El título reproduce una vieja frase que se usaba para diseñar y calificar el accionar fiscal del estado, desde el rey en adelante, en todos los formatos. Se consideraba una especial habilidad del gobernante la capacidad para ir extrayendo poco a poco, incesantemente, impuestos crecientes y sobre cuánta manifestación de riqueza hubiera, sin que el efecto sobre la víctima impositiva fuera tan grande como para provocar una reacción, una indignación, un corte de alguna cabeza real, una rebelión. De ese modo, como si se cortase una feta del salame cada día, se terminaba por recaudar lo mismo, pero disimuladamente, empobreciendo al contribuyente, pero sin enojarlo demasiado. Hasta comerse todo el salame. Con el tiempo se transformó en teoría fiscalista, prohijado el concepto por ese gran asesor de autoritarios que fue Maquiavelo.
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