Espectáculos y Cultura > CRÍTICA DE TEATRO
Hermana sol, hermana luna
El unipersonal protagonizado por Fabiana Charlo, combina la reflexión sobre el dolor, el uso de la tecnología y una gran actuación
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29 de mayo de 2015 a las 09:05
¿Es la vida una tragedia o una comedia? Esa es la pregunta que se hacía Woody Allen en Melinda y Melinda (2004), película en la que un grupo de escritores imaginaban distintas situaciones para una misma protagonista, de acuerdo al prisma bajo el cual se enfocaran los hechos. Y es que la dicotomía entre la luz y la oscuridad, que ha obsesionado al neoyorquino durante toda su carrera, es una de las preguntas fundacionales de la existencia. De esta cuestión parte también el planteo de la obra de Denise Despeyroux La realidad, que se exhibe todos los sábados en el teatro La Gringa, con una fantástica actuación de Fabiana Charlo.
La obra de esta joven autora nacida en Uruguay, pero residente en España desde niña, gira en torno a la relación de dos hermanas gemelas, Andrómeda y Luz. Ambas mantienen un vínculo simbiótico pese a estar separadas, ya que una vive en su país natal y la otra en algún lugar recóndito de India.
Se trata de un unipersonal en la que el diálogo se construye por Skype, con la actriz en el escenario representando a una de las hermanas mientras la otra aparece en un video. Este procedimiento deslumbró a la crítica española en la versión dirigida por la propia Despeyroux y protagonizada por la actriz argentina Fernanda Orazi. El espectáculo, que fue finalista al prestigioso Premio MAX en la categoría Revelación, se presentó además el año pasado en el Teatro Solís durante tres funciones.
La puesta de la directora Silvana Vernazza en La Gringa, la primera versión uruguaya que se hace en el país de las obras de Despeyroux, mantiene la magia de la puesta original. El uso de la tecnología no solo le juega a favor, sino que le permite a Charlo (quien interpretó junto a Noelia Campo a Delmira Agustini en la puesta de Luis Vidal Giorgi, otro personaje "desdoblado") demostrar sus dotes interpretativas.
El punto de partida de la obra es el pedido de Luz de que su hermana la suplante vía Skype con su madre, ya que pronto se va a morir. Pese a la exactitud física el pedido no es fácil, debido a que las hermanas no pueden ser más diferentes. Así, mientras la que está por morir, Luz, es pura positividad y resignación, la otra vive sus heridas en carne viva.
La interacción entre ambas es lograda con una sorprende sincronicidad entre la actuación física y el video, que le permite a la actriz desplegar una variedad de gestos, pausas y registros. Andrómeda, la oscura, que en la mitología griega fue encadenada por su padre a una roca para ser devorada por un monstruo, carga con resentimiento su nombre y es verborrágica, ácida e hiperquinética. Luz, en cambio, habla pausado y con ese dejo de sabiduría que da paz pero resulta a la vez recalcitrante.
Sin embargo, la obra no es maniquea, ya que ni una es tan oscura ni la otra tan luminosa. A su vez, Charlo dota a sus personajes de una ironía tal que uno logra empatizar y reírse a la vez.
También es un logro del texto, que durante poco más de una hora bucea por asuntos de gran profundidad como el abandono, la culpabilidad y el dolor, aunque abre muchas ventanas hacia el humor. Un tema recurrente es el de la espiritualidad, con sesiones de ayahuasca, psicología esotérica y yoguis incluidos, universo del que se habla con acidez y que hará reír seguramente a los que conozcan un poco del tema.
Además aparecen la mitología, la filosofía (Despeyroux es a la vez profesora en esta disciplina) y la literatura, con alusión a Mujercitas, obra infaltable en la construcción de lo femenino para miles de mujeres.
Más allá de las referencias, La realidad es una obra interesante, no pretenciosa, que hace un uso artístico del video novedoso y que permite a Charlo un tour de force actoral conmovedor.
La obra de esta joven autora nacida en Uruguay, pero residente en España desde niña, gira en torno a la relación de dos hermanas gemelas, Andrómeda y Luz. Ambas mantienen un vínculo simbiótico pese a estar separadas, ya que una vive en su país natal y la otra en algún lugar recóndito de India.
Se trata de un unipersonal en la que el diálogo se construye por Skype, con la actriz en el escenario representando a una de las hermanas mientras la otra aparece en un video. Este procedimiento deslumbró a la crítica española en la versión dirigida por la propia Despeyroux y protagonizada por la actriz argentina Fernanda Orazi. El espectáculo, que fue finalista al prestigioso Premio MAX en la categoría Revelación, se presentó además el año pasado en el Teatro Solís durante tres funciones.
La puesta de la directora Silvana Vernazza en La Gringa, la primera versión uruguaya que se hace en el país de las obras de Despeyroux, mantiene la magia de la puesta original. El uso de la tecnología no solo le juega a favor, sino que le permite a Charlo (quien interpretó junto a Noelia Campo a Delmira Agustini en la puesta de Luis Vidal Giorgi, otro personaje "desdoblado") demostrar sus dotes interpretativas.
El punto de partida de la obra es el pedido de Luz de que su hermana la suplante vía Skype con su madre, ya que pronto se va a morir. Pese a la exactitud física el pedido no es fácil, debido a que las hermanas no pueden ser más diferentes. Así, mientras la que está por morir, Luz, es pura positividad y resignación, la otra vive sus heridas en carne viva.
La interacción entre ambas es lograda con una sorprende sincronicidad entre la actuación física y el video, que le permite a la actriz desplegar una variedad de gestos, pausas y registros. Andrómeda, la oscura, que en la mitología griega fue encadenada por su padre a una roca para ser devorada por un monstruo, carga con resentimiento su nombre y es verborrágica, ácida e hiperquinética. Luz, en cambio, habla pausado y con ese dejo de sabiduría que da paz pero resulta a la vez recalcitrante.
Sin embargo, la obra no es maniquea, ya que ni una es tan oscura ni la otra tan luminosa. A su vez, Charlo dota a sus personajes de una ironía tal que uno logra empatizar y reírse a la vez.
También es un logro del texto, que durante poco más de una hora bucea por asuntos de gran profundidad como el abandono, la culpabilidad y el dolor, aunque abre muchas ventanas hacia el humor. Un tema recurrente es el de la espiritualidad, con sesiones de ayahuasca, psicología esotérica y yoguis incluidos, universo del que se habla con acidez y que hará reír seguramente a los que conozcan un poco del tema.
Además aparecen la mitología, la filosofía (Despeyroux es a la vez profesora en esta disciplina) y la literatura, con alusión a Mujercitas, obra infaltable en la construcción de lo femenino para miles de mujeres.
Más allá de las referencias, La realidad es una obra interesante, no pretenciosa, que hace un uso artístico del video novedoso y que permite a Charlo un tour de force actoral conmovedor.
