Mardía Herrero

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“Los niños siempre captan lo que sus padres tienen en el corazón”

"Los padres estamos llamados a la generosidad extrema; debemos desvincularnos de su destino sin dejarlo de amar incondicionalmente", cuenta Mardía Herrero, escritora, profesora de literatura, madre de cinco niños y autora de cuatro libros
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12 de mayo de 2023 a las 05:03

Por Federica Cash

Mardía Herrero, escritora, profesora de literatura, madre de cinco niños y cuatro libros, ha sido una inspiración para mi propia maternidad por su manera única de transmitir; desde la unión de contrarios, como ella dice, entretejiendo su cotidianeidad con lo más trascendental. Integrando la mística a algo tan concreto como puede ser un cambio de pañal o la cocina de un puchero.

Mardía vive en Madrid, su familia de origen es cristiana no practicante, pero ella, en su sed por encontrar el Amor, ese con mayúsculas, se topó con un maestro sufí que la conquistó por su manera auténtica de vivir. Se convirtió al sufismo hace 20 años, a la rama mística del islam, tradición que comparte con su marido con devoción y entrega.

Siendo niña Mardía ya tenía una búsqueda muy clara. Sentía la necesidad de vivir en conexión con algo trascendente; ese deseo muchas veces la desconectaba de sus pares y su vida cotidiana. Durante su adolescencia se sentía incomprendida y le costaba comprender a los demás, quería una vida profunda que la conectara con el misterio. La mayoría de sus compañeros del Instituto tenía otras motivaciones e intereses. No fue hasta su primer Camino de Santiago, por sus 23 años, cuando conectó con algo mayor, según sus palabras, “con la fuente de todo”. A partir de allí su vida se empezó a abrir como una flor, y a manifestarse la sincronicidad natural.

Los invito a leer la primera parte de nuestra charla vía Zoom, una conversación sencilla de mamá a mamá que deja muchas pistas sobre lo importante de la Vida, y sobre cómo encontrar en lo ordinario, lo más extraordinario.

¿Qué te trajo la maternidad?

Cuando era jovencita anhelaba el encuentro con el Amor, era mi búsqueda máxima. Yo era muy estudiosa, me gustaba leer, escribir, quería viajar, y cuando encontré al maestro sufí, me dijo que me casara. Cuando apareció Rafa, mi marido, llegaron los hijos. Al mes de casarnos quedé embarazada del primero. Y a partir de ahí los niños han ido llegando sin que nosotros planificáramos nada. Nos hemos dejado llevar por la vida y nos hemos dado cuenta que la maternidad y paternidad son caminos espirituales en sí mismos.

¿Cómo es eso?

Claro. Al principio el bebé forma parte de tu cuerpo. Con el paso del tiempo el bebé se va independizando de tu cuerpo, mientras tú, cada vez más, aprendes a amarlo incondicionalmente. De tal forma que en la maternidad confluyen esa unión de contrarios, como en todo, por un lado, la crianza con apego, es decir, cuanta más atención y entrega reciba ese hijo de tu parte, mejor, y a la vez un camino de desapego, porque tu hijo poco a poco irá haciendo su propio camino.

Por eso los padres estamos llamados a la generosidad extrema; debemos desvincularnos de su destino sin dejarlo de amar incondicionalmente. Creo que es un lugar inalcanzable, pero al cual debemos aspirar. Eso hace posible que tu corazón se ensanche, crezca. Y también, paradójicamente a lo que comúnmente se cree, en la maternidad podemos desarrollar de manera mucho más enraizada nuestros dones, e incluso descubrirlos. Esa danza entre lo que una es, lo que una quiere desarrollar, lo que una ha venido a ser y, por otro lado, la maternidad, se da siempre. Esas circunstancias se manifiestan a la vez, como todo lo genuina y profundamente humano.

En un mundo tan globalizado, donde las tradiciones han perdido peso y la atención es algo a conquistar, ¿cómo acompañas a tus hijos? 

Creo que esta es la gran pregunta actual. El tema de la atención es la gran batalla que estamos librando socialmente en este sigo XXI. En todo lo que participo siempre sugiero que se cuide el tiempo de exposición a pantallas. Además, hay que ver los contenidos a los que están expuestos los niños.

Como profesora, también veo que la atención es difícil de alcanzar por estos tiempos. Porque entre lo vertiginosa que es nuestra vida, el estrés con el que nos movemos, la necesidad de resolver cosas constantemente, más el exceso de sonidos, de imágenes, de estímulos, se ha llegado a un punto tal que no tenemos un momento para llevar la atención a lo importante. Y como es algo que vivimos los adultos también, de alguna manera lo han mamado nuestros hijos.

Es muy hermoso ver el atardecer y el amanecer, algo que en las ciudades se está perdiendo. Es maravilloso caminar por el campo con los hijos, y cuando están sujetos a horarios muy estrictos por fuera de los ritmos naturales, es muy fácil que se desorienten de lo esencial. El latido del corazón se sintoniza con la vida en contacto con los ritmos naturales. Un ritmo que actualmente muchos consideran aburrido por la gran cantidad de estímulos que reciben a diario. Se necesitan estímulos cada vez más fuertes y esto genera muy poca tolerancia a la frustración. No se puede mantener la atención ni diez minutos porque desde muy chicos tienen el recurso de la pantalla, por lo que tampoco se logra hacer esfuerzos para nada. Y en la vida, casi todos los grandes logros vienen a partir de grandes esfuerzos. Por eso vemos hoy tantos problemas psicológicos y atencionales.

¿Cómo crees que se soluciona?

Con tiempo de calidad por parte de los padres, tiempos acotados de pantallas, los teléfonos móviles cuanto más tarde lleguen a la vida de los jóvenes, mejor, y tiempo de aburrimiento. Los niños necesitan aburrirse; sin aburrimiento no se desarrolla la creatividad.

¿De qué manera les acercas la espiritualidad a tus hijos?

Mi maestro sufí decía que los niños siempre captan lo que sus padres tienen en el corazón. Un niño siempre capta qué es lo más importante para los padres. Entonces, lo primero, enfocarnos en nosotros. Enfocarnos en algo que sea significativo, que sea importante, algo que nos haga hacer un servicio real al mundo, algo que tenga sentido y llene el corazón.

En el sufismo se dice que los niños nacen completamente espirituales, nacen entregados a la divinidad. Somos los padres los que vamos poniendo capas de polvo, entorpeciendo esa espiritualidad. Entonces no sería bueno llenarlos de cosas sino intentar que no pierdan esa conexión con la naturalidad original.

Las prácticas espirituales deben estar ajustadas al niño. Casi todas se pueden reducir al ejercicio de recibir, es decir, la conexión vertical con lo divino; al ejercicio de dar; al ejercicio generoso para con los demás; al contacto con lugares sagrados; y a la generación de momentos sagrados en la vida cotidiana.

¿Te animas a desarrollar estas ideas?

El hecho de recibir para los niños puede ser el contacto con la naturaleza, escuchar historias que sean significativas, historias de santos, de personas que hicieron cosas buenas, narraciones trascendentes, dibujar, tocar el barro, el juego libre, el apasionamiento por un deporte, incluso.

Luego la práctica que tiene que ver con el dar. Tenemos que enseñarles que no estamos solos, que los demás también tienen necesidades, que podemos ayudar, compartir. Cuando hay muchos hermanos eso se desarrolla naturalmente porque son vari­­­­­os. Es muy importante que aprendan a hacer un servicio desde chiquitos, que sepan que pueden contribuir.

En casa los viernes tenemos un momento especial en el que rezamos con los niños, en el que les contamos una historia o repasamos cómo ha sido la semana. Si hay algo que resolver entre todos o algo que nos haya sentado mal de la semana, lo charlamos. La hora de la comida, por ejemplo, puede ser un tiempo sagrado.

Por otro lado, a mí me encanta visitar lugares sagrados con ellos. Este verano los siete hicimos el Camino de Santiago. Va del este al oeste de España y acaba en Finisterre, el lugar en el que se terminaba el mundo para los celtas, el lugar donde se pone el sol. Por lo que es un lugar sagrado para el cristianismo y también por lo cosmológico. 

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