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Hambruna en Yemen: silencios que matan

La indiferencia internacional para denunciar revela una apatía que despoja a las víctimas de su cuota de humanidad
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17 de julio de 2017 a las 05:00
Los países se mueven por interés, eso se sabe. Y hace rato que sabemos que los conflictos de Medio Oriente que tanto perturban la paz mundial; crisis de refugiados, grupos terroristas, golpes de Estado, revueltas y enfrentamientos bélicos varios, responden a intereses espurios como el control del petróleo, el poder político de un grupo étnico sobre otro, territorios disputados y un decálogo de argumentos igual de pueriles.

Mientras en eso que hemos aceptado llamar Occidente seguimos pendientes de los gestos poco diplomáticos de un presidente, sin duda, especial como es Donald Trump, o cuestionamos el vínculo marital entre Emmanuel Macron, de Francia, y su esposa sexagenaria, 26 millones de ciudadanos yemeníes se ven afectados por la guerra que se libra desde hace más de dos años en su país sin horizonte de tregua en la lontananza y, para colmo de males, un brote de cólera que se cobró la vida de 1.600 personas, la inmensa mayoría niños (ver nota debajo).

Más de dos millones de menores sufren de desnutrición severa y el mundo calla.

Los medios apenas cubren la guerra que Arabia Saudita comanda en su país vecino, hermano de fe y el más pobre de las naciones árabes, y la comunidad internacional se deja anestesiar por las declaraciones de euforia tras una dudosa victoria contra el grupo terrorista Daesh en Irak, sin cuestionar si su lógica de barbarie y adoctrinamiento virtual seguirá sacudiendo nuestras sociedades de la información, donde la tecnología es ya un bien de consumo masivo y popular.

Es difícil explicar y más entender cómo desde las diferentes instancias de la Organización de Naciones Unidas (ONU) no se puede exigir a un aliado cercano de la actual administración Trump, y por extensión del mundo occidental (¿lo es?) como Arabia Saudita que termine con su ofensiva en Yemen, se imponga un embargo de armas a las partes en conflicto; un conjunto de tribus y etnias que cultivan las rencillas y divisiones que han contribuido a lastrar el desarrollo de un país profundamente subdesarrollado que logró una frágil reunificación en 1990 y en el que hoy medran células de extracción salafista, al mejor estilo de Al Qaeda.

Cualquier guerra es injusta y las muertes de civiles son todas igual de injustificables, pero este conflicto de Yemen es peor en cuanto al aislamiento y olvido al que se condena a sus ciudadanos, que ni siquiera pueden recibir la ayuda humanitaria que diversas ONG intentan distribuir para frenar el avance del cólera y la hambruna.

Una cosa es ser ingenuos y soñar con un mundo mejor, más justo, y otra bien distinta es ser indiferentes y apáticos a la hora de denunciar estos graves hechos que afectan a millones de seres tan humanos como el resto, aunque se les despoje incluso de su cuota de humanidad.
Para aquellos que no empuñamos armas, la pluma y la palabra es nuestra herramienta para difundir semejante vergüenza colectiva.

Susana Mangana es prof. de Estudios árabes e islámicos, responsable de Programa Política Internacional y Cátedra Permanente de Islam, Universidad Católica de Uruguay


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