Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > NUEVO DISCO

Martín Buscaglia: "Un disco tiene que hacerse porque se debe, no porque se puede"

Basta de música marca su regreso como solista después de diez años
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04 de abril de 2020 a las 05:00

Martín Buscaglia se sentiría honrado si esto resulta ser el fin del mundo. Después de todo, sería uno de los “afortunados” a los que les tocó vivir un momento único y trascendental. Aunque considera esa posibilidad, imagina que en realidad la situación provocada por la pandemia de coronavirus va a pasar, el mundo va a funcionar de nuevo y habrá un espíritu de ciudad liberada después de una guerra. Y también, pronostica, un montón de canciones que hablarán sobre abrazarse, el estar juntos y el contacto humano.

Como tantos otros músicos en todo el planeta Tierra, Buscaglia vio afectado su alimento espiritual y económico, los shows en vivo. Tuvo que suspender presentaciones en Uruguay, Argentina, Chile y España que tendrán lugar más adelante. Está en su casa, como se recomienda. “Con techo y comida. Hay gente que no tiene eso, así que estoy bien”, apunta. Lo único que lo irrita de la situación es el “frenesí comunicativo” que percibe, y que aunque en su opinión nace de buenas intenciones, también genera un ruido excesivo, en el que a veces se incluye la música.

Aunque no nació de estos días de encierro, el músico uruguayo lanzó el pasado 27 de marzo un nuevo álbum. Su disco Basta de música llegó en plena cuarentena porque ya estaba terminado y tenía prevista su salida digital (el formato físico vendrá cuando la normalidad regrese). Para él es un momento ideal para escuchar todo el disco entero, una costumbre algo perdida y que permite ponerle contexto y orden a cada canción. “Los primeros paleontólogos, cuando empezaron a descubrir los esqueletos de dinosaurios y a armarlos, en el siglo XIX, se equivocaban mucho. Y si vos escuchas un disco en desorden podés terminar pensando que un tiranosaurio era herbívoro”, comparó Buscaglia, en entrevista con El Observador.

Aunque fue hecho antes de estas semanas de encierro, el disco tiene mucho de doméstico, por la forma en la que fue grabado. 

Si, está grabado todo en el estudio acá en casa, salvo un par de temas: Mírennos bailar, que lo grabé en Córdoba, y unos bandoneones y arpas que las grabé en Misiones, el resto fue todo acá. Pero en la intención y en el toque estaba eso, a los músicos que tocaron les pedí que lo hicieran como si hubieran sido criados por una manada de lobos. Con la sapiencia que tienen incorporada por los años de estar en la música, pero con un salvajismo y una crudeza que tenían que ver con eso de lo casero. Que se enfrentaran a los instrumentos como si nunca se hubieran enfrentado a ellos o bien como si fueran unos Higlanders inmortales que los conocen de toda la historia pero se les mezclan las eras y tocan de una manera que no está ni bien ni mal, sino más allá de todo, que es la manera ideal, creo yo, de enfrentarte a casi todo, pero sobre todo a la música, a las palabras y a como suenan los instrumentos. 

¿Cómo decidió volver a trabajar como solista después de diez años de su último disco?

Fue cuando sentí que tenía que hacerlo. Son tiempos en los que muchas cosas se hacen porque se pueden, realmente hoy podés hacer de todo. Pero hay algunas cosas, como un disco, que deberían hacerse porque se debe, no porque se puede. Este fue el momento que sentí que tenía para ofrecer y ponerme yo en ese rol. Desde mi último disco solista posta pasaron diez años, entre medio igual hice un montón de música, un disco junto a Kiko Veneno, le produje otro a él, el disco con Antolín, toqué con un montón de colegas, muchos de ellos héroes personales, como Kiko, Os Mulheres negras, Fernando Cabrera, Julieta Venegas, Lisandro Aristimuño. Este disco no es una acumulación de canciones de diez años. Lo que sí acumulé fue información, y en ese proceso vas agarrando herramientas, desechando otras. Vas cambiando tu casa, la pintás, cambiás los muebles de lugar, abrís una ventana donde no había. Y siento que en estos años desde ese otro disco fueron años puestos al servicio de esos otros músicos. Armar un dúo es ponerte al servicio del otro también, porque vos no elegís ni das lo mejor de vos, das lo que debés dar, lo que se necesita de vos para eso que se está construyendo en conjunto. Hasta que encontré estas canciones, que son bastante jóvenes. La más añeja tiene un par de años nomás. Pero con las que sentí que tenía un mundo para mostrar, que proponía cosas y que era nuevo, aunque uno siempre es uno. 

De esas colaboraciones en la última década, ¿hay algo que se refleje en Basta de música?

Muchísimo de todos, porque los admiro a todos, cada uno por distintos motivos. Pero lo que siempre supe es que nunca iba a invitar a nadie por fuera de mi círculo más cercano, y que quería hacerlo con un grupo reducido de gente que tuviera bien claro el objetivo y la determinación, Martín Ibarburu, Matías Rada, y dos o tres más. Lo más cercano a un invitado es un arpista de 80 años que vive en la selva misionera y solo toca chamamé. Esas personas con las que colaboré están, pero no se notan a simple vista. Con todos tengo puntos de contacto y cosas con las que me fascino: cómo se maneja Kiko con la composición, con qué reglas crea; el toque de la guitarra de Cabrera, las melodías de Julieta Rada, pero lo que creo que más traigo de todos ellos es el ejercicio. El poder salir de vos y no decidir todo, y eso hace que muevas tus músculos musicales y aparezcan algunos que no sabías que tenías. 

Cuando se hace un disco solista, que lleva solo su nombre, ¿se lo piensa con otro peso y otra ambición?

Sí, porque las colaboraciones tienen como encanto que son efímeras e imperfectas. En este caso no, hay una ambición de que sea una obra potente. Detesto cuando vienen a mostrarte un disco y te dicen "hice un disquito, tengo unas canciones". ¿Para qué? Ya hay música suficiente para todos los estados de ánimo, si vas a agregar algo tiene que haber una determinación y confianza en que estás hurgando en un lugar que tiene poderío. Tiene que ser algo que tenga algo de invocación. La ambición de que tenga magia. De hecho está construido así, pero todo eso no se tiene que notar, porque si no se quiebra el castillo que estás construyendo. De hecho, en el tema Caballo, lo dice: "Caballo hueco, nuestra labor, entrando en la muralla". Un caballo de Troya, que lo ves y le abrís las puertas y después adentro se disemina todo. Armónicamente el disco va tema a tema haciéndose más espeso y hondo. El primer tema arranca en Mi menor, el siguiente baja dos tonos, a Do mayor, y después sigue bajando, tema a tema, aunque casi nadie se va a dar cuenta, suma a esa cosa de invocación que tiene que tener toda obra y genera una fuerza centrífuga. 

Para Basta de música dejó de lado la guitarra para tocar más el teclado y la percusión, ¿por qué?

Un poco fue para acompasarme con la premisa que le estaba pidiendo a los otros músicos participantes, lo de los lobos. Si yo tocaba con los instrumentos con los que me conozco hace más tiempo, y ya se lo que van a decir, como la guitarra o el bajo (solo toco la guitarra en dos temas), no tenía sentido. Por eso fui por instrumentos, como el teclado, que lo toco mucho en casa. Pero tampoco quería tocarlo "a lo beatle", que es una forma preciosa y la más habitual para un guitarrista que pasa al piano, sino como los que más me gustan, esa influencia de Thelonious Monk, de Hugo Fattoruso, sabiendo que nunca voy a llegar a ese lugar, pero yendo hacia ahí y confiando que iba a llegar a una isla perdida, que me iba a perder pero a llegar a un lugar nuevo, que era lo que estaba buscando. 

Escuchándolo, el disco tiene algo de isla, de selva, de música ritual. ¿Lo buscó? 

Lo buscaba, por ahí venía la intención. Lo que quise hacer fue un disco más parecido posible a los discos que más escucho y disfruto, que en general son vinilos viejos de unos seres medios macumberos y desdentados tocando una melodía ancestral, y que sirve para hacer rituales, no sabés de que, si una boda, un funeral o un rito de guerra. Pero con mis herramientas. Está pensado como desde un mundo posapocalíptico en el que quedan algunas máquinas pero un poco destartaladas, por eso el uso de las máquinas de ritmos en el disco va por ese lado, están tocadas de verdad, no programadas. Desprogramadas, les digo. Tocadas en tiempo real y grabadas con un micrófono al aire. Buscando ese lado salvaje que a veces las máquinas tienen más que un ser humano. Hoy te podés preocupar tanto por tocar bien, acomodando todo en una compu, y por haber escuchado tanta música cuantizada y perfecta, que a veces una máquina antigua pasa a ser más sensible que un humano actual, porque ella tarda en calentarse, se mueve un poquito de tempo a medida que vas tocando, según el día suena de una manera u otra. Estamos en una época media Terminator en la que se revirtió todo y las máquinas son más sensibles que los humanos. 

¿Cómo es su método de composición? ¿Es más metódico o espontáneo?

Laburo mucho pero no tanto persiguiendo la inspiración. Está esa frase "que la inspiración te agarre trabajando", pero no aplica para mi. Respeto mucho a quienes piensan eso, pero también pido que respeten mi derecho a no escucharlos jamás. Lo que yo creo que tenés que laburar es no tanto perseguir vos a la inspiración, sino convertirte en un terreno fértil para que ella aterrice ahí. Y esa preparación puede ser sentandote ante la hoja en blanco o con un instrumento. Pero más que perseguirla es ofrecerte como carnada para ella. 

Contó que el fragmento de la pintura de Luis Ricardo Falero que ilustra la tapa del disco fue el fondo de pantalla de su computadora durante años. ¿Cuándo se dio cuenta de que tenía que ser la tapa?

Me di cuenta hace bastante tiempo. Me parece pertinente, mujeres poderosas en medio de un mundo tormentoso, pertinente para la época, para el título Basta de música. Siempre lo supe. Y cuando la mostré al público se me rompió la compu en la que la había tenido de fondo de pantalla durante muchos años y que había sido la que se usó para grabar el disco. Lo tomé como un buen augurio. En estos días, repasando, me acuerdo de las tapas de Mal tiempo sobre Alchemia, el disco de Eduardo Mateo, que también tiene una imagen de una ilustración de una revista de ciencia ficción, y también Sansueña, de Darnauchans, que también tiene un fragmento de una pintura. Así que habría que investigar esa tradición uruguaya de poner pinturas en los discos. 

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