La economía circular, un concepto desarrollado en la década de 1980 por los economistas David Pearce y Kerry Turner, basándose en el principio de funcionamiento de la naturaleza y que procura aprovechar al máximo los recursos de los que dispone la humanidad, donde todo lo que tiene valor se aprovecha, viene ganando terreno en todo el mundo.
En Costa Rica, criadas en granjas verticales y atiborradas con desechos de frutas, las larvas de mosca se convirtieron en alimento para animales y pilar de un emprendimiento. En la localidad agrícola de Guápiles, a 60 kilómetros al norte de la capital San José, una innovadora empresa puso a trabajar en 2018 a las moscas que rondaban los cultivos.
La mosca soldado negra, cuyo nombre científico es Hermetia illucens, es nativa de climas tropicales como el costarricense, y sus larvas engullen sin cesar residuos orgánicos. "Es una proteína de alta calidad", dice Miguel Carmona, presidente de ProNuvo, la empresa que desarrolló la iniciativa.
“Las larvas de mosca se convierten en proteínas más saludables para la alimentación de animales. Su producción, además, tiene un menor impacto en el medioambiente que los alimentos a base de proteína animal o vegetal”, explica Carmona.
Los productos finales se exportan como larvas secas, proteína en polvo y aceite de insecto, por ahora sólo a Estados Unidos, aunque una empresa de piscicultura en Costa Rica ya lo utiliza en su criadero de tilapias en el norte del país, una especie que tiene una alta demanda en el mercado estadounidense y caribeño.
El emprendimiento dispone de todo lo necesario en el lugar. Las moscas, endémicas en la región, son criadas en jaulas dentro de un invernadero a unos 40°C y con alta humedad. Ahí viven por una semana y depositan unos 500 huevos cada una antes de morir.
Cuatro días después, los huevos eclosionan y las larvas comienzan a alimentarse por 14 días de los desechos orgánicos de plantaciones de banano, mango y papaya de la región hasta engordar 10.000 veces su peso, explica Carmona.
A esas larvas, después, se las convierte en proteínas, aceites y grasas ricas para la alimentación de animales, en especial para los criados en granjas. Además, los excrementos depositados por las larvas constituyen un abono ideal para las mismas plantaciones de frutales.
"Estamos practicando la economía circular usando desechos de otras industrias para hacer una proteína de alta calidad sin tener los impactos del medioambiente que tiene hoy día la sobrepesca, la soja y el ganado", destaca Carmona.
La proteína de insectos es una alternativa sustentable a la animal o vegetal. En Europa, por ejemplo, ya está autorizada para el consumo humano y se comercializa en supermercados como pasta, o bien en presentaciones deshidratadas.
Según los expertos, la producción de una tonelada de carne de res necesita unos 30.000 metros cuadrados de superficie y la de soja no menos de 3.000 metros cuadrados. En una granja de larvas de mosca se consigue el mismo rendimiento en apenas 300 metros cuadrados.
Esto en un contexto en el que la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) señala que el 30% de la superficie del planeta está dedicada a ganadería y vastas extensiones son deforestadas a diario para la producción, lo que se traduce en una menor área arbórea de absorción de dióxido de carbono.
El emprendimiento de Carmona también implica un ahorro en el consumo de agua. Para producir una tonelada de proteína de res se requieren 15,4 millones de litros de agua y para cultivos de soja 1,6 millones de litros. Las larvas sólo consumen 10.000 litros.
La cría de larvas para la producción de proteínas suma otra ventaja: el tiempo del ciclo. Carmona explica que producir una tonelada de proteína mediante el cultivo de soja conlleva seis meses y mediante la cría de ganado vacuno, no menos de 36 meses. Hacerlo con moscas apenas 14 días.
La granja de Carmona es única en Costa Rica y una de las primeras en América latina. Sin embargo, la mosca soldado negro ya forma parte del trabajo de otras innovaciones similares destinadas a la producción de fertilizantes orgánicos en Kenia y Uganda ante el incremento de los precios a raíz de la guerra entre Rusia y Ucrania.
La FAO sugirió en varias ocasiones que algunos insectos, ricos en vitaminas y proteínas, incluso pueden ser una fuente de alimentos para las futuras generaciones. De hecho, unas 2.000 especies ya se consumen en algunos países de Asia, América y África.
En ese contexto, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) dio luz verde a principios de este año a la venta de larvas de gusano de harina y grillos en polvo, ya sea en forma de pasta, deshidratados o parcialmente desgrasados.
Entre otras consideraciones, uno de los motivos aducidos por el organismo señala que entre el 35% y el 60% del peso seco de los insectos está constituido por proteínas. Otro argumento a favor: que los insectos son más eficientes que el ganado a la hora de transformar las calorías de su alimento en proteínas.
Por lo pronto, un puñado de estudios trató de calcular los daños medioambientales derivados del consumo de insectos para compararlos con los ocasionados por la agricultura y la ganadería.
Una investigación de 2021, calculó el ciclo de vida de los insectos aptos para consumos humano y lo comparó con la cría de pollos. El estudio reveló que la proteína de los gusanos requiere un 70% menos de tierra y emite un 23% menos de gases invernaderos que la misma cantidad de proteína obtenida de los pollos.
Carmona, por lo pronto, ve lejana la posibilidad de que los insectos puedan incorporarse masivamente a la dieta de los humanos, aunque no lo descarta. De hecho, destaca que, en algunos países, como en México y varios del sudeste Asiático constituyen parte de la dieta, e incluso son considerados manjares.
(Con información de AFP)