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La necesidad de héroes

El mensaje de Davos es que hay una escasez de nuevas ideas y entusiasmo
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02 de febrero de 2019 a las 05:00

Todo el mundo necesita héroes, incluso los plutócratas de Davos. Pero a la “élite global” se le han acabado las ideas y el entusiasmo.

La semana pasada en los pasillos del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), Kenneth Rogoff, el economista de Harvard, lo resumió: “Éste es el Davos menos estimulante que puedo recordar. Normalmente, hay un país o industria estelar del que todo el mundo habla. Pero este año, ése no ha sido el caso”.

Ese déficit de entusiasmo tiene implicaciones más allá del mundo fácilmente parodiado de la conferencia de Davos. Durante los últimos 30 años, Davos ha sido el mejor lugar para monitorear las ideas y locuras que han emocionado a los ricos y poderosos. Es el lugar donde se formó y promovió el consenso de la elite.

El año pasado, las dos estrellas de Davos fueron fácilmente identificadas. La tecnología de moda era blockchain y el político de moda era el presidente de Francia, Emmanuel Macron. Pero, desde entonces, el índice de popularidad de Macron ha caído casi tan rápidamente como el precio del bitcoin. El presidente francés se quedó en casa este año para lidiar con los descontentos domésticos.

Macron y el bitcoin ahora pueden unirse al creciente club de favoritos descartados de Davos: los países, políticos o industrias que alguna vez se consideraron que representaban el futuro pero cuyas reputaciones han caído en picada.

Los países estrella de los foros anteriores a menudo han sido economías emergentes de rápido crecimiento que, preferiblemente, también eran democracias, o al menos “estaban avanzando en la dirección correcta”. Brasil solía marcar todas estas casillas. En 2010, el WEF otorgó su “Premio a la Estadística Global” a Luis Inácio Lula da Silva, entonces presidente de Brasil, quien había hablado en varios foros anteriores. Lula da Silva parecía estar diseñado para deleitar a Davos. Era un ex radical, que había acogido el capitalismo y la globalización, al tiempo que conservaba sus credenciales como reformador social. La economía de su país estaba creciendo rápidamente.

Pero el Brasil de 2019 acaba de pasar por una profunda recesión y un escándalo de corrupción y el Lula da Silva está encarcelado. Brasil ahora está representado por Jair Bolsonaro, un presidente famoso por insultar a los homosexuales y alabar a los torturadores. Ya que es un defensor de las reformas económicas liberales, Bolsonaro tuvo la oportunidad de reinventarse para la audiencia de Davos. Pero su aparición en el foro de este año fue breve y forzada.

Otros antiguos favoritos de Davos han seguido una trayectoria similar. Turquía fue una vez el país estrella. Su presidente, Recep Tayyip Erdogan, fue aclamado como el modelo de un líder islamista moderado, que presidía un país que era democrático y capitalista. Pero Erdogan salió de Davos en 2009 después de una pelea en el escenario sobre Israel y nunca regresó.

Actualmente, Erdogan es cada vez más autoritario y su país se está tambaleando al borde de una crisis de deuda.

La aparente transformación de la élite rusa de “apparatchiks” sin rostro en capitalistas fuertes y estridentes fue también una de las maravillas del WEF. Pero, desde la invasión de Crimea en 2014, Rusia ha perdido el favor de Davos.

Gran Bretaña decepcionó a Davos al votar por el Brexit y desconcertó a los delegados en la conferencia de este año, al colocar enormes pancartas sobre el Hotel Belvedere proclamando: “El libre comercio es genial”. Donald “Hombre de Aranceles” Trump claramente no es alguien que respaldaría ese eslogan a favor del WEF. El presidente de EEUU se mantuvo alejado del foro este año para lidiar con el cierre de su gobierno.

La afirmación de China de ser “país estrella” también se ha empañado. El crecimiento lento, el creciente antagonismo con EEUU y la política cada vez más autoritaria en el país hacen que el gobierno de Xi Jinping sea cada vez más difícil de vender en Davos. Eso deja a “India Increíble”, como el país se denominó a sí mismo en una campaña de relaciones públicas en Davos 2006.

Narendra Modi, el primer ministro de India, hizo una aparición impactante en el WEF el año pasado. Pero desde entonces, Davos se ha enterado que las reformas económicas se han desacelerado en India y que la independencia del banco central está amenazada, lo que hace que India parezca menos increíble este año.

Como resultado, la búsqueda de este año de países y políticos estrella en Davos bajó hacia el segundo nivel, en el que Austria y Etiopía recibieron atención positiva. Sebastian Kurz, el canciller austriaco de 32 años, tiene un buen desempeño y persigue reformas económicas liberales.

Abiy Ahmed, el primer ministro etíope, en el cargo desde abril de 2018, podría haber sido uno de los héroes de Davos de principios de la década de 1990 debido a sus opiniones sobre la liberación de presos políticos, los tratados de paz con vecinos, la integración económica regional y (por supuesto) la reforma económica liberal. Pero el ánimo global sigue siendo sombrío.

En el pasado, cuando los políticos no han sido una fuente de esperanza, los participantes de Davos han recurrido a la industria en busca de inspiración. Pero los grupos tecnológicos están sumidos en la controversia y el futuro que representan parece cada vez más distópico.

Davos también es el lugar donde las industrias tradicionales se reinventan como empresas del futuro. Las compañías petroleras hablan sobre las energías renovables y las compañías automotrices muestran sus vehículos eléctricos. Pero este año, las compañías petroleras se están recuperando de las desinversiones de los accionistas y las compañías automovilísticas alemanas aún están enfrentando las consecuencias de los escándalos del diésel. Por lo tanto, ese sector no fue motivo de celebración.

Parece que el mundo ha decepcionado a Davos. Pero, tal vez Davos ha decepcionado al mundo. 

 

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