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La pesadilla de vivir con un TOC

Entre 3% y 5% de los uruguayos padecen de trastorno obsesivo compulsivo
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17 de enero de 2016 a las 05:00
Cuando era niño, Juan (nombre ficticio) quería crecer y para ello saltaba frente a un espejo y levantaba los brazos. Otra de sus obsesiones era la muerte de sus padres, pero entre todas las que tenía llegaron a contarle más de 100. Se levanta todos los días a las cinco de la mañana, tres horas antes de entrar a trabajar, para poder realizar todo a tiempo y cumplir con cada una de sus compulsiones. Vive en el quinto piso de un edificio y una de las cosas que debe hacer sí o sí es apretar el botón de encender la luz, subir las escaleras, abrir la puerta y cerrarla antes de que se apague. Si eso no ocurre tiene que repetir el procedimiento. A veces le sucede que se queda trancado con la mano en el pestillo por horas porque no sabe si efectivamente quedó apagada, hasta que un imprevisto, como una llamada de teléfono, lo distrae.

El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) es una enfermedad crónica que atormenta a más de 100.000 uruguayos y muchos de ellos no lo saben. Tener una obsesión con la limpieza, el orden o la simetría; acumular objetos indiscriminadamente; o tener la necesidad de chequear si se realizaron ciertas acciones, son algunas de las compulsiones que realizan las personas que padecen este trastorno y podrían ser los indicadores para las que no saben.

Todo empieza con obsesiones, que son ideas, imágenes, conceptos, conductas, temores o cualquier cosa que se entrometa en el pensamiento de una persona de forma permanente y le genera molestia. Ideas "inapropiadas" que avergüenzan, generan ansiedad y malestar, de las que los enfermos son conscientes que son absurdas pero los invaden. El temor a dañar a alguien, ideas perturbadoras acerca de la sexualidad o el temor excesivo a los gérmenes pueden ser obsesiones.

"Todos tenemos rasgos obsesivos compulsivos, en mayor o menor grado, el problema es cuando interfieren con el buen funcionamiento de la vida", aseguró a El Observador el psiquiatra Álvaro Rodríguez, coordinador de la Asociación de Obsesivos Compulsivos (AOC), que se especializa en TOC desde hace más de 15 años. Todas las obsesiones son adaptativas para el especialista: es bueno ser limpio, ahorrativo, ordenado, pero cuando ese orden pasa a cobrar tanta importancia que supera la significación del orden, es un problema.

A partir de las obsesiones, surgen las compulsiones, que son los actos que buscan eliminar esas ideas que atormentan y que angustian a los que las padecen, como la necesidad de comprobar, antes de salir, si la llave de la garrafa está prendida, o si la luz quedó efectivamente apagada. "Es un cuento de nunca acabar", definió el especialista.

Seres solitarios

Las personas que tienen este trastorno de ansiedad suelen no poder compartirlo con nadie, saben que las obsesiones son absurdas, y esto los transforma en "seres solitarios", según Rodríguez. Los que lo consultan por este trastorno tienen empleos de peor calidad, se divorcian más veces, tienen menos hijos, todos los ítems del desarrollo personal están en déficit y por lo tanto sufren y padecen de angustia. Este trastorno muchas veces surge a partir de otra enfermedad, como puede ser la depresión.

En la mayoría de los individuos que padecen este trastorno, ocurre que a veces la obsesión desaparece, pero las acciones que fueron compulsiones se mantienen y se transforman en rituales. "Yo tenía miedo a los gérmenes, luego lo perdí, pero me sigo lavando las manos quinientas veces por día. Ahora es un ritual porque no está conectado a la idea de que estoy contaminado", ejemplificó el psiquiatra. La acumulación indiscriminada de objetos, la obsesión con la limpieza y el temor a contaminarse, la dominación de la exactitud o simetría en el orden o la necesidad de chequear luego de tener la sensación de que quedó algo abierto pueden ser algunas de las acciones típicas de los obsesivos compulsivos.

Brecha en el tratamiento

El trastorno obsesivo compulsivo es de peor evolución cuanto más temprano se manifieste. Los hombres tienen mayor predisposición a tener una peor evolución y esto se acentúa en los casos en que el TOC surgió en existencia de otra enfermedad, como la depresión.

La luna de miel del tratamiento

El tratamiento tiene dos pilares: el psicológico y el biológico, es decir las medicinas, que se utilizan en "dosis heroicas" para proceder ante esta enfermedad, según Rodríguez. La medicación está muy estandarizada en Uruguay, tanto en los centros de salud pública como privada, informó Rodríguez y costaría unos $ 4.000 por mes, en los casos más graves. Pero tiene varios pasos porque luego de "una luna de miel", los medicamentos dejan de hacer efecto y los pacientes deben utilizar otro.

"En Uruguay existe una brecha en la atención general en salud mental muy grande entre los que necesitan la atención y los que realmente se están tratando", dijo a El Observador Ariel Montalbán, psiquiatra y director del Programa de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública. En ese sentido, aseguró que las autoridades sanitarias están trabajando para que las personas puedan acceder a todos los recursos terapéuticos disponibles, y definirán la realidad de cada problemática de salud mental. Buscan asegurar al paciente una accesibilidad, continuidad y calidad de la atención.

Los antidepresivos mejoran a todos los pacientes con TOC, en un principio, pero gran cantidad de ellos recaen, por lo que se procede con el siguiente tratamiento: los ahorradores de serotonina, como el valium. El siguiente son fármacos potenciadores de dopamina, otro neurotransmisor que tiene funciones en el movimiento, la memoria, el comportamiento, el sueño o el humor de la persona, y cuyo exceso o deficiencia es la causa de varias enfermedades como el Parkinson o la adicción a las drogas.

Solo 5% de pacientes tienen una mala evolución y es a los que se les realiza cirugía o "tratamientos raros", pero en Uruguay se hizo solo una, y "fue un desastre" porque no dio resultados, según indicó el psiquiatra Álvaro Rodríguez.

La Asociación de Obsesivos Compulsivos es una organización sin fines de lucro que está en una "crisis de crecimiento", según su coordinador. En seis meses pasaron de tener 30 socios a tener más de 500. Actualmente hay tres grupos de autoayuda en formación y más de 60 pacientes que están en una lista de espera para empezar a tratarse por padecer el trastorno, a pesar de que "hay mucha gente que quiere entrar pero le da vergüenza".

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