Mundo > Balance de una gira
Juan Guaidó "está mostrando textura de estadista"
Mientras Juan Guaidó cierra este fin de semana su gira internacional con un gran acto en Miami, la pregunta que tiene a todo el mundo expectante es si finalmente se reunirá con Donald Trump, el líder que más ha apoyado su desafío a la dictadura de Nicolás Maduro y, para muchos de sus seguidores en Venezuela, quien más puede contribuir a la caída del régimen.
Sin embargo, a media tarde del viernes 31 de enero, una cosa ya había quedado clara: si el encuentro habría de producirse, no sería en Washington. Versiones de prensa en la capital estadounidense apuntaban a que la reunión “casi seguro” sería en Florida, donde ambos coincidirán el fin de semana.
En cualquier caso, no parece el broche más adecuado para la tournée de Guaidó. En política, los símbolos a veces son tan importantes como los hechos. La reunión que más le servía al líder venezolano era en Washington, con foto en la Casa Blanca. Y no solo por una cuestión de imagen o seriedad institucional, sino porque allí podía verse también con el secretario general de la OEA, Luis Almagro –el otro gran puntal internacional en su lucha contra la dictadura–, y completar luego todo el carrusel washingtoniano: BID, FMI, Departamento de Estado y rueda de prensa en el National Press Club.
No es lo mismo eso que ser un invitado más a la fiesta del Super Bowl de Trump en Mar-a-Lago.
Como sea, y a pesar de que todos los analistas parecen condicionar el resultado de la gira de Guaidó a ese encuentro puntual, la verdad es que en el balance su viaje ha sido muy positivo.
En Europa, se reunió nada menos que con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, en el Eliseo, con la canciller alemana Angela Merkel en Davos y con el primer ministro británico, Boris Johnson, que lo recibió en la legendaria residencia de Downing Street. Y tras cruzar el charco, tuvo una calurosa bienvenida del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, en Ottawa.
Se reúna o no con Trump este fin de semana, la gira de Guaidó habrá sido objetivamente exitosa. En la Unión Europea, donde su imagen empezaba a sufrir alguna melladura, renovó su influencia con creces y reavivó unos apoyos que son cruciales para la causa de la libertad en Venezuela.
Y a pesar de que el presidente del gobierno español Pedro Sánchez no lo recibió, el acto multitudinario que el venezolano encabezó en la Puerta del Sol y su emotivo discurso allí no solo lo redimieron a él sobradamente, sino que además exhibieron la esquizofrenia del gobierno español en su política hacia Venezuela.
Una vez más, Guaidó ha demostrado creatividad y reflejos para barajar y dar de nuevo ante una situación que le venía siendo adversa hacía ya varios meses, y cuando el régimen más apretaba con bloqueos al Parlamento y cerrando el cerco represivo sobre la oposición. Cuando Maduro creía tener ya todas las respuestas, Guaidó otra vez le cambió las preguntas.
El joven ingeniero de 36 años está mostrando textura de estadista, siempre dispuesto a dar el do de pecho en las condiciones más peligrosas y frente a una de las dictaduras más brutales en la historia de la región. A algunos se les hace fácil criticarlo desde lo alto y mullido de algunas torres de marfil. Estar en sus zapatos no ha de ser nada sencillo. El riesgo que ahora corre de ser apresado tan solo por regresar a su país, es solo una muestra de ello.
