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La estremecedora historia de un atleta paralímpico que fue mutilado a los tres años

Jean-Baptiste Alaize perdió a su madre en la guerra civil de Burundi y es uno de los protagonistas del nuevo documental de Netflix sobre los Juegos Paralímpicos
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25 de agosto de 2020 a las 14:42

Masacrado a machetazos, Jean-Baptiste Alaize perdió a su madre y su pierna derecha a los tres años, pero continuó "corriendo para sobrevivir", con garra y humor. Es uno de los protagonistas de un documental Netflix sobre los Juegos Paralímpicos, Rising Phoenix, que se estrena este miércoles.

Bautizó a su prótesis de carrera su Bugatti y sonríe a la vida bajo el sol del estadio de Antibes, donde fue entrevistado por AFP.

Alaize, de 29 años, creció en Burundi y fue adoptado por una familia francesa. En su documental desvela cómo fue salvado por el atletismo, una lección que quiere compartir.

"Durante años, cada vez que cerraba los ojos, tenía flashes, veía a mi madre ser ejecutada delante de mí", explica el campeón de velocidad y salto largo en deporte paralímpico, haciendo el gesto de cortar su garganta.

Su madre fue decapitada ante sus ojos con un machete durante la Guerra Civil de Burundi, en octubre de 1994. Él tenía tres años.

El pequeño niño de la etnia de los tutsi fue dado por muerto. Había recibido cortes en el cuello, en la espalda (tiene una gran cicatriz), en el brazo derecho y en la pierna derecha por parte de los hutus. Se despertó en el hospital, amputado.

"Con mi madre corrimos y corrimos, pero no fuimos capaces de ir lejos, fuimos ejecutados a 40 metros de la casa", recuerda.

Correr... Tuvo la revelación unos diez años después, cuando debutó en un club de atletismo y tuvo su primera noche sin pesadillas desde que sufrió el ataque.

"Para que no me atraparan"

"Desde mis primeros pasos en la pista, tuve la impresión de que necesitaba correr el mayor tiempo posible, para que no me atraparan", recuerda Alaize, con unos lentes de sol estilo Miami, donde vive actualmente.

"Me acuerdo como si fuera ayer de mi primera noche después de aquel entrenamiento. Fue... ¡Guau! Vacié mi espíritu, me sentía libre. Mi energía y mi odio se concentraron en la pista", explica.

"Comprendí que el deporte podía ser mi terapia", agrega.

Antes había intentado la equitación y le gustaba. "Pero era mi caballo el que se desfondaba, no yo".

La psicóloga tampoco había funcionado. "Me hacía hacer círculos y cuadrados, tras algunas sesiones le dije que necesitaba cambiar el método".

Se quedó con el atletismo gracias a un profesor que le captó tras su espectacular remontada para ganar los 4x100 m de su equipo, siendo el último relevo. 

Sus compañeros no sabían que estaban amputado porque lo escondía. Además sufría episodios de racismo: "Me llamaban 'bamboula', 'negro sucio', 'mono'... Fue duro".

Afortunadamente la familia Alaize le dio "el amor que no había tenido durante años": "Cuando llegué aquí no sabía que eso era posible, había perdido esa parte, ser amado. No soy todavía capaz de comprender cómo el racismo ha podido instalarse, veo a mis padres blancos, yo soy un chico negro, me quieren como a un hijo".

Robert y Daniele, sus padres, ya habían adoptado a un niño, de la etnia hutu y procedente de Ruanda, rebautizado Julien. Jean Baptiste se llamaba Mugisha, que significa "el niño de la suerte".

La Federación Francesa de Deporte Discapacitado reparó en el prodigio y empieza a ganar trofeos, entre ellos cuatro títulos mundiales junior: "Comenzó a cambiar mi vida, estaba contento por representar a Francia".

Participa en los Paralímpicos de Londres (2012) y Río (2016) donde termina quinto en salto largo, a cinco centímetros del bronce. Soñaba con una medalla en Tokio 2020, pero el aplazamiento a 2021 le hizo perder a todos sus patrocinadores.

"Sigo buscando para ir a Tokio y París 2024, si no llego, tendré que pasar página, será triste", dice.

Espera que Rising Phoenix le sirva para ganar notoriedad y patrocinios.

"Enamora la pantalla", asegura el productor Ian Bonhote. "Su historia tendrá repercusión, los nueve atletas de nuestro documental han tenido todos recorridos diferentes, pero ninguno ha sufrido lo que ha vivido Jean-Baptiste, su discapacidad fue impuesta de una manera salvaje y violenta".

AFP

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