de la época del rock psicodélico. Ellos empezaron a experimentar con los estados de conciencia, a buscarle esa conexión y esa profundidad a la música. Era interesante que pudiera cantarlo él, porque además está en un momento de reencuentro con su voz", cuenta Campodónico. Santaolalla está realizando por estos días una gira donde revive toda su carrera, y se presentará en Montevideo el 7 de junio.

El toque de Jaime. En Wasted, Campodónico decidió incluir una célula sonora que cada uruguayo puede identificar a la legua: el clásico rasgueo de guitarra de Jaime Roos. El músico tomó parte del tema No puedo llorar (del disco Estamos rodeados de 1991) y lo incluyó como sample. "Estuvo buenísimo hasta pedirle permiso a Jaime para usarla", recuerda Campodónico. "Esa manera de tocar la guitarra es algo que solo existe acá en Uruguay. Es muy particular esa rítmica, ese sonido. Me parece icónico del sonido de Jaime Roos y del candombe beat".

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El ritmo del agua. Verónica Loza estaba bañando a su hijo cuando se le ocurrió la melodía para un
tema. Decidió comenzar a grabarla en su teléfono, haciendo el ritmo con golpes en el agua. El grupo tomó esa grabación y construyó sobre ella Duerme agua, una canción de cuna para el cosmos, pero también para su hijo.

El cosmos de Campo

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Además de contar con Gustavo Santaolalla, Tambor del cosmos incluyó a varios de los clásicos colaboradores del grupo, como Luciano Supervielle en piano, el violinista de Bajofondo Javier Casalla, el bajista Gabriel Casacuberta, el baterista Roberto Rodino y el percusionista Tatita Márquez. En coros suena la joven cantante Lucía Torrón.

En vivo

Campo presentará Tambor del cosmos en Montevideo el 22 de junio en el Teatro el Galpón. Las entradas se venderán a través de Tickantel. En mayo se presentarán en Ciudad de México y Guadalajara, y en junio además tocarán en Buenos Aires.

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