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Historias paralelas de los lácteos y el arroz

Es demasiada la destrucción de empleo y conocimiento que hay por delante
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08 de diciembre de 2018 a las 05:04

Mientras usted lector camina tirando del carro de un supermercado puede preocuparse por si encontrará el vino que busca, o si encontrará tal o cual producto. Pero sabe, está tranquilo, que va a encontrar leche y arroz. Y que estarán allí a precios accesibles, con calidad previsible. Y si quiere y puede pagar un poco más, sabe que la variedad será importante. La combinación de arroces y quesos que pude lograr es amplia. Y ni que hablar de helados, leches saborizadas, galletas de arroz, aceite de arroz. Gente que se esmera, le busca la vuelta, invierte, arriesga, a veces triunfa, otras empata, y en otras pierde. Sacan de los mejores rendimientos del mundo, valorizan el productor durante el procesamiento, tienen una comunicación inteligente, llegan a vender a China, Argelia, Irak, la Unión Europea. Y se van fundiendo, año tras año.

Eso es así desde hace décadas. Quienes están en ese negocio las han pasado verdes y maduras varias veces. Mientras sus ojos recorren las góndolas escuchando una suave música funcional puede pensar que para el tambero o arrocero que está lejos de una ciudad no es tan fácil lograr la variedad de opciones que se consiguen en Montevideo o Punta del Este, o en otros centros urbanos. Y puede recordar que algo se ha dicho: a los arroceros y productores lecheros, no les está yendo bien, al menos a muchos de ellos.

Tal vez no lo tenga muy presente, porque en este país que una familia que trabajó décadas y generaciones perfeccionando un sistema productivo, atrás de las vacas o siguiendo los cultivos, tenga que abandonar, no es noticia. Se van dos familias lecheras por semana, pero es como reportar la caída de hojas de árboles en otoño. Simplemente pasa. No están los canales de TV filmando el cierre de la portera.
Cuando muy respetuosamente en enero de este año se advirtió que el agro y otros sectores estaban en una situación insostenible, la reacción del poder político en el gobierno fue atrincherarse, cerrarse en lugar de abrirse. Proponer un juego de ajedrez, invocar la formación de mesas de trabajo para enfriar el partido, como intentando que las semanas se fueran sucediendo hasta que pasen las elecciones. Ganar la elección sería ganar la partida y, en principio, productores agropecuarios que protestan son vistos como una amenaza a neutralizar. El objetivo –más que escuchar sus problemas reales– fue la táctica de cansarlos hasta que llegaran cosechas, siembras, el invierno con el Mundial, y así. Hacer tiempo. 

A años luz de ese razonamiento, los pequeños productores lecheros y arroceros acrecientan sus dificultades persistentemente y piden igualdad de condiciones con los demás exportadores del mundo o con otros emprendimientos en Uruguay.
El problema de hacer tiempo es que las elecciones están demasiado lejos y a Uruguay se le están cayendo dos cadenas fundamentales de su vida económica. Es inaceptable, simplemente inaceptable que se caiga la agroindustria lechera y la arrocera. No porque tengan que tener los productores arroceros o lecheros la vida empresarial garantizada y el éxito asegurado por papá Estado –que solo garantiza eso a otras empresas–, sino porque la causa de la crisis lechera y ahora arrocera no está en la productividad agrícola, ni en la calidad de los productos generados. Todo uruguayo sabe que el rendimiento del arroz es récord y que los tamberos son productores totalmente comprometidos con su tierra. Lo grave es que si con la productividad y calidad que logran, que son ejemplo en el mundo, se funden, están indicando sin decirlo que el sistema, el entorno al que se somete a estas empresas, intensivas en energía y mano de obra, es inaceptablemente inhóspito. Al menos para las chicas y medianas.

¿Por qué se ha vuelto tan inhóspito? Por un conjunto de desajustes que los mandos medios negarán hasta que el techo se les caiga en la cabeza. Como en Brasil se vio venir una recesión muy clara pero no hubo cambio de rumbo hasta que fue la mayor recesión de la historia de Brasil y la sociedad harta eligió a Bolsonaro, bueno o malo, pero sin dudas surgido del voto.

¿Por qué se ha vuelto tan inhóspito? Por un conjunto de desajustes que los mandos medios negarán hasta que el techo se les caiga en la cabeza.

Aquí se eligió el ajedrez, pero el ambiente inhóspito sigue. Los agricultores en el medio de la cosecha, jugándose el trabajo del año antes de que llegue una lluvia y les arruine la cosecha –y viene lluvia para el martes– se quedan sin gasoil. El sector arrocero como el lechero se cae, y con las plantas industriales ocupadas se caerá más todavía. Se cae el stock vacuno, se cae el stock ovino, se cae la cantidad de apicultores. Por eso UPM generará una resistencia adicional. Si viniese a sumar a un agro pujante sería bienvenido, pero viene en un momento en el que es hacer leña de productores caídos. Y por si fuera poco, a los vecinos de los lagos del río Negro les inundan los campos de una, sin una mera explicación en esta era de molinos de viento y paneles solares les dicen que se precisa más lago para más energía. Como haciendo suponer que la exigencia de UPM de un caudal mínimo golpea sin aviso a los productores y dejándolo todo bajo sospecha.
Cada semana que pasa es un golpe nuevo, pero hay un filtro de mandos medios que dirá que es la conspiración de Atlanta, o la prensa burguesa, o que albricias. La lucha de clases llega a una nueva etapa, entonces ocupamos, que se fundan y después venga un crédito y pasamos a control obrero de los medios de producción.

¡Es muy grave lo que está pasando, no se puede apostar a mantener el statu quo hasta marzo de 2020! Es demasiada la destrucción de empleo y conocimiento que hay por delante, personas y familias que llevan décadas de dominar una forma de producción o un oficio y que se terminan dedicando a tareas en las que agregan mucho menos valor.
El ciclo es siempre el mismo, primero baja el margen esperado por la actividad, luego el área de producción. Después vienen los problemas en la industria, que con los mismos costos recibe menos materia prima y aumenta su costo por unidad producida. Tras ello vienen las tensones sindicales. Luego los conflictos sindicales y la ocupación. Allí es noticia, la industria está en el CTI y los conflictos aceleran la baja de área. Y finalmente llega el CTI, la ocupación, el cierre, la maniobra parlamentaria para que parezca que se hizo algo y la defunción. Ahí viene la pérdida masiva de empleo. Algunos se reciclarán en los freeshops, otros en las changas, otros en el abigeato. De alguna manera hay que sobre vivir. 

La noticia después pasa. La empresa cerrada pasa al olvido. Si usted, lector urbano, creía que solo había algún problemilla en el sector lechero, sepa que el sector arrocero está igual, que aumentará el desempleo, que siempre es el tema principal, porque sectores que son vanguardia en sus indicadores, orgullo de Uruguay y en el mundo, por razones puramente locales de costos y gremiales se están yendo al tacho. Como sociedad civil damos por sentado que el arroz y los lácteos están allí en las góndolas a un precio accesible, con calidad garantizada, por defecto.

Como antes tenía certeza el uruguayo de encontrar las telas uruguayas y un día quedó todo importado. Como un día tuvo las conservas uruguayas, las frutas y verduras producidas y envasadas aquí y hoy solo queda el uso de aquellas viejas marcas.
Cuando vaya de compras la próxima vez recuerde que los que están produciendo esos alimentos –arroz, leche, carne ovina, miel– son cada vez menos. Puede pensar que son malos empresarios, pero son aquellos que sobrevivieron tablitas, dictaduras, sequías, endeudamientos. Esos que se levantan cada día para generar alimentos son cada vez menos. Las industrias para procesar y envasar esos granos, esa leche, son cada vez menos. Piénselo. No para salir como los chalecos amarillos de París a romper todo o prender fuego los autos de la ciudad. Pero tampoco para mirarlo con una indiferencia insolidaria que proclame simplemente que los pequeños y medianos productores de Uruguay simplemente “no son viables”. Lo que no es viable es sostener el actual statu quo hasta marzo de 2020.

Ahora están las industrias arroceras ocupadas, el paso siguiente será el cierre. Como en lácteos, se desmantelan sectores altamente competitivos en un juego perder/perder originado no se sabe si en una miopía asombrosa de diagnóstico o en un propósito estratégico deliberado. Ya debe haber llegado a la caja registradora con sus lácteos y su arroz.
Sepa que la red de productores que genera esas delicias en Uruguay se está desmantelando. Y que es grave. También para usted. 

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