Las mesas de Blas Beach están vacías y desde hace cinco horas la caja no se mueve. Pablo Faccini, el encargado del restaurante ubicado en pleno Gorlero, toma su café sobre el mostrador y espera. Camina, habla con los mozos y deja pasar el tiempo: son las cinco de la tarde del sábado y al local no entra nadie.
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