Harry Styles se está apoderando del 2022

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Harry Styles es la Gran Bestia Pop de la Generación Z y se está apoderando del mundo en 2022

Con su último disco, el inglés se consolida como una de las estrellas más grandes del momento
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26 de junio de 2022 a las 05:10

No había que ser demasiado avispado para darse cuenta de que tarde o temprano el mundo entero iba a estar enamorado de Harry Styles. Y de que, de alguna forma u otra, se iba a convertir en la Gran Bestia Pop –así, con mayúsculas– de la generación Z. No era ni siquiera necesario desplazar a los otros cuatro miembros infinitamente menos talentosos y carismáticos de la boyband que lo vio nacer, tampoco silenciar los gritos de las adolescentes que acunaron sus primeras canciones. Estaba todo ahí, a la vista: en el reverso de un gesto que marcaba que, de los cinco que estaban aprovechando el buen ojo de Simon Cowell en The X Factor, solo uno se iba a convertir en una estrella de verdad.

Hoy Harry Styles está en todos lados. Y es cosa seria: As it was, el corte de difusión de su último disco suena en todas partes, su rostro es la imagen de Gucci y varias marcas más, los reels de Instagram y videos de TikTok están tapizados de sus canciones y encima ahora hasta parece que se está afilando para convertirse en uno de los nuevos rostros jóvenes fetiches de Hollywood. El mundo, para este inglés de 28 años nacido en Holmes Chapel, Cheshire, se ha convertido en un terreno a conquistar. Y parece estar lográndolo éxito a éxito y sin despeinarse ni perder la cara de buenazo.

Harry Styles se está apoderando del 2022

La ruta del pop

Los días de One Direction quedaron atrás. También el escepticismo con el que todo aquel que no era una adolescente de 14 años lo miraba. Harry ya no tiene el pelo (tan) largo como antes. Ahora su cuerpo musculoso está cruzado por tatuajes y las marcas de una carrera que lo tiene por el momento con tres álbumes de estudio, el último publicado hace poco más de un mes. Cada una de sus incursiones en la música como solista, algo en lo que se metió en 2017 con la publicación del single Sign of the times, superó a la anterior en calidad y, sobre todo, en exposición. Esa primera y sorprendente canción ya marcaba que el nene lindo de One Direction tenía un caudal musical mucho más potente para desarrollar del que a priori parecía, y el disco que lo rodeó fue coherente, aunque no tan impresionante y algo desparejo. Las fichas, de todas formas, estaban puestas.

Con Fine line, su segundo disco, Harry explotó. Sus canciones con olor a Golden Coast se pegaron al verano del hemisferio norte con más fuerza que el bitumen caliente en la suela del champión y de repente su voz sonaba en todos lados. ¿Los éxitos? Varios, pero los principales fueron Lights up, Adore you, Golden y, sobre todo, Watermelon sugar, un tema sensual y estival que expandía un poco más otra de las facetas que empezaron a hacer de Styles un ícono de este tiempo: su rol como sex symbol ambiguo.

Casi desde su salida de One Direction, Styles cultivó una identidad fluctuante que se ajustó como anillo al dedo a una época donde el género parece ya no importar demasiado. Su falta de definición a la hora de pensar el amor, la sexualidad y hasta la moda se convirtió en una seña de su personalidad, a tal punto que incluso ahora, cuando su pareja es la actriz y directora Olivia Wilde –varios años mayor que él–, ese halo de misterio sigue siendo una de las principales cartas de su sex appeal. Por supuesto, Styles ha tenido que defender esta ambigüedad de aquellos que esgrimen que solo la utiliza para generar interés en su figura y acompañar ciertas modas. Él lo rechaza. Dice que a nadie tiene por qué importarle si le gusta esto aquello, o si se siente así o asá. Y de esta manera se lo aclaraba a The Guardian en 2019: “¿Estoy dejando huellas de ambigüedad sexual para tratar de ser más interesante? No. En términos de cómo quiero vestirme y cuál será la portada del álbum, tiendo a tomar decisiones en términos de colaboradores con los que quiero trabajar. Quiero que las cosas se vean de cierta manera. No porque me haga ver gay, heterosexual o bisexual, sino porque creo que se ve genial. Y más que eso, no sé, creo que la sexualidad es algo divertido. ¿Honestamente? No puedo decir que lo haya pensado más que eso”.

Por supuesto, Styles no descubrió la pólvora –en este caso, el curioso y potente imán que resulta ser la falta de arraigo a un género específico–, teniendo en cuenta que David Bowie ya rompía estos esquemas en los setenta. Pero esta posmasculinidad deconstruida que hace del misterio su arma principal ha sido coherente en los últimos años y no se puede decir que no sea ya uno de sus rasgos definitorios. 

El tiempo pasó y Fine line se asentó. El rostro de Harry, a la par de su voz en los charts y las cabezas de quienes levantaban la vista para ver pasar el tren del éxito del ex One Direction, empezó a ganar terreno en la pantalla grande. 

El primero que dijo “probemos con este muchacho” fue Christopher Nolan. Lo fichó para Dunkerque, su retrato del rescate de las tropas inglesas en la playa francesa homónima durante la segunda guerra mundial, y no decepcionó. Styles fue uno de los soldados sin nombre de Nolan y si bien no tiene demasiados diálogos, está presente en varias de las mejores escenas de la película, incluido su épico final. 

Luego pasó bastante tiempo, pero el 2021 reencontró al músico con la actuación, y de manera intensa. Primero se sumó al Universo Cinematográfico de Marvel con un cameo en Eternals, una puerta que abrió para seguramente volver. Y ahora está con dos películas en las gateras como protagonista: la primera es Don’t worry darling, dirigida por su pareja Olivia Wilde y en la que comparte marquesina con otra obsesión pop del momento, Florence Pugh; la otra es el drama inglés My Policeman, junto a Emma Corrin (Lady Di en The Crown).

Harry Styles y Florence Pugh en Don't Worry Darling

La casa de Harry

Volvamos al comienzo: Harry Styles, en junio de 2022, está en todos lados. Y esto es así porque su último disco es un bombazo: Harry’s House, además de tener 13 canciones que se incrustan en el cerebro y se quedan allí durante días, no para de romper récords y de encabezar las listas de lo más escuchado en todo el mundo. Ni siquiera el extraño caso de Kate Bush y el tema que Stranger Things 4 le recuperó tras 40 años logró desbancarlo de los primeros lugares demasiado tiempo. A caballo de As it was, ese misil pop letal que suena a una pista de baile de los 80 en cada nota, Styles se prepara para dominar cómodamente el 2022. 

Harry’s house mantiene la exploración que Styles había comenzado en Fine Line en cuanto a los sonidos setenteros, pero alterna las pistas más desaforadas, bailables y decididamente hiteras –As it was, Music for a sushi restaurant, Late Night Talk y las geniales Cinema y Satellite– con otras que bajan a un tono más introspectivo y aprovechan los juegos de su voz –Little freak, Matilda o Boyfriends– para explorar uno de sus costados más íntimos. Este es, definitivamente, el vistazo más hondo a los sentimientos del artista, a sus consideraciones sobre los vínculos, la fama, la exposición y los excesos. 

Musicalmente, Harry’s house es un paso hacia adelante, una maduración en la búsqueda por convertirse en uno de los principales dueños del pop mundial, pero sobre todo es un disco endiabladamente entretenido y cálido, un grupo de canciones que acompañan y cimentan a la perfección la reputación artística de un tipo que la está rompiendo y que sabe que la está rompiendo. Es el testimonio un casi-treintañero que no para de sonreír ante su presente, que todavía se emociona cuando escucha a Stevie Nicks cantar Landslide junto a él y que es capaz de frenar un show en vivo para buscar el lugar donde está ubicada su primera maestra de primaria y saludarla a los gritos como si siguiera siendo el mismo niño de antes. Como para no quererlo.

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