La Batalla de Las Piedras, uno de los eventos que Borges desmitifica en su libro
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > LA HISTORIA ESCONDIDA DEL URUGUAY

Los mitos de la historia uruguaya y un duelo "a martillazos" contra el relato oficial

Con dos de cuatro volúmenes publicados, la serie La historia escondida del Uruguay, del historiador Leonardo Borges, plantea cuestionamientos al relato histórico oficial
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08 de agosto de 2021 a las 05:05

Una batalla que se presenta como un primer triunfo contra un colonizador que, en realidad, es un duelo entre dos facciones que juran fidelidad a la misma corona, pero quieren caminos diferentes para el territorio que habitan. Un héroe nacional que tenía otro objetivo que el que se le asigna históricamente, y que es derrotado pero, sin embargo, de alguna forma gana. Una independencia que es negociada, no buscada. Un proceso de modernización con varias imposiciones y sacudones. Movimientos políticos que llevan etiquetas que sin embargo son contradictorias con los hechos ocurridos en ese momento.

Héroes, villanos, mitos. Construcciones históricas casi inamovibles que cada tanto tienen a alguien que las cuestiona, que las pone en duda. Que avisa que el relato conocido es fácil de aprender y de memorizar, pero no necesariamente el más cercano a la realidad. Que la historia no es tan simple como nos la cuentan.

El historiador Leonardo Borges acaba de publicar el segundo volumen de La historia escondida del Uruguay, un proyecto que en total tendrá cuatro libros, y que tiene como objetivo cuestionar la historia oficial. El primer tomo se metía con ciertos mitos y planteos de la historia nacional, y este segundo trata sobre la creación de héroes, villanos y antihéroes a conveniencia para formar un relato más amigable a las necesidades de la creación de una identidad nacional. El tercero, previsto para 2022, aplicará lo postulado en el segundo libro a ejemplos concretos, desde José Artigas y Fructuoso Rivera, hasta Líber Seregni y Wilson Ferreira Aldunate, mientras que el cuarto y último volumen, que saldrá en 2023, tocará los mitos de la historia reciente.

Borges, que ha publicado distintos libros sobre la historia uruguaya desde 2005 a esta parte, asegura que siempre ha intentado enfrentar al relato “romántico, patriótico y providencial”, e intentar entender los hechos históricos, no usarlos para “probar algo”, como considera que hace la historia oficial. “No me considero un revisionista ni mucho menos.  Me gusta decir que hago historia con un martillo, así como Nietzsche decía que hacía filosofía a martillazos. Es un poco la idea: romper. Considero que la historia debe generar preguntas, no tanto responderlas”, dijo el historiador en entrevista con El Observador.

El historiador Leonardo Borges

Discípulo de un historiador ilustre como Carlos Maggi, Borges asegura que su intención no es la de “cambiar el relato”, aunque sí lo cree posible. Su misión, afirma, es la de generar debate y diálogo sobre la historia nacional, no solo con otros autores como Juan Pivel Devoto (a quien considera “demodé”) o el rupturista Guillermo Vázquez Franco, sino también entre el público. “Hay que encontrar del otro lado a quien dialogue con uno, y a veces es difícil porque romper determinadas barreras de la historia oficial significa pelearte. Hay gente a la que no le gusta escuchar nada que rompa ese andamiaje perfecto. El ejemplo más tonto son los 33 Orientales, que todos sabemos que no eran 33, ni que eran todos orientales, pero hablarlo, para mucha gente, está de más. Es un ‘dejalo así, no lo toques’", consideró.

¿Por qué surgen las historias oficiales?
Detrás del relato está la necesidad de la construcción de nacionalidad. Uruguay surge de una manera muy sui generis, nace de una negociación entre Argentina y Brasil, con Inglaterra como una especie de convidado de piedra. Primero nace el estado y después nace la nación, de un país que además es una secesión de Argentina. Eso no quiere decir que hoy lo seamos; en su momento lo fuimos, y teníamos la necesidad de diferenciarnos y de construir la nación. Ahí se va edificando la historia, a imagen y semejanza de lo que necesitaba el país en aquel momento. El ejemplo más claro es el de la necesidad de tener un héroe. Las independencias latinoamericanas que surgen a principios del siglo XIX y se van desarrollando para mediados de ese siglo, necesitan las cosas clásicas de un estado y una nación, que son un héroe, un blasón, una bandera, y eso se va construyendo. Artigas es el ejemplo más claro de que, como necesitábamos un héroe, se buscó, se encontró y se forzó para colocarlo ahí. Eso va quedando y hoy Artigas ya no es discutible. O parecería no ser discutible, porque sabemos que no era uruguayo y que no buscaba que existiera Uruguay, pero no importa: lo colocamos ahí a la fuerza y decimos que es el héroe nacional, o el Libertador. Si nos ponemos estrictos, detrás de eso están (Manuel) Oribe, están (Fructuoso) Rivera y (Juan Antonio) Lavalleja, pero no está Artigas. Todos los mitos se van colocando, uno sobre otro, formando una pila interminable que después es muy difícil de deconstruir. 
La creación de figuras heroicas también facilita que cada quien la pueda llevar para su lado y atarse a alguna de sus facetas, como se plantea que pasa con Artigas, o incluso se puede pensar en la discusión que se dio recientemente con el uso de la figura de José Batlle y Ordóñez.
Los héroes se construyen así. No es casualidad, por ejemplo, que uno de los libros más interesantes sobre Batlle y Ordóñez diga que fue el constructor de su tiempo, que suena muy lindo, pero no puede ser verdad. Una persona no puede construir un tiempo, porque las personas no pueden estar por fuera de su tiempo histórico. Batlle es el gran ejemplo de ese copyright, pero en realidad ¿dónde queda la esencia de su pensamiento?. Ha sido mitificado, y hay muchos mitos en el siglo XX. Es como decir que el batllismo se presenta como obrerista, pero si mirás los veintipico de años que duró el batllismo, de 1903 a 1929, hay muchos obreros muertos en enfrentamientos con la policía. Entonces no es tan así. Otro gran mito: la esclavitud se abolió en 1842. Es mentira. Casi hasta el siglo XX hubo esclavos en Uruguay. Es cuestión de leer a un montón de historiadores de Rivera, como Eduardo Palermo. Una cosa es el papel, la ley que sí estaba, pero otra cosa es lo que pasaba al norte del Río Negro. A veces terminamos haciendo historia de eslóganes, de mitos, de cositas, y eso es lo que hay que romper. 

En la Batalla de Las Piedras, Artigas, que peleaba en ese momento por la autonomía de las colonias americanas y no por su independencia, le ganó a un ejército de tierra comandado por un marino (José Posadas), que cometió errores estratégicos, y cuyas tropas llegaron al campo de batalla luego de una gira etílica por cuanto bar había entre Montevideo y Las Piedras —según Posadas, que de acuerdo a los documentos de época consultados por Borges trata todo el tiempo de deslindar la responsabilidad por su derrota—, y tras haber perdido a parte de sus hombres, que desertaron al otro bando.

Bajo el amparo de la frase “mi autoridad emana de vosotros y ella cesa por vuestra presencia soberana”, se establece la idea de Artigas como un demócrata y republicano. Borges señala que su elección como jefe de los orientales fue más bien un trámite para algo que de hecho ya era una realidad, y plantea ejemplos en los que el caudillo actuó como tal, haciendo y deshaciendo a gusto y actuando por imposición. “No había otra forma de gobernar en aquel contexto”, plantea, señalando que incluso el reglamento de tierras está planteado en primera persona y avalado solamente por el poder de Artigas.

Durante el gobierno de Lorenzo Latorre (1876-1880), el gobierno tomó como misión la de erradicar el portuñol, que era frecuente escuchar mucho más al sur que en el presente, para reafirmar una identidad nacional única.

La figura de José Artigas es una de las más mitificadas de la historia uruguaya

Hernandarias introdujo ganado en la banda oriental, sí, pero en muy poca cantidad; los verdaderos iniciadores de la ganadería en estas tierras fueron los jesuitas. Los charrúas no eran ni los pobladores más numerosos, ni los dueños del actual territorio uruguayo. La Declaratoria de la Independencia planteaba la unión a Argentina, no la creación de un estado separado. Esa independencia la gestionó Lord Ponsomby, que llegó a estas costas en una suerte de exilio provocado por un amorío con una amante del rey inglés Jorge IV.

Esos son algunos de los mitos sacudidos por los dos libros de La historia oculta del Uruguay, que en su segundo tomo repasa también el lugar que los héroes y los villanos ocupan en el relato oficial, que los pone casi en los arquetipos de cuento de Disney, a la vez que discute como ciertas figuras cambian de posición según quien las discuta. El caudillo de un partido es el enemigo de otro. Borges también resalta el carácter montevideocéntrico y patriarcal de la historia nacional, que da por sentadas ciertas realidades nacionales que no aplican a todo el territorio.

¿Qué mitos históricos uruguayos son los que más te molesta que se sigan reiterando?
La Jura de Bandera es uno de los primeros a los que le entré y sigue ahí. Se han cambiado algunas cosas, pero sigue. Para mí es un acto absolutamente fascista y que no tiene nada que ver con la historia política y democrática del Uruguay, parece de otro país. Y después esa cuestión de celos que tenemos con respecto a Artigas, que no lo compartimos, me parece una tontería muy grande, porque en realidad compartirlo no lo achica, lo enaltece. Lo agranda. En Santa Fe hay un instituto artiguista, en Entre Ríos también.  Artigas no se ciñe solo a Uruguay, y eso también me parece molesto. Y la dualidad marcada entre la historia blanca y colorada, que después toma la posta la izquierda, porque la izquierda cuando se legitima también toma el siglo XIX, también me parece muy maniquea y simplona. Pero ahí ya entramos en el terreno del discurso histórico, que muchos políticos usan para legitimarse.

Borges señala el riesgo que entraña el exceso de patriotismo en la construcción de historias oficiales, y cómo estas apuntalan ese mismo patriotismo, que convierte en intocables a ciertas figuras y eventos.

“Los uruguayos tenemos un problema y es que nos autopercibimos como poco patriotas. Y eso es mentira. Creo que los uruguayos tenemos adentro un enano fascista que sale cuando tocan determinadas fibras patrióticas y nacionales, y sale muy fuerte. Los ejemplos claros son lo que le pasó al Cuarteto de Nos en 1996 (con la canción El día que Artigas se emborrachó), lo que le pasó al Flaco Esmoris por esa misma época (con el juicio por el título de la obra) Orientales la patria o la cumbia. Pero hay otros ejemplos. Cuando tocas determinadas cosas, no importa si es derecha o es izquierda, salta enseguida, y tiene que ver con que los uruguayos tenemos esa concepción de que somos pequeños y siempre estamos a la defensiva en ese sentido”.

Si bien lo diferencia del patriotismo argentino, de escarapela y bandera, el historiador considera que hay que “reflexionar y sacarnos esas mochilas, que uno pensaría que las tienen los viejos, pero también muchos jóvenes”. 

Como uno de los principales ejemplos de esa actitud, señala la frase pronunciada en 2013 por la entonces presidenta argentina, Cristina Fernández, “Artigas quiso ser argentino y no lo dejamos”, que generó un largo debate y la censura por parte de políticos locales de distintos partidos de esos dichos. “Es la mayor autocrítica que hizo un presidente argentino en toda su historia”, dijo Borges sobre ese incidente. “La historia argentina es unitaria, de Mitre, de Sarmiento, es absolutamente anticaudillos, y mirá lo que dice. Después habló del testamento, que no existe, eso ya es otra cosa. Pero justamente, cuando nosotros achicamos a Artigas a caudillo de la Banda Oriental o uruguayo, lo estamos minimizando, y no estamos entendiendo lo que significó para toda la región. La bandera de Entre Ríos es la bandera de Artigas”.

¿Qué discusiones históricas nos debemos en Uruguay?
Nos debemos la discusión de la historia reciente, pero desde otro lugar. Desde un lugar mucho más maduro, mucho menos relacionado con intereses políticos actuales. Una vez José Mujica dijo “esto se va a acabar cuando nos muéramos todos los viejos”, y no debería ser así, pero tal vez pase. Yo nací en 1981, y te podría decir que no viví la dictadura, entonces, de alguna forma, los historiadores que no vivimos la dictadura seguramente tengamos muchas cosas que decir. Solía pasar que te decían "no hables de lo que no viviste", y creo que es al contrario, como no lo viviste tenés un montón de cosas a favor para hablar de esos procesos. Me parece que los historiadores más jóvenes tienen mucho que decir. Los que tienen 30, los que están egresando. Se viene mucho de eso en los próximos años. Y ojo: hay que romper cosas, porque los historiadores jóvenes también están lineados. Hay que romper mitos, porque también hay muchos mitos de izquierda. Hay de izquierda y de derecha.

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