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La absolución de Trump

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07 de febrero de 2020 a las 05:02

La manera en que el Senado de Estados Unidos absolvió al presidente Donald Trump de acusaciones pasibles de destitución, el miércoles 5, dejó un sabor amargo sobre la calidad de una democracia que ha sido históricamente un faro para los países de occidente.

No fue una sorpresa que el Senado de mayoría republicana eximiera a Trump de haber cometido abuso de poder (52 a 48) y que también lo exonerara de obstrucción al Congreso (53 a 47), los dos cargos en su contra aprobados el 18 de diciembre por la Cámara de Representantes controlada por los demócratas.

La fuerte polarización política y el férreo control de Trump sobre las huestes republicanas, convirtieron rápidamente la caída del presidente en una fantasía opositora más que en un hecho políticamente asequible. Y ello independientemente de si retuvo o no ayuda militar a Ucrania para presionar a Kiev a investigar a su rival político Joe Biden o si entorpeció o no la investigación del Congreso.

Es el corolario bien ganado por la creciente intolerancia en el ejercicio de la política que está nublando el buen juicio.

Hay dos  imágenes muy sugerentes del martes 4 que muestran descarnadamente el grado de deterioro de la convivencia bipartidista: un presidente que ingresa al hemiciclo del Congreso para el discurso anual sobre el Estado de la Nación y no saluda a la líder demócrata Nancy Pelosi, quien, luego de la oratoria presidencial,  a la vista de todo el mundo, rompe la copia con las palabras de Trump.

El odio visceral está contaminando a las instituciones  donde son cada vez más frecuentes los gestos de desdén como los que tuvieron Trump y Pelosi.

Hay un sistema político con dos relatos excluyentes: para los demócratas, Trump es un presidente que actúa  por encima de la ley; para los republicanos, una víctima de una campaña para impedir su reelección.

Y también la sociedad se expresa en dos bandos: un poco más de la mitad (51%) apoyó la destitución de Trump, mientras que el 46% defendió su permanencia en la Casa Blanca, de acuerdo a una encuesta de Pew Research Center, difundida el 22 de enero.

En ese ambiente era imposible imaginar a senadores demócratas apoyando a Trump durante el juicio político así como la conducta inversa en la bancada republicana. Es por eso que fue el senador republicano Mitt Romney que, al salirse del libreto al apoyar la acusación del delito de abuso de poder, se convirtió en el protagonista en el cierre del juicio político.

Durante el siglo XX, el sistema político estadounidense fue consolidando normas no escritas de tolerancia mutua y de contención junto a instituciones que actuaban como perros guardianes de la democracia.

Pero hoy, en el ejercicio de la política estadounidense prevalece la animosidad de los partidos respecto a la tolerancia mutua; y los perros guardianes del poder legislativo pueden comportarse más como perros de presa al servicio de los partidos, al decir de los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en su libro Cómo mueren las democracias.

Así es que la verdad puede quedar sentenciada. Y si las sanas tradiciones de convivencia política, que han reforzado la estabilidad del sistema y blindado a las instituciones republicanas, empiezan a perder pie, se perjudica la buena salud de la democracia.

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