La curiosidad, nuestro pasado y el esfuerzo

Hace poco, se festejaron los 160 años del Colegio Alemán de Montevideo y como ex alumno, asistí a uno de los festejos.

Sentado con mi viejo (de casi 88 años) y mi sobrino Juanma (de casi 28), ambos también ex alumnos, en una típica mesa alemana, larga y compartida con otras personas, nos pusimos a conversar de historias pasadas y de cómo el mundo parece acelerarse cada vez mas.

Contaba mi padre que cuando él era joven, las cosas parecían ir mucho mas lento y los cambios, en especial los tecnológicos, no se agolpaban unos tras otros en nuestros sentidos y en nuestro cerebro como pidiendo permiso para entrar de a uno. Uno de esos recuerdos, que parece sacado de una enciclopedia antigua nos mostraba como mi abuela (maestra de escuela pública en Sayago) iba en tranvía desde Sarmiento y Julio Herrera y Reissig a su trabajo y que desde la única casa existente (el resto era campo abierto y algunas incipientes calles de tierra) donde mis abuelos vivían (en Sarmiento y Maggiolo) mi abuelo le había construido un sendero de piedras de casi dos cuadras para que los días de lluvia pudiera llegar a la parada del tranvía sin embarrarse.

Que diferente vivir en esa época y cuanto han cambiado la mayoría de las cosas (digo mayoría porque la lluvia sigue mojando todavía hoy). Mi abuelo, hijo de alemanes pero nacido en Suiza, se formó en base a su propio esfuerzo y de alguna manera u otra, eso trascendió las generaciones. Cuento tras cuento, mi padre nos monopolizó la atención a mi sobrino y a mi. Parecía ser el momento perfecto para poder disfrutarlo y de alguna manera entendernos a nosotros mismos. No son muchas las ocasiones en que uno sin proponérselo, tiene la chance de escuchar cuentos que nunca había escuchado y que eso quede grabado en las generaciones que vienen.

Filosofando un poco mas profundamente, nos pusimos hablar sobre la muerte y sobre lo que cada uno perdería con ella: "si yo pudiera tener una ventanita cada diez años para poder mirar desde el más allá que es lo que ha pasado en este mundo y que cosas nuevas aparecieron, me alcanzaría", sentencio el viejo. Esa frase me dejó pensando mucho y muchas cosas me cerraron en ese momento.

La curiosidad puede ser el motor mas poderoso para una vida feliz. No digo que sea lo único por supuesto, pero ya que no somos inmortales, el ser curioso nos lleva a aprender cosas nuevas todo el tiempo (y por supuesto que también tiene sus peligros pero bien vale la pena correrlos) y aprender nos hace mas felices. El que dude de esto, le sugiero que vea la felicidad que les da a los niños (que en general expresan sus sentimientos sin filtros) cuando aprenden a hacer algo nuevo.

Se supone que esta columna es de emprendedores y de negocios y ustedes dirán: ¿que tiene que ver todo esto con las personas haciendo negocios? Ahí les respondo: tiene TODO que ver. La curiosidad no solo lleva a aprender y "jugar en todas las canchas" sino que nos hace mas felices en todos los ámbitos de la vida, incluyendo los negocios.

Me llevé entonces tres enseñanzas que me gustaría compartir:

1) Preguntemos mucho mas a nuestros padres, tíos y abuelos (los que tienen la suerte de aún tenerlos) porque nos van a decir quienes somos.

2) El esfuerzo siempre rinde, no solo económicamente sino en especial como ejemplo invisible para las generaciones siguientes. Yo nunca había sabido que mi abuela y mi abuelo se esforzaban tanto, pero del poco tiempo que compartí con ellos, me di cuenta que tenían la vida llena logros en base al esfuerzo.

3) La curiosidad es una herramienta que no solo debemos cultivar para nosotros sino que debemos inculcar a nuestros hijos, colaboradores, y por que no a nuestros jefes. ¿Estamos haciendo lo suficiente?