Hasta los huesos se puede ver en cines uruguayos

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Los caníbales también se enamoran: así es "Hasta los huesos", una historia de sangre y amor en fuga

El director de Llámame por tu nombre se reencuentra con el protagonista de aquella película para presentar una película de amantes en fuga y con hambre de carne humana
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06 de diciembre de 2022 a las 05:03

El amor puede surgir en cualquier lugar, incluso en medio de la abyección. Y el amor juvenil, parece querer decir el cineasta italiano Luca Guadagnino en Hasta los huesos, su última película, más aún. No importa, entonces, si los enamorados están solos en el mundo, si no tienen un peso en el bolsillo, si la existencia parece conspirar contra cualquier atisbo de felicidad conyugal y si, encima, tienen el mentón y el pecho manchados de sangre humana después de haberse tragado a una persona entera. No importa. Allí, en medio del charco colorado, las marcas en la pared, las vísceras arrancadas y el grito agonizante de alguien que todavía está vivo y que no entiende cómo es que hay dos energúmenos masticándolo hasta la muerte, allí también puede nacer eso que todos, en algún momento, deberíamos llegar a sentir: la sensación de que encontramos a la persona correcta. Y que la naturaleza del amor es, sin importar lo que venga, lo que sea que suceda junto a ella.

La historia es simple, lineal y activa ecos que resuenan a varios de los títulos que componen el paquete básico de las películas sobre amantes en fuga, pero parece estar estrechamente emparentada con Badlands (Terrence Malick, 1973), aquella en la que Sissy Spacek y Martin Sheen se lanzaban a las llanuras estadounidenses detrás de una libertad idealizada y, finalmente, trágica para ambos. En Hasta los huesos, que se puede ver actualmente en salas uruguayas, estamos en la década de 1980 y los que escapan —aunque, en realidad, tampoco es que escapen demasiado— son Maren (Taylor Russell) y Lee (Timothée Chalamet). La primera es la que conduce buena parte de la película y el vínculo de la historia con el espectador; el segundo será un encuentro que a Maren le cambiará la vida y la llevará a reconsiderar el camino que tiene trazado. Los dos tienen familias quebradas, pocas posibilidades de cara al futuro y están solos. Y, además, son caníbales.

Pero, a ver, su canibalismo no nace de una suerte de perversión desarrollada, sino que está allí desde su nacimiento. Es algo, ¿genético? No está claro. Lo que sabemos es que, según acompañamos primero a Maren en solitario y luego a ambos protagonistas, hay más como ellos. No son muchos, pero están. Sabemos que se huelen y se identifican. Que algunos tienen reglas y las respetan. Que otros son salvajes y solo les importa satisfacer su hambre. Que muchos luchan contra el impulso y tratan de reprimir esta suerte de necesidad fisiológica. Que Maren es una de estos “devoradores” que luchan contra su naturaleza. Que Lee, derrotado, ya se rindió y trata de comer y hacer el menor daño posible. 

Timothée Chalamet y Taylor Russell

Es difícil clasificar a una película como Hasta los huesos. Uno pensaría que el rótulo del terror con el que en algunas instancias la están presentando podría, a priori, ser el indicado: uno espera sangre a raudales, gore, una sensación desagradable de amenaza que cruce el metraje y mantenga la tensión, un malestar perpetuo, buscado, quizás insoportable. Pero, en realidad, el tratamiento de Guadagnino hacia sus personajes, el universo caníbal que construye y, sobre todo, la estetización de una trama que se aferra con uñas y dientes a las claves de la road movie y a su visualmente impoluta historia de amor la alejan bastante de ese registro. El director siempre le ha prestado especial atención a la belleza de lo que pone en pantalla, al punto, a veces, de llegar a parecer algo frío o poco interesado en la sustancia narrativa, en la raíz de su historia. Este, en términos generales, no es caso —aunque alguna que otra escena aislada bien podría caer en esa bolsa—.

Volviendo a los géneros, su director —que entregó en 2017 la maravillosa Llámame por tu nombre y que un año después se metió a hacer una remake de Suspiria— apenas toca tangencialmente el horror con la inclusión bastante pequeña de un par de caníbales desagradables, entre los que se encuentran el siempre rendidor Michael Stuhlbarg. Y con alguna escena apenas más gráfica y, quizás, también con el personaje de Mark Rylance, un veterano que oficia de mentor para Maren al comienzo y que se antoja algo impredecible y ominoso en sus decisiones, digamos, gastronómicas.

Las cosas claras, entonces: Hasta los huesos es una historia de amor. De ruta, de camino, de amor. Manchada con sangre, trágica y marcada por los cuerpos despedazados, sí, pero lo que guía es la relación algo tímida de estos dos descastados que encuentran en los brazos del otro un hogar. El derrotero de los personajes se acompaña con la impresionante fotografía de Arseni Khachaturan —bella incluso en los momentos sangrientos, que tampoco son para tanto— y la música de los consagradísimos Trent Reznor y Atticus Ross —en especial I’m with you, la composición que funciona de esqueleto emocional para toda la obra—. Estas dos piezas, que acordonan la puesta en escena de Guadagnino, un esteta convencido, terminan de imprimir el aire melancólico y pulcro de Hasta los huesos, aire que, por otro lado, nace y se impone a partir de las interpretaciones de Russell y Chalamet.

Ella, en particular, es un descubrimiento y está fantástica. Russell es la verdadera "carta bajo la manga" de una película que, por otro lado, apela a la ascendente faceta de estrella del otro protagonista para captar el mayor público posible, a sabiendas de que vender entradas, quizás, no le sea tan sencillo. ¿Por eso es que en Uruguay es casi imposible encontrar una función subtitulada? En fin, Chalamet, protagonista de Dune y próximo rostro de Willy Wonka suma otra variable a su meteórica carrera en Hollywood, y si bien el personaje de Lee no le pide nada que no lo hayamos visto hacer antes, demuestra que es algo más que el rostro anguloso de moda en Estados Unidos y acompaña la labor de Russell. Que, de nuevo, por momentos lo eclipsa.

Hasta los huesos está dirigida por Luca Guadagnino

Así las cosas, en la extraña pero pareja filmografía de Guadagnino aparece esta peculiar película a la que es difícil encasillar, que por momentos quizás es demasiado hermosa y que, sin embargo, conduce con seguridad una historia que ni defrauda ni deja de captar el interés. Hasta los huesos se coloca en la fila de aquellas películas donde el director de A bigger splash o la serie We are who we are se decanta por explorar la herida, algo supurante y tristona, del amor en ascuas. Es una historia donde el aroma a tragedia compite con el olor metálico de la sangre y lleva a sus personajes de la nariz. Ellos intentan renegar de su código original, buscan el escape al hambre y hallan, en algún sentido, un espacio donde estar seguros. Pero la naturaleza tira y el festín estará a la vuelta de la esquina. En la ruta, solos, algo desamparados, Maren y Lee querrán torcer el destino y alcanzar una suerte de parada final: lograr que el hambre se convierta en algo más que supervivencia. Que sea, en sus términos, un acto de amor.

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