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Las matemáticas, la ética y los valores

La reforma educativa debe incluir la enseñanza de valores para que no se termine de perder la importancia de la ética en todos sus campos
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21 de julio de 2019 a las 05:00

Le preguntaron al gran matemático árabe Al-Khawarizmi, uno de los padres del álgebra, que vivió entre el año 780 y el 850, sobre el valor del ser humano, y este respondió con la siguiente fórmula:

“Si tiene ética, entonces su valor es = 1. Si además es inteligente, agréguele un cero y su valor será = 10. Si también es rico, súmele otro 0 y será = 100. Si por sobre todo eso es, además, una bella persona, agréguele otro 0 y su valor será = 1000. Pero, si pierde el 1, que corresponde a la ética, perderá todo su valor pues, solamente le quedarán los ceros”.

Gran verdad esta simple y sencilla fórmula del matemático Al-Khawarizmi. Todo el edificio, tanto el social como el individual, se sustenta en la ética. Si la ética falla, todo se viene abajo, y más pronto que tarde: la política, la economía, el arte, la cultura, el estado de derecho, la vida en sociedad. Ya lo dijo el gran Agustín de Hipona: “Un Estado que no se rigiera según la justicia se reduciría a una gran banda de ladrones”. Y aquí podemos usar como sinónimos “ética” y “justicia”. Un estado sin justicia, sin ética en sus autoridades no tiene más forma de gobierno que la ley del más fuerte, la ley de la selva, en definitiva.

Estas definiciones del matemático árabe Al-Khawarizmi y de San Agustín, por lejanas que nos parezcan, nos ayudan a comprender mejor la afirmación del empresario chino Jack Ma sobre la necesidad de un cambio radical en la forma de educar. Una educación no basada en conocimientos, que se pueden repetir mediante inteligencia artificial que un algoritmo o un robot pueda suplantar trabajo humano. Lo que según Ma no se podrá suplantar nunca por una máquina, es una educación que se dirija a inculcar las habilidades necesarias que incluyen edificar valores, fomentar el pensamiento independiente, cuidado de los otros, trabajo en equipo.

Y la ética es una parte de esos valores que no pueden reproducir las máquinas por más avanzadas que sean. Dentro de estos valores se encuentra también la ética de la responsabilidad frente a las decisiones que uno toma, la ética de la cultura del trabajo que se viene resquebrajando a pasos agigantados en muchas partes del mundo, la ética de la ayuda a los demás colegas cuando están sobrepasados o cuando no ven la solución o cuando el peso de trabajo los agobia o cuando el trabajo en equipo potencia capacidades.

De hablar y de enseñar valores se debería tratar, por encima de todo, la reforma educativa que debemos emprender sin más demora. Una reforma que no rebaje los estándares de exigencia curricular para que todos pasen de grado y se reduzca la tasa de repetición o de reprobación, algo que se propone desde muchas autoridades de la enseñanza uruguaya que no quieren ser mal evaluadas internacionalmente o por la comparación con sus propios resultados en años anteriores.

No se trata solamente de mejorar el nivel de conocimientos para que los jóvenes puedan aprobar Primaria o Secundaria. Ello es obviamente necesario, pero si no educamos en valores, (y hay que reconocer que las autoridades educativas de los últimos lustros se han esforzado en eyectar los valores de las aulas so pretexto de una mal entendida laicidad y so pretexto de no exigir esfuerzo en momentos de la vida donde se forma el carácter) todo lo que pueda enseñarse tendrá un valor relativo y además efímero a medida que la automatización avance.

Pero esto no es solo un problema uruguayo sino mundial. Por ejemplo, las grandes escuelas de negocios, donde se forman muchos de los principales dirigentes empresariales, se han visto obligadas a repensar sus currículos y sus métodos de enseñanza al darse cuenta de que la ética quedaba por fuera de ellos. Y como consecuencia, esa ausencia se manifestaba luego en comportamientos empresariales tendientes a su maximización del beneficio a toda costa pasando por encima de personas, de reglas y de normas: volvíamos a la ley de la selva, a la ley del más fuerte, a la ley de que los fines justifican los medios.

Es importante, por tanto, que ante la contienda electoral que se avecina, los candidatos no se concentren únicamente en propuestas y programas de mejora material de la sociedad. Esas propuestas son necesarias, pero si no van acompañadas de propuestas en valores, del fomento del pensamiento independiente y del respeto a quien piensa distinto, de poco o nada servirán. Quizá se arregle el déficit fiscal o la tasa de inflación o se mejore el desempeño económico. Pero no habrá una base sólida para que la democracia y la libertad prosperen y estaremos a los vientos de los populistas y embaucadores de todos los pelos. Si ello ocurre, las personas perderán todo el valor y estaremos gobernados sin justicia. Será el sálvese quien pueda. Podremos tener prosperidad por un rato, pero las bases de la misma serán frágiles como la arcilla 

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