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Madurez y capacidad de cambio

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24 de noviembre de 2019 a las 05:00

Este domingo Uruguay elige presidente en el balotaje que se repite desde que se instaló en 1999, salvo una vez cuando Tabaré Vázquez ganó en primera vuelta. El balotaje parece difícil de evitar en un país tripartidario y ahora cuatripartidario si la emergencia de Cabildo Abierto no es efímera y se confirma en las próximas elecciones.

Este balotaje se da en una circunstancia regional muy especial. América Latina está prácticamente en llamas: Chile, Bolivia, Ecuador, Perú y Colombia sufren graves tensiones sociales y políticas. Argentina se encuentra en una grave crisis económica y Alberto Fernández, que cada vez  más parece un títere de Cristina, está dispuesto a echar más fuego a la hoguera con la decisión de aumentar jubilaciones y salarios y financiarlos con emisión monetaria bajo el lema de que la emisión monetaria no causa inflación. Algo que si no fuera para llorar haría reír en un país donde la tasa promedio anual de inflación fue de 105% en los últimos 100 años. Solo Brasil parece tener su economía en orden luego de hacer las reformas tributaria, laboral y previsional. Especialmente esta última, recientemente aprobada, es un paso de gigante para la recuperación. Brasil con todo, tiene un grave problema político: sin un sistema de partidos estable, con un altísimo índice de corrupción muestra inestabilidad e imprevisibilidad. Hoy está Bolsonaro con un quinto de apoyo parlamentario. Y ¿mañana?

Centro América tiene también enormes problemas y México ni que hablar: el presidente tuvo que liberar al hijo del Chapo Guzmán para evitar un baño de fuego lo cual da idea de quien manda.

En este escenario, Uruguay ha sido, hasta ahora, una isla de madurez democrática, política y cívica. Ya el 27 de octubre votó por no renovar la mayoría parlamentaria al partido de gobierno, sin dársela a nadie tampoco. Quizá este domingo el electorado resuelva cambiar también el partido del presidente o renovárselo pero sin la mayoría parlamentaria que gozó en los últimos tres períodos.

Sea cual sea el resultado de las urnas, se debe fortalecer nuestro andamiaje democrático en tiempos donde se ven muchos desmoronamientos. Uruguay tiene una oportunidad inmejorable de demostrar a la región que aquí se respeta la institucionalidad, que no tenemos problemas con la alternancia de los partidos en el poder. Que, por el contrario, consideramos que ello nos enriquece y es síntoma de madurez. Que podemos escapar de las olas polarizadoras que recorren no solo a la región sino a los países más desarrollados como Estados Unidos, Gran Bretaña, España, Italia y otros. Que no hay grietas en nuestra sociedad entre los de un lado y los del otro, aunque en el fragor de la campaña se haya sido a veces demasiado duro en el discurso.

La madurez política la hemos tenido y confiamos seguir teniéndola después de la jornada del domingo. Es importante también mostrar madurez cívica por parte de parte de los ciudadanos. Porque en los sucesos que recorren a América Latina, la iniciativa ha venido de la gente con protestas pacíficas o violentas; con protestas espontáneas o con protestas realizadas por grupos muy bien organizados. Por ello es importante que el resultado se acate no solo desde las dirigencias políticas sino también desde las organizaciones sociales, que tanto pueden influir, para bien o para mal.

Si ello ocurre, como todos esperamos, Uruguay tiene una gran oportunidad de validar su buena imagen internacional. Su imagen de país pequeño pero respetuoso del estado de derecho, de los derechos individuales, de los derechos de las minorías, del respeto a quien piensa distinto. Eso es algo intangible pero invalorable. Y es algo sobre lo que este país pueda construir un nuevo paradigma de entendimiento social y desarrollo económico. Algo que no dependerá de los ciclos de las materias primas sino de nuestra capacidad intelectual para aprovechar los desafíos de la sociedad del conocimiento.

Por supuesto que Uruguay puede y debe duplicar su producción agropecuaria aprovechando avances tecnológicos y políticas de largo plazo. Pero también puede y debe fomentar el desarrollo educativo de calidad y especializarse en ámbitos de la salud y fomentar más aún el turismo, para que este no depende de la relación con el peso argentino.

Todo esto requiere mostrar no solo madurez, que la hemos exhibido, sino también capacidad de acelerar el cambio, que nos cuesta mostrar. En esta materia hemos tenido avances pero hay mucha asignatura pendiente. No es posible que habiendo acuerdo político en cambiar la educación desde 2010 cuando José Mujica convocó a todos los partidos, no se haya podido avanzar. Tampoco es posible comprender que nuestra seguridad pública se haya deteriorado, existiendo bastante consenso en la dirección a tomar.

Desde el lunes 25, Uruguay, con el presidente electo y con el parlamento electo el pasado 27 de octubre, tiene que mostrar madurez pero también capacidad de cambio. Los trenes no suelen pasar dos veces

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