En todo el sistema hay hoy 14.500 presos.

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Hay 100 nuevos presos por semana: muchos entran descalzos y en short

Entre los 14.500 presos convive el drama de los "patos", los más pobres, dispuestos a canjear su ropa interior por una cebadura de yerba
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25 de julio de 2022 a las 05:00

Hasta el miércoles pasado, 14.511 personas estaban presas en las cárceles uruguayas. Son 3.355 reclusos más que los que había en el sistema cuando asumió este gobierno, el 1° de marzo de 2020. Tanto en hombres como en mujeres, hay un fenómeno que se repite: la mayoría tiene menos de 29 años. El promedio de edad en el sistema es de 32 años.  

En el otro extremo, hay 186 presos mayores de 65 años de edad y 38 que superan los 75. El más viejo hoy en el sistema es un interno de 89 años. La mayoría de los presos de esta edad están recluidos en la Unidad 11 de Fray Bentos. Una cárcel de baja seguridad acondicionada para este tipo de personas. Según el cálculo sobre el vencimiento de sus penas, algunos de ellos quedarían libres a los 100 años de edad. En buena parte de los casos, se trata de ofensores sexuales. 

Todas estas cifras corresponden a un informe que el Ministerio del Interior elevó la semana pasada al Parlamento, al que accedió El Observador y que incluyó un dato por demás llamativo: al Centro de Diagnóstico y Derivación ingresan cada semana un promedio de cien personas cuyo destino será la prisión. Son 5.200 al año, y más de 14 por día. En ese centro hay seis psicólogos, tres trabajadores sociales y dos operadores penitenciaron que los evaluarán para decidir a que cárcel irán. 

Antes de la entrevista, a muchos se les da alimentación. "Varios vienen de situación de calle, o de no dormir durante horas", dijo ante la Comisión de Seguimiento Carcelario la subdirectora técnica del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR), Lourdes Salinas. "Se los recibe, se trata de que puedan darse una ducha o hacer una llamada por teléfono", contó. "Se les brindan los elementos básicos para que puedan acceder a la entrevista en condiciones", añadió

Ante la misma comisión el director del INR, Luis Mendoza, relató las condiciones en que muchas personas llegan a ese centro para ser derivadas. Según contó, hace pocos días vio que allí había bolsas de ropa que se consiguieron a través de la organización Emaús. "Según me explicaron, ingresan de la calle descalzos y de short, sin ropa ninguna". En el centro, entonces, se les da ropa. "Mucha gente viene en situación de calle", agregó. "Se nota que vienen muy demacrados y muchas veces, no coordinan lo que dicen", expuso. 

Pobres entre pobres

Existe un tipo de presos que enfrentan problemas adicionales en las cárceles. En la jerga, se los llama "patos", los más pobres de entre una población, en su mayoría, pobre. Son los que no cuentan con ningún recurso y que no reciben ninguna visita, por lo que tampoco pueden contar con ayuda del exterior. No tienen el "paquete" con comestibles que otros reclusos reciben de sus familias, por lo que deben arreglarse con lo que se les da en prisión. 

"Constituye un debe de todos los uruguayos tener gente que ya viene sola, no tienen, familia, nadie les da un cigarro, un tabaco", apuntó Mendoza. "Esa gente no recibe nada y cambia lo que venga, hasta los championes o la ropa interior, para conseguir una cebadura de yerba". El director señaló la necesidad de trabajar con esa gente, ya que "cuando salgan, van a ir debajo de un árbol y a comer de un contenedor". 

El problema se agrava cuando, además de todas sus carencias, son adictos. El sistema penitenciario uruguayo, aseguraron las autoridades, tiene un grave problema con el consumo.  Distintos informes que llevan estudiada al 70% de la la población carcelaria mostraron que "un porcentaje altísimo" es adicto al algo. El problema es que, según cifras oficiales, solo 254 presos reciben hoy algún tipo de tratamiento.

Según contó el director de Seguridad y Convivencia del ministerio, Santiago González, muchos reclusos de este tipo están en el Piso 1 del Penal de Libertad. Recientemente las autoridades entregaron allí kits con jabón, pasta de dientes, cepillo, champú y ropa de cama. "A la semana, les quedaba solo la celda", relató. "Habían canjeado todo por droga". Un problema que, aseguró, es mucho más grave que lo que se percibe desde el exterior. 

"Es grave de verdad", ratificó. "Dan un plato de comida por un poco de pasta base. Es así". El problema, dijo González, es particularmente grave en relación a las pastillas psiquiátricas, que los presos canjean luego de recibirlas en mano. En suma, agregó, los mayores problemas de disputas y muertes dentro de las prisiones arrancan vinculados al consumo y la adicción.

"Uno entra a una celda y no tienen nada", insistió. "Vendieron el colchón, la ropa, el jabón la comida. No tienen nada y capaz les quedan diez años de condena", relató. 

Las expresiones generaron la comprensión de los legisladores. En particular los del Frente Amplio, que mostraron su disposición a colaborar. González valoró el gesto sobre un tema que, dijo, tiene que ser de Estado. "Estamos todos en la misma", sostuvo. "Estas 14.500 personas en algún momento van a salir, y nos vamos a encontrar con ellas en las esquinas de nuestras cosas. Esa es la realidad", concluyó.

 

 

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