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Juanchi Hounie: "Hay días que digo 'tendría que haberme callado'"

El periodista está en uno de los años con mayor exposición de su carrera. Habla de etiquetas, de la interna de la radio, de política y de sus inicios en televisión, cargados de prejuicios
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30 de agosto de 2019 a las 05:03

La luz del semáforo cambia a verde y la moto acelera. Son casi las dos y media de la tarde en Ciudad Vieja y una fina capa de humo amazónico tapiza la plaza Independencia cubriendo el aire con cierta melancolía, más que la de costumbre. La moto esquiva un par de autos y se estaciona en un rincón frente al hotel Radisson. Un cuidacoches de la plaza se acerca a saludar al conductor mientras se baja y se saca el casco. Es Juanchi Hounie (40), en un ritual que si alguien presta atención probablemente pueda verlo repetirse todos los días. Es parte de esas rutinas mínimas que hacen a Montevideo.

Hounie cruza la calle ágil y se desliza entre un grupo de trajeados que visten corbatas de colores estridentes, tienen los entrecejos arrugados y fuman. Sube las escaleras al costado de la puerta del hotel y un par de accesos y ascensores después ya está entrando a las oficinas de la emisora Del Sol. Cruzando el pasillo principal está la oficina de Fácil desviarse –el programa que conduce junto a Diego “Sapo” Zas– y la del resto de los programas, menos No toquen nada, que tiene una propia.

“¿Viste lo que te mandé por WhatsApp?”, lanza Nicolás Batalla –productor del programa– cuando Hounie apenas pasa el umbral de la puerta. Y Jorge Balmelli –el otro productor– agrega: “Parece que se viralizó el audio de ayer”. Hounie saca el teléfono del bolsillo del vaquero y busca entre sus notificaciones el mensaje. Lo encuentra. Resulta que una serie de declaraciones públicas de un dirigente político, días atrás, inspiraron una sátira en el programa de radio en el que se leyeron los artículos de un proyecto de ley que no existe y propone la “homosexualización” obligatoria para todos los uruguayos. El audio –recortado y editado para intentar hacerlo parecer lo más verosímil posible– se compartió a través de WhatsApp con las caras de Hounie y Zas. “¿Qué hacemos?, ¿lo aclaramos o no?”, cuestiona Zas mientras pelea contra un sándwich de Subway que le mancha los dedos con aderezo. Discuten, gritan, putean, sugieren, divagan, se ríen: una declaración breve al arranque del programa, ese es el veredicto final.

Esas situaciones ya son un clásico en la logística de Fácil desviarse. Es que esa mezcla de periodismo con humor siempre tiene al equipo caminando al filo de la cornisa. Las posibilidades de fracasar y terminar escrachados con estas bromas son exactamente las mismas que las de despertar adulación y fanatismo. Ese riesgo es su apuesta.

Hounie siempre caminó al filo de la cornisa. Motivado, dice, por el impulso de un motor creativo. Podría haber sido en la música –lo intentó varias veces siempre a nivel “amateur desastroso”– la actuación, el diseño o cualquier otra disciplina. Resultó que su mejor chance la tuvo en el periodismo. Solo había en él una certeza: tenía que comunicar.

Para hablar de sus primeros experimentos en la comunicación hay que viajar 20 años atrás, cuando Hounie era apenas un joven irreverente que opinaba de todo, incluso de política. Sus ideas, que lo hacían sentir que podía comerse el mundo, eran apenas levantes de pensamientos ajenos y su ojo crítico estaba anestesiado, o más bien intimidado. El padre de una amiga suya dirigía el vespertino El Diario y lo invitó a publicar algunas columnas de opinión. Lo hizo sin ningún tipo de vergüenza. Hoy, aquella escena le genera ternura.

 

Su primer trabajo frente a las cámaras fue un desafío al diputado Pablo Abdala a que se fumara un porro. El video se publicó en YouTube como parte de un especial de la revista Pimba en el 2005, donde Hounie escribía. También publicó en la revista Freeway hasta que buscó una alternativa a las letras. Escribir le parece un proceso tortuoso. Tanto que en el último tiempo rechazó varias ofertas de editoriales locales para publicar libros. Pasó por TV Ciudad y TNU hasta que lo ficharon para Teledoce, donde hizo Día perfecto, La columna de la gente y Minuto para ganar. Ahora volvió a la pantalla del 12 como panelista de Desayunos informales y Séptimo día.

Pero su lugar está en la radio. Y si bien hoy es Fácil desviarse en Del Sol, ayer fue Suena tremendo en El Espectador.

¿Cómo fue la interna del pase del programa desde El Espectador a Del Sol?

Cuando empezaron los cambios a fines del 2016, luego del anuncio de la llegada de Del Sol, Océano se quedó sin buena parte de la programación y a nosotros empezaron a llegarnos rumores. Decían que iban a venir a buscarnos de Océano y capaz también de Del Sol. Al final no se concretó nada de eso y pasamos a la mañana de El Espectador, donde antes estaba Emiliano Cotelo. Sobre finales de 2017, un año después, nos llamó Iñaki Abadie y nos ofreció lo que hoy es Fácil desviarse.

La propuesta era llevar Suena tremendo a Del Sol, ¿qué pasó con el nombre?

Fuimos a hablar con los dueños de El Espectador en ese momento y les dijimos que nos íbamos a ir porque la propuesta era muy buena en contraste con El Espectador, que estaba manoteando en dulce de leche y en un proceso de decadencia progresiva. Suena tremendo fue un invento nuestro, pero como buenos bambis no registramos el nombre y lo registró El Espectador. Nosotros con Sapo no nos preocupamos nunca de eso. Cuando nos fuimos, uno de los dueños nos dijo que no tenía problema con que nos lleváramos el nombre, pero el otro dueño sí. Nos ofrecimos a comprarlo. En esa negociación los que teníamos que poner la plata éramos Sapo y yo, pero la cifra que pedía estaba fuera del alcance.

¿Cuánto les pidió?

Llegamos a decirle que le dábamos US$ 12 mil y él pedía US$ 20 mil. Quedátelo, le dijimos. Claro que con amargura y mucha calentura. Al final Del Sol terminó comprando El Espectador y ahora el nombre es de ellos. Tendríamos que negociar con Iñaki y el Piñe (Jorge Piñeyrúa) para que nos lo devuelvan.

En una entrevista dijiste que no volverías a estar en un programa como Día perfecto, ¿por qué?

Porque es una etapa superada. Día perfecto fueron las circunstancias. Fue ingresar a un canal potente, al público masivo: la exposición total. No elegí, fue el lugar por donde pude entrar. En el programa se generó un equipo muy interesante, una energía que fue un bautismo de fuego. Llegué a la televisión con muchos prejuicios. No haría un programa como Día perfecto de vuelta porque esa experiencia es irrepetible. Fue un momento que se dio en determinada coyuntura y con determinadas personas e intentar volver a hacer algo parecido sería como hacer la fiesta de la nostalgia.

"Día perfecto fueron las circunstancias. Fue ingresar a un canal potente, al público masivo: la exposición total. No elegí, fue el lugar por donde pude entrar."

¿Tenías prejuicios con la televisión en general o con ese tipo de formatos?

Con ese tipo de formatos. Me parecen sumamente repetitivos y predecibles. Me llevó un tiempo encontrar mi lugar. ¿Qué hago acá?, me preguntaba. Venía de otro lugar, uno más roquero, más under. Estar ahí me generaba cierta incomodidad. Además estaba en el banco de suplentes. Eso cambió. Un día me di cuenta de que si estaba pensando así como suplente, cuando me tocara jugar de titular iba a jugar mal. Entonces tomé la decisión de tratar de comerme la cancha pasara lo que pasara, dijeran lo que dijeran, juzgaran como me juzgaran los que me conocían de otro palo. Cuando me quise acordar estaba conduciendo un programa de formato internacional en la noche del domingo. Lo redisfruté, le terminé de perder miedo a la televisión como monstruo.

Hablás del “qué dirán”, ¿te pesan las etiquetas?

La mejor etiqueta me la puso un loco en Twitter: “el inefable Juanchi Hounie”. Siempre me cayó muy simpática su descripción porque es verdad. Quizá lo que más me calce es que soy indescriptible. Un día puedo estar sentado con un ministro de Economía haciendo una entrevista y al otro con un grupo de adolescentes en un set de televisión jugando un juego casero y haciendo de bufón. Es difícil que no te pese porque siempre te estás alimentando de lo que dice y piensa el otro. Pero desde el momento en el que querés trascender a través de la comunicación, tenés que exponerte a la crítica pública. Cuando te vas enfrentando con las críticas, ahí valorás si le das importancia o no. 

"La mejor etiqueta me la puso un loco en Twitter: “el inefable Juanchi Hounie.”"

Los periodistas están todo el tiempo muy expuestos. Recuerdo un enfrentamiento con la guionista argentina Carolina Aguirre en Fácil desviarse. ¿Cómo manejás estas situaciones? ¿recordás algún momento en el que te viste desbordado?

Lo de Carolina Aguirre pasó porque yo no sabía a quién estaba entrevistando, tenía información mínima. No sabía cuál era su personalidad, resultó ser muy provocadora y me di cuenta en el momento. Resolví dar un paso al costado porque no me gusta eso. Ese tipo de confrontaciones a las que los argentinos están muy acostumbrados yo las desprecio absolutamente porque ahí lo único que pierde es el argumento. Lo que gana es el escándalo y el grito. Sobre el resto, todo el tiempo estoy reflexionando lo que digo al aire y cómo me expongo. Hay días que digo “no tendría que haber dicho esto” o “tendría que haberme callado”.

"Hay días que digo “no tendría que haber dicho esto” o “tendría que haberme callado.”"

¿Alguna vez te costó volver a la radio al día siguiente después de un episodio así?

No, tanto no. Pero hay un momento en que, cuando bajás del torrente sucesivo de cosas que vivís y te mirás un poco desde la perspectiva, capaz que sentís pudor. Periódicamente siento pudor.

En esos momentos, ¿hablás con alguien lo que te pasa?

Lo hablo con Juli, mi esposa, y con mis compañeros de radio. Esas conversaciones siempre las tenemos. Hacemos catarsis.

Más allá de la exposición del aire, ¿cómo te llevás con el medio?

Me pasa que no me siento una figura pública. Muchas veces soy yo el que le saca charla al pistero o al almacenero. Siempre fui un animal social. Siempre me gustó conversar, hablar, discutir, debatir con conocidos y desconocidos. 

 

Pero existe una maquinaria de eventos sociales, fotos, notas, invitaciones de la que no participás mucho, ¿por qué?

No me gusta nada. No me siento parte de ese medio. Es necesario que exista, pero me parece que no es necesario participar.

¿Alguna vez recibiste una bajada de línea en tus trabajos por algo que dijiste o hiciste?

Creo que nadie que todavía esté trabajando en medios te va a decir que recibió alguna bajada de línea, a no ser que se haya ido de ese medio y piense en no volver más. Es una confesión bastante jodida. Yo sé que pasa.

¿A vos te pasó?

No, no me pasó… todavía. Muchas veces se las hacés fácil: no necesitan bajar línea porque te autocensurás. Aunque prefiero que se calienten y me echen. Me iré a hacer otra cosa. Está lindo cuidar el trabajo, todo bien, pero justo estoy en un lugar donde eso no es posible porque soy una persona pública y estoy entrevistando gente pública y toco temas públicos que le interesan a la opinión pública. Cuidar el trabajo no existe.

Tenés un estilo muy combativo para entrevistar, ¿es a propósito? ¿creés que es necesario “pelear” todas las entrevistas?

No. Creo que si una entrevista tiene tiempo puede pasar por varias fases. Hay una parte donde tenés que confrontar porque los políticos quieren pasar su mensaje y su juego muchas veces está cargado de recortes de la realidad. No voy a decir que son mentiras o falacias, pero sí correlatos espurios que hay que interrogar y repreguntar.

"Les exijo a los políticos que sean mucho mejores que nosotros, y si no, para mí, perdieron."

Después de entrevistar a tanto político y conocer la política partidaria desde dentro, ¿estás decepcionado o vas a votar con confianza en estas elecciones?

Uruguay sigue siendo un oasis en Latinoamérica y hay que estar muy despiertos para no imitar dinámicas y conversaciones que como sociedad nos contaminan. Ya está un poco contaminada. Creo que estoy entre los indecisos porque en casi todos veo cosas buenas y cosas malas. Capaz que estoy siendo muy idealista y cuando llegue el momento tendré que ser más pragmático. La política siempre debe ser lo mejor de nosotros y esa es la responsabilidad de los políticos. Los políticos no pueden actuar como actúa un troll en una cuenta de Twitter; tienen que estar muy por encima. Representan a la sociedad, pero no quiere decir que tengan que ser iguales, quiere decir que tienen que ser mejores. Les exijo a los políticos que sean mucho mejores que nosotros, y si no, para mí, perdieron. 
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 

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