El director de macroeconomía de la plataforma comercial Saxo Markets, Christopher Dembik, ha publicado en los últimos meses varios artículos sobre la inevitabilidad de que la economía del Reino Unido entre en recesión.
Sus previsiones parecen haberse confirmado, según el pronóstico del Banco de Inglaterra que la semana pasada informó que el país entraría en recesión en el último trimestre de este año y que la misma se mantendría hasta mediados de 2025.
“El Reino Unido se está pareciendo cada vez más a un país de economía emergente”, dijo Dimbek en un artículo dado a conocer esta semana, agregando que los síntomas más visibles de ese proceso son la inestabilidad política originada con la renuncia del primer ministro Boris Johnson, las interrupciones del comercio a partir de los cuellos de botella ocasionados por el Brexit y la pandemia, la crisis energética que conlleva el riesgo real de apagones en el próximo invierno y la alta tasa de inflación que, según el Banco de Inglaterra alcanzará un 13 % en octubre de este año.
Uno de los indicadores clave de la marcha de la economía, los patentamientos de autos nuevos, no cesa de caer, lo que también refleja el colapso de la confianza de los consumidores en el futuro económico inmediato de la economía. El número de nuevos patentamientos es el más bajo desde fines de los 70 según Dimbek.
“La economía está destrozada, lo que no logró el Brexit por sí mismo sucedió por la combinación de la pandemia con la inflación”, enfatizó Dimbek en su artículo.
Para el experto, la recesión será larga y profunda y no será fácil salir de ella, con una crisis histórica de crecimiento del costo de vida y los gastos en energía en alza que ya alcanzan un promedio de US$ 4.118 al año en promedio por hogar, sumergiendo a millones de familias en la pobreza, agravada por futuros aumentos para el año que viene.
Según Dembik, el único condimento que falta para que la economía del Reino Unido pueda ser caracterizada plenamente como una “economía emergente” similar a las de México, Brasil o Rumania, es una crisis monetaria, que no se ha producido por la firmeza inesperada de la libra frente a otras divisas. La moneda británica cayó sólo un 0,7 % con respecto al euro y un 1.50 % contra el dólar estadounidense, lo que mostraría cierta fortaleza que no hace previsible una caída pronunciada de su valor.
Pero hay implicancias de largo plazo en la crisis actual, puntualizó Dembik: los trabajadores están ahora en la perspectiva de una crisis como la de los primeros años 30, con salarios congelados, dos años de pérdidas económicas, facturas obscenas de gas y luz y alquileres inalcanzables. Todo lleva a un aumento de la pobreza y la desesperación”.
El Banco de Inglaterra ha proyectado una caída del 3.7% en el ingreso hogareño post-impuestos para los años 2022 y 2023, afectando especialmente a los de más bajos niveles en una realidad que el propio Fondo Monetario Internacional ha ubicado como una de las más golpeadas en Europa por el aumento del costo de vida.
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