Lucas Sugo

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Lucas Sugo: "Acepto la expresión 'fama', los uruguayos tenemos que aceptarla; uno puede ser uno más y puede ser famoso"

Mientras completa una gira internacional y prepara su próximo show en el Estadio Centenario el artista uruguayo cumple 30 años de trayectoria reevalúa sus prioridades
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31 de enero de 2023 a las 05:00

“Lo que soy trato de hablarlo”, dice apenas se apaga la grabadora. Imita la voz impostada de un locutor de radio en un movimiento simpático, pero rápidamente se desarma en el tono distendido y orgánico que lo caracteriza. No hay posturas ni personajes. Lucas Sugo habla mucho y habla con ganas, mirando a los ojos y sosteniendo una mirada tranquila aunque a veces se le empañe. Ríe seguido. Se acuerda de una canción y la reverberación de su voz llena el espacio antes de que una moza se acerque tímidamente a pedirle una foto. Acepta con un gesto tan familiar que cualquier atisbo de incomodidad es inconducente.

Sentado en una mesa de un restaurante del centro de Montevideo, después de recorrer los 500 kilómetros que lo separan ahora de Rivera, en una pausa entre entrevistas y programas de televisión, se sirve una taza de té uno de los grandes artistas de la música tropical del interior. Pero también el gurí que tocó puertas desde los 14 años y el padre que habla cariñosamente de sus hijos con la "saudade" que sienten cuando están lejos.

Cuenta que empezó el año bailando. Que después de más de 20 años fue a un baile de campaña y estuvo ahí en la pista como uno más. Que fue a pescar mojarras con sus hijos mayores. Que después de la pandemia entendió que la felicidad está en dedicarle tiempo a la familia y tener los pies en la tierra, literalmente.

Ahora se enfrenta a su mayor desafío profesional: el próximo 11 de marzo se presentará en el Estadio Centenario junto a la Orquesta Filarmónica en un show cargado de simbolismo. Pero primero se embarca en una gira que lo lleva por tres países de Sudamérica y antes de subir a un avión rumbo a Paraguay conversó con El Observador sobre sus 30 años de carrera, la fama en Uruguay, la música tropical del interior y el cambio que adoptó cuando se trata de prioridades.

A continuación, un resumen de la entrevista.

Lucas Sugo

¿Qué significa presentarse en el Estadio Centenario?

Es una mochila pesadita para cargarla, pero uno está dispuesto a que sea un gran desafío. Y es el desafío mayor de mi carrera. Es llegar al lugar máximo donde se puede llegar en Uruguay. Pero también estoy cumpliendo 30 años en el arte, porque tengo 44 y empecé a ganar una moneda desde los 14 años, siempre en Rivera, siempre en la región. Empecé en algunos bailes, en algunas actividades festivas de kermesse y en bailes de campaña. Gran parte de mi carrera transcurrió ahí, en esos lugares donde está el aprendizaje, dónde está eso que se mama continuamente, que es el escenario de los bailes del interior. Es donde uno aprende que hay que cargar instrumentos, que hay que levantarse temprano, que hay que ir en una zorra atrás tapado con cartón para llegar al baile. Todas esas cosas suman y enseñan. Este show tiene el simbolismo de los 30 años, es una cosa festiva. Y culturalmente, es simbólico por la mistura, la fusión con la Orquesta Filarmónica. Traer este movimiento, la charanga, que es la música tropical del interior, que lo abrazo y que tanto me ha dado, traerlo para la capital y que se amalgame a la Filarmónica y genero un contenido nuevo, muy bien cuidado, es algo que me pone muy feliz. Y el show también es simbólico por el lado del tipo del interior, como nos pasa a tantos, que venimos a buscar oportunidades. Mucha gente viene del interior a golpear puertas aquí. Yo viene y artísticamente la capital me abrió la posibilidad de estar en muchos escenarios y ahora llegar al Centenario, que es como la cerecita de la torta. Me recuerda la frase clásica aquella del "sí se puede" bajarla y vivirla, trabajarla y hacerla. Sí se puede. 

¿Tuviste que golpear muchas puertas durante mucho tiempo?

Tengo los dedos a la miseria, llenos de callos de tanto golpear puertas. Felizmente, la mayoría no se abrió. Porque no hay cosa más linda que una puerta cerrada cuando vos tenés ganas de llegar a algo, porque eso te edifica en valor. Si se te abren todas, después cuando se te cierra una no sabés ni para dónde agarrar. Todos esos sinsabores, todos esos “no” me ayudaron mucho, me llenaron de voluntad y de ganas. Hay una convicción interna, yo siempre quise esto para mí.

¿Cómo ha sido el proceso de ir mixturando los ritmos y las formas con la Orquesta Filarmónica?

Es un gran desafío. Lo estamos haciendo ahora. Me han hecho llegar algunos arreglos fantásticos. Estoy re contento porque para un tipo del interior que viene con la cumbia y la charanga la posibilidad de arropar nuestro género con otros colores e instrumentos seduce. Se puede generar esa fusión. Van a ver cosas muy lindas y por supuesto que voy a aprovechar el contexto y ese marco musical para abordar otros géneros, como el de las canciones románticas. Voy a cantar A mí manera. Estoy mirando atrás y puedo ver mi vida entera. Esas canciones que también se prestan para esos arreglos. A la música tropical no la quiero descuidar, porque es la que me permitió llegar y también me despierta una inquietud muy linda de ver esos arreglos en el escenario con la orquesta y la posibilidad de hurgar por otros géneros que amo mucho.

Lucas Sugo

Hablás de esta comunión entre el interior y la capital. ¿Sentís que persiste cierto centralismo en la música?

Durante mucho tiempo de mi vida yo estaba frente a la capital, la veía y me quejaba. "¿Por qué no nos dan oportunidades? Nos tienen olvidados, ¿qué pasa? Si tenemos cosas para decir y queremos expresarnos". Me estaba olvidando de un detalle: de ir y golpear la puerta. Llegar a la capital y decir "yo tengo esto, me gustaría compartirlo, exponerlo, ver si alguien se puede enganchar con lo que hago". Ese paso a veces nos falta, por la idiosincrasia misma de los hijos del interior que a veces somos un poco cabizbajos y no nos animamos a tomar ese impulso. Pero no nos podemos sentar en el sillón de la resignación. Y es re cómodo: me quejo sentadito y está buenísimo. Pero no. Caminar, transpirar y ahí sí sacar conclusiones. Yo noto que si lo hacemos la centralización no se siente tanto. Existe sí, iluso no soy y por algo estoy hablando de que uno tiene que venir a buscar las oportunidades, pero lo más importante es venir y encontrarlas. Es posible. Hay razones que son obvias y tienen que ver con la cantidad de población, no podés pretender que una puerta muy grande se te abra en el norte si el mercado es chico y no se puede autosustentar, hablando de la industria musical, eventos grandes o medios de comunicación grandes. Pero uno no puede sentarse en el sillón de la resignación y la queja. Me parece que es fundamental decir "primero golpeo". Yo lo hice y se me abrieron las puertas.

Recordabas esos 14 años, cuando tenías que viajar en la zorra de un camión y te era más complicado llegar a lugares. Y ahora te embarcás en una gira que implica mucha la logística y que toca tres países. ¿Cómo sentís esa evolución?

Conmueve porque hay una lucidez que trato de dejarla limpita. Las luces a veces son medio fuertes y te pueden encandilar. Si vos tenés buena memoria y lucidez podés valorar las cosas como están y las cosas que pasaron. Dos por tres me emociono cuando estoy volando, yendo a un país o yendo a otro continente. Yo me acuerdo de los bailes de campaña, los tengo latentes porque soy de ahí también y porque me forjaron como artista y como persona. No hay cosa más linda que tener esa memoria bien pulidita, arregladita, prolijita. Porque valorás y con la valoración viene el cuidado. ¿Viste que cuando te cuesta llegar a algo vos lo cuidás? Me parece que la valoración y el cuidado hacen que uno siga caminando en esto con una proyección, con ganas de que la vigencia esté siempre en nosotros.

Además de esos 30 años de carrera también cumplís 10 como solista. Diez años de aquel Cinco minutos y la revolución que trajo.

Sin dudas hay un antes y un después. Esa canción me permitió llegar fuerte a la capital, todo gracias a los jugadores de fútbol. Me acuerdo de que el Cebolla una vez en un festejo en Madrid cuando salieron campeones utilizó esa canción como cortina musical y los medios capitalinos me empezaron a llamar. Yo contentaso porque era lo que quería. Se dio ese empujón necesario que tenemos todos. A veces no queremos decirlo, pero fue un golpe de suerte y me lo tomo así porque tengo centenares de canciones, pero esa es la conocida. Obvio que ese golpe de suerte te tiene que agarrar con ganas de laburar y preparado para sostenerlo, porque es bien efímero. Viene y se va.

¿Cómo es la búsqueda del equilibrio entre la familia y la demanda de las giras y los shows?

Hoy en día si no hubiera cambiado el chip no sé ni dónde estaría plantado, emocionalmente hablando. Realmente me siento feliz. Vivo feliz porque estoy con mi mujer, con mi hija de un año y tengo mis otros pichones. Estamos juntos, generamos tiempo. Yo no dejaba de tocar nunca, siempre trabajaba, porque hace como 10 años me dijeron que tenía que aprovechar el momento y seguía aprovechando por las dudas (risas). Pero el año pasado dije "este año va a ser distinto”. En Navidad y Fin de Año, sacando la pandemia, desde los 14 años toqué siempre. Esta vez paré del 23 de diciembre hasta mitad de enero, que son fechas buenísimas para laburar. Había una prioridad: la balanza. Toqué casi toda mi vida en bailes y era tradicional que tocara en un baile en Curticeiras, que el 31 de diciembre explota. Pero hace un año dije "gente, este va a ser el último baile que toco" y el último baile fui con mi patrona, era uno más en Rivera. Quiero eso.

¿Hacía mucho que no volvías a un baile de campaña siendo "uno más"?

Más de 20 años. Con mi pareja hace más de 10 años que estamos juntos y fue la primera vez. Y yo quiero eso: quiero darles y recibir tiempo. Incluso el año pasado cuando se reactivó todo empezamos las giras como locos, hicimos España, Perú, Bolivia, Chile. Llegué y le dije a Diego [Sorondo, su mánager] "quiero un fin de semana libre". Perfecto. Llamo a mis dos hijos grandes, mi hija de 20 y mi hijo de 16 viven en Paysandú –son de mi relación anterior– y yo vivo en Rivera. Les dije "gurises, tal fin de semana vamos a pescar, este fin de semana es nuestro, vamos a mojarrear". Ahí es donde uno es feliz. Se vive. Me di cuenta de que yo pensaba que estaba muy bien laburando sin parar y estaba cuidando el futuro de mis hijos, pero ¿y el capital mayor que es el tiempo con los tuyos? Ahora en la balanza eso es una prioridad.

En esas giras por España, Chile, Paraguay, Brasil, Argentina, ¿cómo te parás ante un público que tiene otro código cultural? ¿Cómo se lleva la charanga a modo de bandera desde el interior del país hacia el exterior?

Como una bandera cultural, así lo tomo. Debo confesar que en el interior de Argentina y en el interior uruguayo somos muy parecidos. Somos hermanos y esa palabra nos sienta bien. Yo no sé qué pasará entre Montevideo y Buenos Aires, pero el interior cruzás el río Uruguay y no te das cuenta. Somos muy parecidos en costumbres, en pasiones, en cómo nos comunicamos, cómo hablamos. Ahí me siento realmente a gusto, entre pares. Las diferencias culturales se sienten por ejemplo en Bolivia o en Perú, es otro público, otra manera de pensar, otra manera de sentir, otra manera hasta de expresarse en los shows. Me llena de orgullo, no solamente eso de llevar la charanga que es importantísimo, y agarrar un género, abrazarlo y tratar de dignificarlo cada vez que subo al escenario, sino también agarrar también otras canciones como Cuando cante el gallo azul, de Carlos Benavides. Es una canción muy genuina de tierra adentro, imaginate la emoción que le puede dar a un cristiano que también tiene esos valores, porque yo vivo en el campo y disfruto mi vida ahí, agarrar todo ese contexto, ponerle música y llevarlo a otro lugar. Que suene y que la gente se exprese con algo que es genuino y de tu zona emociona. Me llena de orgullo representar pero también me llena de emoción poder llegarle a la gente con cosas que son nuestras.

Hablás de "dignificar" el género, ¿te parece que en algún momento fue un género que fue mirado por encima del hombro?

Creo que era un género desconocido. Y se relaciona con eso que hablábamos de "no me dan la oportunidad". Es como estar con una pelota de fútbol en la otra vereda y decir "nunca me invitan a jugar". La música tropical del interior pudo llegar a los medios, a los espectáculos de aquí, empezar a sonar y a hacerse conocer. También hubo un quiebre, porque había ese desconocimiento y ahora la gente sabe que en el interior hay movimientos serios, profesionales y bien logrados, artísticamente y musicalmente hablando. Hay gente que hace las cosas muy bien en el interior. Son banderas que uno las está flameando con mucha alegría pero uno sabe que hay un respaldo de un movimiento de gente que hace las cosas de forma muy profesional y que ahora son más conocidas.

¿Qué has aprendido de la fama o de la exposición en estos 30 años de carrera?

Suelo aceptar la expresión "fama". Los uruguayos tenemos que aceptarlo. Jaime Roos es famoso. Rada es famoso. Emiliano de No te va gustar es famoso.

Vos sos famoso

Sí, soy famoso. Uno puede ser uno más y puede ser famoso. Pueden convivir en perfecta armonía esas maneras de sentir, de ser y esos valores que uno tiene en el corazón. Pero si sos popular y si la gente te conoce por qué vas a decir "ay, sí, no sé, bueno...". No. A veces los uruguayos tenemos eso de cabizbajo. No es la fama de la farándula que es otro mambo, es otra cosa. Eso en Uruguay no sucede. Estamos aquí sentados y sabemos que si salimos nos conoce la gente. Yo trato eso con consciencia y con el cuidado pertinente. ¿Por qué te digo cuidado? Porque yo todo lo que hablo de gratitud lo siento y trato día a día de demostrarlo, en el supermercado cuando voy a comprar medio kilo de carne picada o cuando ando de bombacha, alpargatas y boina y voy a la panadería y me piden una foto, un saludo, una conversación. Todas esas cosas siguen presentes en mí en lo que hace al disfrute de compartir con la gente. Yo disfruto de la aceptación popular, termino el show y paso una o dos horas sacándome fotos de forma ininterrumpida, con la columna a la miseria quedo y después me tomo un analgésico, pero me quedo con la gente. Genero ese tiempo. Si estoy en algún lado necesito darle un segundo, hacerle así [tocarle la mano y mirar a los ojos] a la persona. ¿Por qué? Porque a mí me gustaría que si resucitara Freddy Mercury o Gardel hicieran eso. O que me dedicara unos segundos de mirada, ya está. O Luis Miguel ahora. Entonces yo, si estoy de ese lado, cuando cambio y soy el artista, ¿por qué no darle eso? Le estás dando una alegría enorme en una fracción de segundo. Y valoro mucho eso.

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