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Las cinéphilas, un documental que con la pandemia se resignifica y recupera el amor por el cine

Las cinéphilas, un documental que se puede ver en la plataforma +Cinemateca, cobra otro significado en pandemia al retratar al espectro de la población que fue más golpeado por el cierre de los espectáculos públicos
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17 de mayo de 2021 a las 05:10

Se extraña el cine. Se extraña mucho.

La imagen de la butaca, el encuentro con la pantalla gigante y esa sensación de que el estómago se contrae cuando las luces se apagan se antojan hoy imágenes residuales de algún sueño mucho más luminoso que el que estamos viviendo. En medio de tantos colapsos —sanitarios, económicos, mentales— parece hasta atrevido o violento mencionarlo, pero lo cierto es que en Uruguay actualmente estamos sufriendo otra crisis más: la del acceso a la cultura. Y para quienes la siguen de cerca y se alimentan real y espiritualmente de ese universo, pega fuerte y duele. Es un hecho: los espectáculos públicos generan trabajo, pero también anticuerpos.

Por eso la llegada de la plataforma +Cinemateca hace algunas semanas fue una especie de relámpago de optimismo. Un bálsamo. 

Con los espectáculos prohibidos desde hace ya más de tres meses, este nuevo servicio de streaming de la institución aterrizó para ocupar un lugar como sala alternativa e intentar, de alguna manera, paliar la angustia de quienes recorrían sus pasillos cuando las puertas todavía estaban abiertas. De quienes hacían girar buena parte de sus ratos de ocio en torno a esas salas. Entre las producciones que se pueden encontrar en el catálogo que Cinemateca puso a disposición en esta nueva herramienta –catálogo que, por otro lado, agrega más contenido mes a mes– hay un documental argentino/uruguayo que se estrenó en 2017 y que visto a la luz de lo que estamos viviendo, resuena de una manera particular.

Se trata de Las cinéphilas, una película de la argentina María Álvarez que retrata a un grupo de mujeres jubiladas de Uruguay, Argentina y España que comparten el gusto, o mejor dicho la pasión acérrima, por el cine. Como si se tratara de una especie aparte —el título juega con la idea del “nombre científico”—, la vida de estas mujeres de la tercera edad gira en torno a la gran pantalla: es su programa diario, es a lo que le dedican la mayor parte de sus pensamientos, es donde encuentran el escape a sus vidas ajadas, donde escuchan otras voces, encuentran otras miradas, conectan con otra gente.

En ese marco, el relato se pasea entre las hilarantes obsesiones de una cinéfila de Mar de Plata que no atiende llamados mientras dura el festival de cine esa ciudad, la historia de una mujer de Buenos Aires que alterna la sala con un grupo de lectura de la obra de Marcel Proust y la de una española que lleva las riendas de su pasión cinéfila con frescura y desparpajo. 

La que sobresale, sin embargo, es la cinéfila uruguaya: Lucía. Viuda, residente del Barrio Sur, asidua espectadora del Cine Universitario, de una memoria prodigiosa para recordar escenas de películas y con una lengua tan afilada como certera, la uruguaya es el corazón del relato. Es la que suelta las frases más contundentes, la que no tiene reparos en hablar de la soledad, de la inminencia de la muerte, aquella que revela, al final, la verdadera naturaleza crepuscular del documental.

Lucía, la cinéfila uruguaya

La historia de Lucía es, además, la que en este mayo de 2021 pega más fuerte. En Las cinéphilas ella es la cara visible de un sector de la población que había hecho de la sala de cine su hábitat, que había encontrado en la función tempranera de las cinco de la tarde el sentido de la vida. Es inevitable, entonces, pensar en ella y en el resto de quienes bordean el ocaso de la vida cuando las salas siguen cerradas, cuando todavía parece estar distante la vuelta de los espectáculos públicos.

Las cinéphilas, entonces, hoy funciona de un modo que, seguramente, su directora jamás previó cuando la pensó: es un recordatorio, un aviso de que el arte sana, de que el cine cura y hace vivir. Que puede ser el núcleo de la existencia emocional de muchos de aquellos a los que, con la clausura, pretendemos cuidar. Esos que, como Lucía, estarán repasando escenas de Casablanca en su cabeza esperando ansiosos el momento de sentarse una vez más ante la pantalla con las luces apagadas. Y así, volver a vivir. 

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