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Los gastos de Cudim en supermercados, florerías y restaurantes

El centro dirigido por Engler justificó compras por fuera del estricto reglamento interno
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12 de octubre de 2017 a las 05:00

Mona Sahlin estaba predestinada en 1995 a ser la primera mujer en llegar a la jefatura de gobierno en Estocolmo, Suecia, en sustitución del primer ministro de la época, Ingvar Carlsson. Pero su carrera fue truncada por dos tabletas de chocolate. Sahlin usó la tarjeta oficial para la compra de dos chocolates Toblerone por un monto menor a US$ 40, y renunció a su cargo de viceprimera ministra cuando se le inició una investigación judicial por presunto fraude al Estado. El caso se convirtió en emblemático tanto por la dureza de los controles (debió estar 10 años fuera de la actividad pública) como por la reacción inmediata de la involucrada.

El ejemplo fue tomado por los responsables del Centro Uruguayo de Imagenología Molecular (Cudim) cuando decidieron tener tarjetas de crédito corporativas. El director general, Henry Engler, y el coordinador general, Asdrúbal López, son quienes operan desde abril de 2011 las tarjetas Mastercard emitidas por el Banco República. Las dos funcionan bajo reglas estrictas, resumidas en un documento llamado "Reglamento de gestión y control de tarjetas institucionales".

Hasta setiembre de 2017, Engler gastó con su tarjeta algo más de US$ 13.000, y López US$ 34.300, según consta en los estados de cuenta a los que accedió El Observador, tramitados al amparo de la ley 18.381 de acceso a la información pública. El tope de gasto de la tarjeta del director fue fijado en US$ 5.000 y el del coordinador en US$ 2.500.

Y en el reglamento interno, se estableció que su uso debía ser "exclusivamente para abonar compras que por sus características cualitativas y/o temporales no puedan ser incluidas dentro del procedimiento de compras general". En un listado del mismo documento se detallan los casos de uso de las tarjetas: para inscripciones en congresos, viajes, reservas de hoteles, contrato de servicio de correo electrónico, suscripciones a revistas científicas internacionales, compras y renovación de licencias de software y compras y mantenimiento de equipos informáticos.

Sin embargo, al analizar los estados de cuenta surgen gastos por fuera de esos rubros, como almuerzos en restaurantes y parrilladas, compras en florerías, supermercados y casas de telefonía móvil. Por ejemplo en la tarjeta de López aparece un almuerzo en el restaurante El Palenque, compras en supermercado Devoto y Tienda Inglesa, y también en Aída Flores. En la de Engler hay seis pagos de almuerzos en lugares como parrillada El Fogón, Café Salvo, restaurante El Viejo y el Mar, y Cabaña Verónica en el Mercado del Puerto. También se cargó a su tarjeta una compra por $ 3.690 en la tienda de telefonía móvil Celular Shop, el 29 de febrero de 2012.

El coordinador de Cudim explicó a El Observador que aunque esas compras están por fuera del cometido inicial, todas tienen una explicación. En el caso de los almuerzos se trata de encuentros con el personal, así como las compras en supermercados. "Yo mismo hago las compras para hacer los asados", relató López, quien además confesó ser el asador en el parrillero del centro ubicado en Parque Batlle. Y en otros ejemplos, como la compra de flores, aseguró que se trata de atenciones cuando mueren pacientes.

El reglamento de Cudim establece que, en caso de no corresponder la compra con la tarjeta corporativa, se "procederá al descuento en el sueldo del mes siguiente del monto gastado". López informó que nunca hubo necesidad de devolver el dinero a la institución.

El control del uso de las tarjetas en Cudim está a cargo de la secretaría administrativa, la que recibe directamente del BROU los estados de cuenta mensuales de cada una, y para completar las rendiciones de cuenta solicita a los usuarios los comprobantes.

"Con el antecedente de Mona Sahlin, para nosotros claro que es un tema sensible el uso de la tarjeta", comentó López, quien, como Engler, vivió varios años en Suecia como exiliado político, y ambos fueron testigos del caso de la viceprimera ministra.

La rigidez sueca en el uso de los fondos públicos parece estar detrás de la intención del reglamento en Cudim, aunque algunas compras se hayan escapado a lo previsto.

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