Rooney Mara en Ellas hablan

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La brutal historia real detrás de Ellas hablan, la película que es la sorpresa de los Oscar 2023

La película de Sarah Polley está nominada a dos premios de la Academia y se estrena el 2 de marzo en Uruguay
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22 de febrero de 2023 a las 05:04

Entró por la puerta de atrás y sin hacer grandes alharacas. Se metió cuando ya todos estaban cerrando la cortina de los nominados, después del griterío de los grandes blockbusters azules, los aviones pilotados por Tom Cruise, los amigos irlandeses y la familia de Steven Spielberg. Pequeña, inesperada y diametralmente opuesta a muchas de las otras opciones que pueblan la categoría a Mejor película de los Oscar 2023, la película Ellas hablan (Women talking) se metió en la carrera sin que (casi) nadie se lo esperara.

Dirigida por Sarah Polley —una favorita del indie estadounidense y que tiene en su legajo películas como Lejos de ella y colaboraciones más o menos exitosas con cineastas como Isabel Coixet—, la promoción de la película se aferra a la pléyade de rostros destacados que guarda su elenco —entre ellos Claire Foy, Rooney Mara, Jessie Buckley, Frances McDormand y Ben Whishaw—, a su lugar actual como representante de las historias post #MeToo que están llegando a la pantalla grande, y a que se basa en una novela homónima de la autora Miriam Toews que, a su vez, está basada en una tétrica historia real que tuvo lugar en Bolivia.

En los papeles, Ellas hablan que se estrena en Uruguay el próximo jueves 2 de marzo— se ubica en el año 2010 y sigue las peripecias de ocho mujeres de una comunidad menonita aislada que de repente ven cómo su fe y su fortaleza se ponen a prueba cuando un crimen colectivo y brutal sale a la luz y queda sobre la mesa: que los hombres con los que viven y crían a sus hijos han drogado y violado durante años a las mujeres del lugar.

Claire Foy y Rooney Mara en Ellas hablan

El crimen de Manitoba

“El camino a Manitoba es polvoriento y el viaje de cuatro horas es terriblemente caluroso. Pero al final, hay una escena que parece salida de un cuento de hadas. Los tanques de leche relucientes se alinean en la entrada de las granjas ubicadas en medio de praderas impecablemente cuidadas. Los niños pasan riendo en un carruaje tirado por caballos en una carretera bien mantenida sin coches ni camiones. Detrás de una manada de gansos corre un grupo de niñas rubias que usan grandes sombreros de paja con lazos oscuros y vestidos floreados. Pero algo ha envenenado este aparente paraíso”.

Así es como empieza 'La obra del diablo': crimen en una remota comunidad religiosa, un texto del periodista argentino Andrés Schipani que se publicó en el medio británico The Guardian el 10 de setiembre de 2009. Esa crónica fue uno de los primeros y más extensos reportajes que revelaron la naturaleza del horror que un grupo de mujeres de la comunidad menonita en el llano de Bolivia vivió entre 2005 y 2009.

Según se informó en aquel momento, en Manitoba, un asentamiento rural ultraconservador menonita en el centro del departamento de Santa Cruz habitado por aproximadamente trescientas familias, varias niñas y mujeres empezaron a notar que era común que se despertaran cada mañana con sangre, dolores fuertes y otras señales de haber sido abusadas sexualmente. 

Siguiendo la línea de las creencias y costumbres de una comunidad que permanece aislada del resto del mundo, la situación enseguida fue desestimada por ser un producto de “la imaginación femenina” o, en todo caso, se atribuía a represalias que los espíritus tomaban contra esas mujeres. Sin embargo, llegó un momento en que ya no se pudo mirar para el otro lado.

Finalmente se descubrió que ocho hombres de la comunidad rociaron repetidas veces un sedante animal en spray sobre las casas de las mujeres para violar de manera crónica a sus vecinas. En una comunidad que por costumbre suele resolver los crímenes y otras situaciones similares barriendo los problemas bajo la alfombra, los jefes más ancianos del colectivo decidieron que necesitaban ayuda externa para alcanzar la justicia.

“Los investigadores que llevan el caso han arrestado a ocho hombres y los están interrogando sobre decenas de presuntas violaciones, pero ahora especulan que el número de víctimas podría llegar a 300. Los ocho hombres, todos menonitas, siete de Manitoba y uno de una comunidad cercana, han sido acusados ​​de abuso infantil y violación. Sus presuntas víctimas van desde niñas de cinco años hasta mujeres de 65 años. (...) ‘Esto es demasiado grande para manejarlo’, dice Johann Klassen, un anciano de la comunidad. ‘Por eso entregamos a estas personas a las autoridades bolivianas. No las queremos de vuelta’”, continúa el artículo de Schipani publicado en su momento.

Ben Whishaw, Rooney Mara y Clarie Foy en Ellas hablan

El saldo del crimen de Manitoba, como se lo llamó, fue que se contaron más de cien víctimas, y que siete de los acusados fueron condenados a 25 años de prisión. Otro hombre, un veterinario de un pueblo vecino que se encargaba de proveer a los violadores del spray necesario para dormir a las mujeres, fue condenado a 15 años.

En las páginas

Ellas hablan, la novela, comienza con la advertencia de que es “una reacción a través de la ficción” de estos hechos, y establece un escenario imaginario: las esposas de los ocho imputados que, ante la perspectiva de la vuelta de sus maridos a la comunidad tras la fianza pagada por los vecinos, deben decidir qué hacer. No hay demasiados puntos de contacto o coincidencias en ellas, pero todas saben que tienen solo tres opciones: no hacer nada, quedarse y pelear, o irse de allí. Tanto esta narración como la película encuentra a las mujeres encerradas, debatiendo los hechos, contrastando opiniones, siendo registradas por un hombre de la comunidad que ha sido expulsado de ella, que ha visto el mundo y que aparece como una suerte de escriba externo.

Es ahí, entonces, donde entra la mirada de Polley, la única mujer que este año ve a su película nominada en la categoría principal de los Oscar, y que ante la pregunta de Vogue de por qué eligió el libro de Towes, contesta así:

“Siempre he sido seguidora de su escritura, y al leer Ellas hablan me entusiasmó mucho la idea de que personas que no estaban de acuerdo con cosas tan fundamentales se unieran y tuvieran que reconocer y abrazar las experiencias de los demás y encontrar un camino a seguir. Juntas. Ellas tienen que llegar a un consenso, y eso sucede cada vez menos en el mundo en que vivimos. Me dio una tremenda sensación de optimismo. El libro también hace preguntas ricas y hermosas sobre la fe, el perdón y la injusticia social frente a la culpabilidad individual. Había tantas cosas al respecto que me parecieron realmente cautivadoras”.

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