Eva Duarte, Luis Batlle, Juan Domingo Perón y Matilde Ibáñez el 27 de febrero de 1948, en el Río de la Plata, frente a Carmelo. Las relaciones bilaterales se deteriorarían muy rápidamente.
Miguel Arregui

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Los años 50 y el "Uruguay feliz"

Una historia del dinero en Uruguay (XXIII)
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14 de marzo de 2018 a las 05:00

En cierto imaginario colectivo uruguayo parece existir una era de completa plenitud que se sitúa entre los años finales de la segunda guerra mundial y mediados de la década de 1950. Abarca los gobiernos presididos por Juan José de Amézaga, Tomás Berreta, Luis Batlle Berres y Andrés Martínez Trueba, todos del Partido Colorado. Es el período que algunos denominan "neobatllismo", e incluye la instauración en 1952 del Consejo Nacional de Gobierno, un Poder Ejecutivo colegiado de nueve miembros, el proyecto que persiguió José Batlle y Ordóñez a partir de 1913.

La mitología sobre esa época generó una persistente nostalgia —el "Uruguay feliz", una suerte de "paraíso perdido"— cuando en las décadas venideras la democracia comenzó a derrumbarse

La denominación "neobatllismo", que introdujo el historiador y político socialista Germán D'Elía, es resistida por algunos de quienes fueron cercanos colaboradores de Batlle Berres, pues consideran que no fue sino la extensión en el tiempo de la política inaugurada por José Batlle y Ordóñez.

El ex presidente Julio María Sanguinetti, quien inició su larga andadura política junto al creador de la Lista 15, escribió que "Luis Batlle lideró el Uruguay del optimismo y terminó su vida envuelto en las primeras sombras del país de la crisis. Fue el continuador ideológico y popular del caudillismo de su tío, José Batlle y Ordóñez, el primer líder de masas de nuestra historia, a quien sucedió en un nuevo tiempo histórico".

Otros juicios son menos contemplativos. César y Lorenzo Batlle Pacheco, hijos de Batlle y Ordóñez y líderes de la Lista 14 del Partido Colorado, creían que su primo Luis Batlle Berres era un peligroso demagogo. Con esa opinión también coincidieron algunos historiadores y economistas liberales.

De todas formas, la "mitología sobre esa época generó una persistente nostalgia —el 'Uruguay feliz', una suerte de 'paraíso perdido'— cuando en las décadas venideras la democracia comenzó a derrumbarse lentamente y se desate en el país (la) violencia", señaló el politólogo Jorge Chagas en una monografía. Chagas y el también politólogo Gustavo Trullen, que publicaron biografías del líder sindical José D'Elía, el dirigente socialista Guillermo Chifflet y del ex presidente Jorge Pacheco Areco, han estudiado durante más de una década la vida y el tiempo de Luis Batlle Berres, y se proponen divulgarlo en varios tomos.

Jorge, Matilde ("Pona"), Luis Batlle Berres, Matilde Ibáñez y Luis en la residencia presidencial de la avenida Suárez, en el Prado
Jorge, Matilde (
Jorge, Matilde ("Pona"), Luis Batlle Berres, Matilde Ibáñez y Luis en la residencia presidencial de la avenida Suárez, en el Prado.

Amézaga

El abogado y docente Juan José de Amézaga ganó las elecciones de 1942 respaldado por el Batllismo y el "baldomirismo" y presidió a Uruguay entre 1943 y 1947.

Le tocó en suerte un tiempo de auge económico debido a los altos precios de las exportaciones uruguayas. Su gobierno propició la "industrialización por sustitución de importaciones", según las ideas entonces en boga en la región, estimuladas por la escasez de ciertos abastecimientos durante la Segunda Guerra Mundial. Esta política requería subsidios, altos aranceles aduaneros y tipos de cambio diferenciales, que se usaban como estímulos y desestímulos, lo que implicaba cerrar la economía nacional al flujo de las corrientes comerciales del resto del mundo.

En los 15 años transcurridos entre 1941 y 1955 el número de funcionarios aumentó 195%

Amézaga también extendió en gran medida los dominios del Estado, que adquirió definitivamente el papel de gran empleador, en parte para cumplir nuevas funciones, especialmente en la enseñanza, la seguridad social y las empresas públicas; en parte como seguro encubierto; y en parte como pagador de favores políticos ("clientelismo").

Los empleados públicos, que hasta la Gran Depresión y la era de Gabriel Terra apenas superaban el 2% de la población, pasaron a representar el 7,2% de los habitantes del país durante el "neobatllismo". Y llegarían más alto en las décadas siguientes.

En los 15 años transcurridos entre 1941 y 1955 el número de funcionarios aumentó 195%.

Bretton Woods, un sistema en torno al dólar

El sistema monetario internacional que emergió tras la Segunda Guerra Mundial fue resuelto a mediados de 1944 en una conferencia en la localidad de Bretton Woods, en el extremo noreste de Estados Unidos.

El patrón monetario internacional ya no sería el "patrón oro": monedas nacionales canjeables por distintas cantidades de oro, un sistema que las potencias económicas habían abandonado en la década de 1930, durante la Gran Depresión; sino uno nuevo en torno al dólar estadounidense, que a su vez sería convertible en oro.

El patrón dólar-oro hizo que todos los países fijaran sus monedas al dólar, que a su vez, como ancla o garantía, debía ser convertible en oro a un precio fijo: 35 dólares la onza troy (que equivale a 31,1034768 gramos de oro fino).

El peso uruguayo, que había estado a la par del dólar hasta fines de la década de 1920, aún era una moneda relativamente fuerte y cuidada, en parte gracias a la captación de capitales durante la guerra, y cotizaba a 1,8.

El nuevo sistema monetario en torno al dólar fue una cuestión de hecho. Al finalizar la guerra, la Reserva Federal, el banco central de Estados Unidos, tenía las mayores reservas de oro del mundo. Pero más importante era el poder de la economía estadounidense, que entonces representaba la mitad del PBI mundial, un predominio abrumador. (Aún hoy, tras la gran emersión de Asia y la recuperación europea, Estados Unidos representa entre el 15% y el 25% del PBI mundial).

El sistema dólar-oro finalizó en 1971, cuando, agotado por los déficits presupuestales y la emisión de billetes, el gobierno de Richard Nixon suspendió unilateralmente la convertibilidad en oro y devaluó su moneda. De todos modos todavía hoy, aunque terriblemente disminuido, el dólar continúa siendo la principal moneda de referencia mundial.

Fuga de capitales

El fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 provocó en Uruguay una salida de capitales, pese a los controles, mientras que el crédito interno continuó expandiéndose. Entre 1946 y 1949 se acumularon los déficits en la balanza de pagos (diferencia entre ingresos y egresos monetarios, incluyendo no sólo exportaciones e importaciones, sino también servicios como el turismo y transferencias), por lo que se acabaron las grandes reservas que tanto orgullo nacional habían provocado.

Entre los grandes egresos se contaron las compras de servicios públicos (ferrocarriles, tranvías eléctricos, agua potable) a empresas privadas de Gran Bretaña a cambio de una parte de la deuda acumulada de 17,5 millones de libras por abastecimientos proporcionados durante la guerra. Esos servicios fueron estatizados y convertidos en empresas públicas o municipales: AFE, Amdet, OSE.

Luis Batlle Berres

Tomás Berreta, un productor rural de Canelones, fue elegido presidente en noviembre de 1946, asumió el 1º de marzo de 1947 y falleció de cáncer el 2 de agosto de ese año. Lo sustituyó su vicepresidente, Luis Batlle Berres, "Luisito", sobrino de José Batlle y Ordóñez (y padre de Jorge Batlle Ibáñez, quien sería presidente entre 2000 y 2005).

En los años iniciales del "luisismo" los salarios eran respetables, la ocupación amplia, las horas de trabajo no excesivas, se crearon nuevas empresas públicas, se extendieron la jubilaciones y se ganó la Copa del Mundo del fútbol de Brasil 1950. Los críticos del "neobatllismo" también señalan la abundancia de planes aislados e inconexos, el desorden macroeconómico, el desabastecimiento crónico de productos básicos, el proteccionismo timorato, el desestímulo a la producción rural primaria y la apoteosis del burocratismo —y su resultado inevitable: la corrupción.

Pero ante todo Batlle Berres era un hombre práctico, un caudillo carismático con rasgos populistas, aunque con un estricto apego a la ley y al sistema democrático liberal y en el libre juego de los partidos. Él, que llegó a comparar el peronismo con el nazismo y mantuvo relaciones horribles con la Casa Rosada, se distinguió claramente de otros regímenes populistas, nacionalistas y autoritarios de América Latina (1).

La industria uruguaya, fuertemente protegida y subsidiada, en el período del "neobatllismo" creció a gran ritmo, se concentró básicamente en Montevideo y algunos puntos del litoral, como Paysandú, y apuntó al mercado interno. Pero la intención, nunca lograda, era proyectar la economía nacional hacia los mercados mundiales, con la idea-madre de que ningún producto se exportara sin incorporarle valor agregado nacional.

A las ineficiencias de la producción local se sumó en la década de 1950 el proteccionismo europeo, que deprimió la demanda y los precios de los bienes exportados por Uruguay.

Batlle Berres dejó la Presidencia el 1º de marzo de 1951 en manos de uno de los suyos: Andrés Martínez Trueba, con la idea de volver a postularse en 1954. Pero poco después Martínez Trueba se alió sorpresivamente con la Lista 14 de los hijos de José Batlle y Ordóñez, adversarios de Batlle Berres, y con el líder blanco Luis Alberto de Herrera, quien dio un giro oportunista. Todos ellos empujaron una reforma constitucional, vigente desde 1952, que introdujo el Poder Ejecutivo colegiado de nueve miembros. Si bien se trataba del viejo postulado del batllismo, detrás de la iniciativa estaba la idea de neutralizar la figura de Batlle Berres, por entonces muy popular.

De todos modos Batlle Berres obtuvo una aplastante victoria en las elecciones de 1954 y asumió el gobierno en 1955. Pero su poderosa personalidad se difuminó en un Consejo Nacional de Gobierno de nueve miembros, que incluía representantes de la oposición, como Herrera, quien había respaldado el nuevo sistema con el fin de "entrar en el gallinero del vecino y comerle algunas gallinas". Además, por entonces, el "neobatllismo" se había agotado y la estantería comenzó a caerse. La economía inició un largo proceso de estancamiento y deterioro, con conflictos de todo tipo, que terminaría, años después, en radicalización y dictadura.

(1) Estos párrafos fueron tomados de una nota del autor en el suplemento Qué Pasa del diario El País, del 2 de agosto de 2014.

Próxima nota: Aumento sostenido de la emisión de dinero y el inicio en 1951 de una larga era de inflación de dos y tres dígitos

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