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Las mujeres y los cargos políticos de decisión: una historia que avanza lento

A lo largo de casi dos siglos de vida independiente, Uruguay solo tuvo 17 ministras; la mayoría del FA
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10 de marzo de 2019 a las 05:00

Fueron 41 días pero bastaron para romper el techo de cristal. Cuando Alba Roballo asumió, el 3 de mayo de 1968 el Ministerio de Cultura del gobierno de Jorge Pacheco Areco quebró 140 años de hegemonía masculina en cargos de confianza en el Poder Ejecutivo. Su periplo duró poco: la colorada que tres años más tarde pasaría a las filas del Frente Amplio, renunció el 13 de junio cuando fueron aprobada las medidas prontas de seguridad. Pero la historia ya había sido transformada. 

En la próxima década Uruguay cumplirá dos siglos de vida independiente en los que la participación política de mujeres, sobre todo en cargos ejecutivos y de confianza, estuvo sumamente limitada. 

Uruguay fue el primer país de América Latina en aprobar el derecho de la mujer de ser electora y elegible, en 1932, sin embargo a diferencia de varios países de la región –Argentina, Brasil, Chile, Panamá, Nicaragua, Jamaica, Trinidad y Tobago y Costa Rica– Uruguay jamás tuvo una presidenta y la primera mujer en ser vicepresidente, Lucía Topolansky, llegó al cargo a raíz de la renuncia de quien ejercía la función.

En gobiernos departamentales el resultado no está en cero pero no es muy diferente. De las múltiples elecciones comunales que hubo en la historia del país, solo tres mujeres lograron la jefatura de su comuna: Adriana Peña (Lavalleja, Partido Nacional), Patricia Ayala (Artigas, Frente Amplio) y Ana Olivera (Montevideo, Frente Amplio).

En este ciclo electoral, por primera vez, hay dos mujeres como precandidatas: Carolina Cosse (Frente Amplio) y Verónica Alonso (Partido Nacional). A siete meses de octubre –y con la interna aún por delante– ninguna de las dos aparece como favorita. 

Pero la ausencia histórica de mujeres en el Poder Ejecutivo no se reduce a la cúpula del gobierno. Una mirada de la integración de los 41 gabinetes presidenciales desde el gobierno de Fructuoso Rivera al segundo de Tabaré Vázquez delata la falta de espacio del género femenino en las altas esferas de decisión política.

Desde 1828 cuando, luego de la Convención Preliminar de Paz, se crearon lo que serían los primeros ministerios hasta la actualidad, solo 17 mujeres estuvieron al frente de una cartera. De esas 16, hay 11 que pertenecieron al Frente Amplio y seis a los partidos tradicionales.  

De esas 17 mujeres hay solo una que estuvo al mando de dos secretarías: María Julia Muñoz en Salud primero y Educación después durante el primer y segundo mandato de Vázquez, respectivamente. Marina Arismendi y Liliam Kechichian son las únicas que fueron ministras de una misma cartera en dos periodos diferentes.

Hay cuatro ministerios que nunca fueron encabezados por una mujer: Economía y Finanzas; Relaciones Exteriores; Transporte y Obras Públicas; Ganadería, Agricultura y Pesca. El Ministerio de Economía (antes Ministerio de Hacienda) fue creado en 1830 y por él pasaron más de 100 ministros. 

La cancillería nació en 1828 junto al entonces Ministerio de Gobierno y por el despacho principal también pasaron más de 100 hombres. Belela Herrera fue subsecretaria de Relaciones Exteriores durante el primer gobierno del Frente Amplio y fue el cargo más alto que una mujer tuvo en la cancillería.

Ganadería, Agricultura y Pesca fue creado en 1935 y Transporte y Obras Públicas en 1907. Ambos cambiaron de nombre varias veces hasta llegar a su formulación actual, pero nunca tuvieron a una mujer a cargo.

Hay cuatro ministerios que fueron liderados por una mujer en solo una ocasión: las frenteamplistas Daisy Tourné y Azucena Berruti cambiaron la historia en el Ministerio del Interior y el Ministerio de Defensa Nacional, respectivamente, luego de más de 175 años. La nacionalista Analía Piñeyrúa fue la única ministra de Trabajo y Seguridad Social en 115 años –durante el segundo gobierno de Julio María Sanguinetti–, mientras que Kechichian fue la única mujer en liderar el joven Ministerio de Turismo.

El Ministerio de Desarrollo Social –creado a partir de la llegada al poder del Frente Amplio– es el único que ha sido gobernado mayoritariamente por mujeres: Marina Arismendi y Ana Vignoli fueron las responsables. Daniel Olesker interrumpió el único caso de hegemonía femenina.

Sin embargo, el Ministerio de Educación y Cultura –que a lo largo de su historia se llamó de diversas maneras e incorporó diferentes funciones– es la secretaría de Estado que más mujeres han dirigido. Fueron cinco en total: Roballo (1968), Raquel Lombardo (1981-1982, ministra de la dictadura), Adela Reta (1985-1990), María Simon (2008-2010) y María Julia Muñoz (2015). 

En tanto tres de los 15 ministros que tuvo el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, que fue creado al inicio de la dictadura militar, fueron mujeres: Beatriz Martínez –durante un corto periodo al término del segundo gobierno de Sanguinetti–, Graciela Muslera y Eneida de León.  

Hay otros dos ministerios en los que hubo dos mujeres a cargo del despacho principal. En Industria, Energía y Minería Primavera Garbarino asumió por 15 días al cuando concluía el segundo mandato de Sanguinetti, mientras Carolina Cosse estuvo al mando de ese ministerio –que fue creado en 1907 con otro nombre– entre 2015 y 2018.

Muñoz fue la titular de Salud Pública durante el primer gobierno de Vázquez y Susana Muñiz reemplazó a Jorge Venegas en la administración Mujica. 

La actual adminsitración tuvo el guarismo más alto de participación de mujeres en un gabinete presidencial con el 38,5%. Un panorama bastante diferente al gobierno de Luis Alberto Lacalle, que no tuvo a ninguna mujer en su gabinete.

El Parlamento 

Un cuarto de siglo antes que Roballo se convirtiera en la primera mujer ministro, cuatro activistas de los derechos cívicos de las mujeres llegaron por primera vez al palacio de las leyes. Fue en las elecciones de 1942 que la colorada Magdalena Álvarez Moreno y la comunista Julia Arévalo de Roche ingresaron en la Cámara de Diputados y las coloradas Sofía Álvarez Vignoli e Isabel Pinto de Vidal hicieron lo mismo en el Senado. 

Pero la participación femenina en el Parlamento también fue escasa durante buena parte de la historia. En las elecciones de 1990 las mujeres no consiguieron ni un solo lugar en la Cámara de Senadores. La participación femenina en aquel momento apenas alcanzaba el 6,1 % en la Cámara de Diputados, según el Sistema de Información de Género del Instituto de Mujeres (Inmujeres).

A lo largo de dos décadas, las mujeres fueron aumentando su presencia en el Poder Legislativo como en el Ejecutivo, aunque sus pasos han sido más cortos de lo esperado. Desde la última elección nacional de 2014, la bancada femenina en el Parlamento representa el 18,6% del total de legisladores. El mayor impulso lo tuvo principalmente en la cámara baja, aumentando su presencia de 12,9 % en 2010 a 29% en el último gobierno.

Ese guarismo total está por debajo del promedio mundial (24%) y del promedio para América Latina y el Caribe (30%).

El ranking de la Unión Interparlamentaria sobre participación política de las mujeres señalaba en 2014 que Uruguay se ubicaba en el lugar 103 de un total de 144. El listado no toma en cuenta el avance de las mujeres en el último período, aunque sí refleja que Uruguay aún está lejos de destacarse por su presencia femenina en el poder político.

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