Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Estilo de vida > CULTURA

La vida en el Frigorífico Anglo, la "cocina del mundo"

La historia del Frigorífico Anglo, declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, contada a través de quienes dedicaron su vida a trabajar allí
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11 de julio de 2015 a las 05:00
El Río Uruguay está tranquilo. El agua se mueve en silencio entre los viejos pilares de un muelle de carga abandonado. La madera ennegrecida está podrida, pero la estructura se mantiene. José Milessi lo reconstruyó junto a cuatro compañeros en 1972, cuando era la puerta de salida de la producción local a Europa.

Ese fue apenas uno de los trabajos que Milessi realizó en el Frigorífico Anglo entre 1948 y el cierre del complejo en 1979. Cuando ingresó trabajaba en la grasería, donde se procesaba la grasa de segunda calidad de los animales faenados para producir jabón. Luego pasó al óleo, donde se procesaban por día 22 mil kilos de grasa comestible, con el fin de exportarla a Europa, como la mayor parte de los productos que se producían en la fábrica, donde se llegaron a elaborar 200 productos diferentes.

"Todo se exportaba", recuerda Milessi. Los huesos de los animales, por ejemplo, se utilizaban para elaborar placas para radiografías y rollos de película. Incluso se usaban las piedras que se sacaban de los estómagos de los animales.

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Este hombre de 85 años también fabricó los toneles de madera en los que se exportaba la grasa, antes de pasar a trabajar en el muelle. Es ese muelle que se ubica frente a la enorme mole de cemento y ladrillos que era el antiguo almacén de frío, donde en el costado todavía se puede leer (aunque apenas) la palabra "Anglo".

Allí se almacenaba todo lo que provenía desde la fábrica, aunque el primer paso era la faena. Cada día se mataban entre 1.400 y 1.600 vacunos. Florencio Silva fue el encargado de hacer ese trabajo durante 40 años.

Silva, que hoy tiene 99 años, ingresó a los 21 como empleado efectivo, tras dos años haciendo "changas" para el frigorífico. Entraba a las 6 de la mañana y en 8 horas mataba junto a otros 16 empleados a los animales, de los que se obtenía el charque, la carne que se utilizaba para elaborar el producto insignia de la fábrica, el corned beef.

Compromiso cárnico

Milessi y Silva coinciden en varios puntos al recordar su vida de trabajo en el frigorífico. Uno de ellos es la dedicación absoluta de los empleados. Milessi, como funcionario de mantenimiento, trabajó varios fines de semana y feriados. Incluso una Navidad lo encontró en el muelle, festejando junto a los marineros que tripulaban un barco turco. A Silva lo iban a buscar de noche a su casa si lo necesitaban en la empresa.

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Florencio Silva, de 99 años, trabajó entre 1941 y 1979 como charqueador en el Frigorífico Anglo
La compañía, que en su momento de mayor esplendor llegó a albergar a 5 mil empleados, los trataba bien y hasta les daba carne todos los días. Aún así, siempre había lugar para alguna viveza criolla. Silva y sus compañeros, por ejemplo, sacaban el mondongo (tripas) de los animales y se lo pasaban de contrabando por el caño maestro que llevaba los desperdicios al río, donde otro empleado lo esperaba.

Los exempleados recuerdan los estrictos controles de calidad a los que eran sometidos los productos destinados a la exportación.

Raúl Goñi, director del Museo de la Revolución Industrial que se ubica en las instalaciones del almacén de materiales y las oficinas de la fábrica, explica que las condiciones de trabajo eran precarias en los orígenes del emprendimiento, en 1865. Los empleados, que portaban 60 nacionalidades distintas de Europa, Asia y América, venían solamente a trabajar, a recibir un salario y poner el pan sobre la mesa, por lo que las condiciones no importaban. Pero con el tiempo la situación fue mejorando, con conquistas importantes.

Por ejemplo, en 1902 se reconoció a la mujer como trabajadora a la par que el hombre, no a nivel salarial pero sí de beneficios, cuenta Goñi. Los únicos momentos de tensión fueron en los años de 1950 cuando las negociaciones salariales entre la empresa y sus funcionarios derivaron en una marcha de 250 personas a pie hacia Montevideo, para reclamarle al gobierno mejores salarios.

Milessi fue uno de esos empleados y recuerda que el motivo de disputa consistía en que el Frigorífico pretendía cambiar la carne que les daba cada día (un kilo de pulpa y uno de puchero) por dinero. Pero los montos no eran equivalentes.

Cambio de firma

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Pero más allá de estos casos puntuales, la relación con los patrones siempre fue buena, incluso cuando los "gringos", como los llama Silva, se fueron. De hecho, el antiguo charqueador sospecha que los ingleses se fueron sin cobrarle lo adeudado al gobierno nacional.

Milessi cree que los ingleses se fueron porque el negocio ya no les servía y aguantaron hasta que el gobierno no los respaldó más económicamente. "Fray Bentos vivía de esto. El gobierno ponía plata, entonces, trabajaban. Se fueron porque ya no les servía. Además, este frigorífico le quitaba cuota de producción a los frigoríficos del sur, que eran de los jerarcas del gobierno, por lo que no les servía la competencia", dice.

A su vez, Milessi cree que los ingleses no hicieron grandes obras de reparación en el complejo fabril porque su intención no era quedarse más de 20 años.

El Frigorífico pasó de la alemana Lemco a la compañía inglesa Vestey, que lo denominó Frigorífico Anglo.

La cuestión, según Milessi, fue que el estallido de la segunda guerra mundial determinó que los propietarios británicos se terminaran quedando más tiempo porque necesitaban producir la comida que era entregada a los soldados en el frente de batalla.

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Goñi cuenta que en 1943, en pleno auge del conflicto, se produjeron unas 16 millones de latas de conserva de corned beef. "El mayor esplendor del Frigorífico fue en el peor momento de la humanidad", opina Goñi.

La decadencia del lugar se produjo a lo largo de las décadas de 1960 y 1970, en los que una serie de razones llevaron al cierre del lugar. Entre ellos se cuentan la nunca comprobada existencia de un germen que ocasionó una epidemia de fiebre tifoidea en Aberdeen, Escocia, la caída del mercado mundial de la carne, el incremento de la competencia, el aumento de los costos de mantenimiento y la obsolescencia de la maquinaria, que no valía la pena renovar considerando los costos. Todo esto llevó a que en julio de 1979 se realizara la última faena, antes del cierre definitivo en octubre de ese año.

Desde 1971 el frigorífico estaba en manos del estado, con la denominación Frigorífico Fray Bentos, aunque el cierre fue inevitable. Silva recuerda que cuando sucedió "nadie dijo una palabra". Milessi asegura que fue un "impacto" para la ciudad entera, pero no hubo reclamos. Explica que se aprobó una ley para jubilar a los empleados, tuvieran los años necesarios de trabajo o no.

La salvación

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Tras el cierre vino la etapa de abandono, aunque gracias a iniciativas populares y gubernamentales se logró evitar la demolición del sitio. El flamante intendente de Río Negro, Oscar Terzaghi, destaca la labor de sus antecesores que, a pesar de pertenecer a diferentes colectividades políticas, trabajaron hacia el objetivo común de proteger el lugar. Esos esfuerzos llegaron a su punto culminante el pasado domingo cuando la Unesco denominó el "paisaje industrial Fray Bentos" como Patrimonio de la Humanidad.

Este paisaje de unas 270 hectáreas está compuesto no solo por el conjunto de metal, ladrillos, cemento, madera e historia que es el frigorífico, sino también por el barrio Anglo, que lo circunda y que parece un fragmento de una ciudad del norte de Inglaterra. Esas pequeñas casas de techo de chapa y diseño idéntico fueron las residencias de empleados y jefes. Se incluye también el antiguo hospital y la escuela para los funcionarios y sus hijos, ubicada exactamente encima de las máquinas que fabricaban el extracto de carne y que todavía reposan ahí hoy, oxidadas y polvorientas, pero aún imponentes.

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A su vez se incluye el club de golf y de tenis allí ubicados, e incluso abarca el casco viejo de Fray Bentos, conectado al barrio Anglo por la rambla que bordea el Río Uruguay.

"Gracias a la historia, a la geografía, a aquellos emprendedores que vinieron y vieron en este lugar un crisol de posibilidades, que ahora cabe a nuestra generación potenciarlo hacia el futuro", dice Goñi.

Terzaghi concuerda que ahora el gobierno departamental y el nacional tienen la responsabilidad de proteger el sitio y potenciarlo turísticamente, para lo que planean incluirlo en un circuito patrimonial junto a Colonia del Sacramento, Carmelo, la Playa de la Agraciada y los saladeros de Paysandú.

Unesco informó a los responsables del sitio que el turismo se incrementará en 40%, solo desde Europa, un sitio donde los productos producidos en Fray Bentos representaron la salvación en un momento difícil. Como afirma Goñi: "Fuimos solidarios a través de la comida cuando la humanidad lo precisaba".

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Cronología


1865. La Liebig's Extract of Meat Company (Lemco) inaugura el frigorífico.

1883. Se instala allí la primera red eléctrica del país.

1924. El sitio pasa a manos inglesas y pasa a llamarse Frigorífico Anglo.

1971. Los ingleses se retiran y la fábrica pasa a manos del gobierno uruguayo.

1979. La fábrica cierra definitivamente.

2015. Es declarado Patrimonio Histórico de la Humanidad por Unesco.

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