Una batalla que se presenta como un primer triunfo contra un colonizador que, en realidad, es un duelo entre dos facciones que juran fidelidad a la misma corona, pero quieren caminos diferentes para el territorio que habitan. Un héroe nacional que tenía otro objetivo que el que se le asigna históricamente, y que es derrotado pero, sin embargo, de alguna forma gana. Una independencia que es negociada, no buscada. Un proceso de modernización con varias imposiciones y sacudones. Movimientos políticos que llevan etiquetas que sin embargo son contradictorias con los hechos ocurridos en ese momento.
Héroes, villanos, mitos. Construcciones históricas casi inamovibles que cada tanto tienen a alguien que las cuestiona, que las pone en duda. Que avisa que el relato conocido es fácil de aprender y de memorizar, pero no necesariamente el más cercano a la realidad. Que la historia no es tan simple como nos la cuentan.
El historiador Leonardo Borges acaba de publicar el segundo volumen de La historia escondida del Uruguay, un proyecto que en total tendrá cuatro libros, y que tiene como objetivo cuestionar la historia oficial. El primer tomo se metía con ciertos mitos y planteos de la historia nacional, y este segundo trata sobre la creación de héroes, villanos y antihéroes a conveniencia para formar un relato más amigable a las necesidades de la creación de una identidad nacional. El tercero, previsto para 2022, aplicará lo postulado en el segundo libro a ejemplos concretos, desde José Artigas y Fructuoso Rivera, hasta Líber Seregni y Wilson Ferreira Aldunate, mientras que el cuarto y último volumen, que saldrá en 2023, tocará los mitos de la historia reciente.
Borges, que ha publicado distintos libros sobre la historia uruguaya desde 2005 a esta parte, asegura que siempre ha intentado enfrentar al relato “romántico, patriótico y providencial”, e intentar entender los hechos históricos, no usarlos para “probar algo”, como considera que hace la historia oficial. “No me considero un revisionista ni mucho menos. Me gusta decir que hago historia con un martillo, así como Nietzsche decía que hacía filosofía a martillazos. Es un poco la idea: romper. Considero que la historia debe generar preguntas, no tanto responderlas”, dijo el historiador en entrevista con El Observador.
Discípulo de un historiador ilustre como Carlos Maggi, Borges asegura que su intención no es la de “cambiar el relato”, aunque sí lo cree posible. Su misión, afirma, es la de generar debate y diálogo sobre la historia nacional, no solo con otros autores como Juan Pivel Devoto (a quien considera “demodé”) o el rupturista Guillermo Vázquez Franco, sino también entre el público. “Hay que encontrar del otro lado a quien dialogue con uno, y a veces es difícil porque romper determinadas barreras de la historia oficial significa pelearte. Hay gente a la que no le gusta escuchar nada que rompa ese andamiaje perfecto. El ejemplo más tonto son los 33 Orientales, que todos sabemos que no eran 33, ni que eran todos orientales, pero hablarlo, para mucha gente, está de más. Es un ‘dejalo así, no lo toques’", consideró.
En la Batalla de Las Piedras, Artigas, que peleaba en ese momento por la autonomía de las colonias americanas y no por su independencia, le ganó a un ejército de tierra comandado por un marino (José Posadas), que cometió errores estratégicos, y cuyas tropas llegaron al campo de batalla luego de una gira etílica por cuanto bar había entre Montevideo y Las Piedras —según Posadas, que de acuerdo a los documentos de época consultados por Borges trata todo el tiempo de deslindar la responsabilidad por su derrota—, y tras haber perdido a parte de sus hombres, que desertaron al otro bando.
Bajo el amparo de la frase “mi autoridad emana de vosotros y ella cesa por vuestra presencia soberana”, se establece la idea de Artigas como un demócrata y republicano. Borges señala que su elección como jefe de los orientales fue más bien un trámite para algo que de hecho ya era una realidad, y plantea ejemplos en los que el caudillo actuó como tal, haciendo y deshaciendo a gusto y actuando por imposición. “No había otra forma de gobernar en aquel contexto”, plantea, señalando que incluso el reglamento de tierras está planteado en primera persona y avalado solamente por el poder de Artigas.
Durante el gobierno de Lorenzo Latorre (1876-1880), el gobierno tomó como misión la de erradicar el portuñol, que era frecuente escuchar mucho más al sur que en el presente, para reafirmar una identidad nacional única.
Hernandarias introdujo ganado en la banda oriental, sí, pero en muy poca cantidad; los verdaderos iniciadores de la ganadería en estas tierras fueron los jesuitas. Los charrúas no eran ni los pobladores más numerosos, ni los dueños del actual territorio uruguayo. La Declaratoria de la Independencia planteaba la unión a Argentina, no la creación de un estado separado. Esa independencia la gestionó Lord Ponsomby, que llegó a estas costas en una suerte de exilio provocado por un amorío con una amante del rey inglés Jorge IV.
Esos son algunos de los mitos sacudidos por los dos libros de La historia oculta del Uruguay, que en su segundo tomo repasa también el lugar que los héroes y los villanos ocupan en el relato oficial, que los pone casi en los arquetipos de cuento de Disney, a la vez que discute como ciertas figuras cambian de posición según quien las discuta. El caudillo de un partido es el enemigo de otro. Borges también resalta el carácter montevideocéntrico y patriarcal de la historia nacional, que da por sentadas ciertas realidades nacionales que no aplican a todo el territorio.
Borges señala el riesgo que entraña el exceso de patriotismo en la construcción de historias oficiales, y cómo estas apuntalan ese mismo patriotismo, que convierte en intocables a ciertas figuras y eventos.
“Los uruguayos tenemos un problema y es que nos autopercibimos como poco patriotas. Y eso es mentira. Creo que los uruguayos tenemos adentro un enano fascista que sale cuando tocan determinadas fibras patrióticas y nacionales, y sale muy fuerte. Los ejemplos claros son lo que le pasó al Cuarteto de Nos en 1996 (con la canción El día que Artigas se emborrachó), lo que le pasó al Flaco Esmoris por esa misma época (con el juicio por el título de la obra) Orientales la patria o la cumbia. Pero hay otros ejemplos. Cuando tocas determinadas cosas, no importa si es derecha o es izquierda, salta enseguida, y tiene que ver con que los uruguayos tenemos esa concepción de que somos pequeños y siempre estamos a la defensiva en ese sentido”.
Si bien lo diferencia del patriotismo argentino, de escarapela y bandera, el historiador considera que hay que “reflexionar y sacarnos esas mochilas, que uno pensaría que las tienen los viejos, pero también muchos jóvenes”.
Como uno de los principales ejemplos de esa actitud, señala la frase pronunciada en 2013 por la entonces presidenta argentina, Cristina Fernández, “Artigas quiso ser argentino y no lo dejamos”, que generó un largo debate y la censura por parte de políticos locales de distintos partidos de esos dichos. “Es la mayor autocrítica que hizo un presidente argentino en toda su historia”, dijo Borges sobre ese incidente. “La historia argentina es unitaria, de Mitre, de Sarmiento, es absolutamente anticaudillos, y mirá lo que dice. Después habló del testamento, que no existe, eso ya es otra cosa. Pero justamente, cuando nosotros achicamos a Artigas a caudillo de la Banda Oriental o uruguayo, lo estamos minimizando, y no estamos entendiendo lo que significó para toda la región. La bandera de Entre Ríos es la bandera de Artigas”.
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