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Martín Lousteau, el sorpresivo obstáculo en la carrera de Macri por la reelección
Todos hablan de él. Martín Lousteau se transformó, inesperadamente, en el hombre del momento en la campaña de cara a las elecciones presidenciales de octubre en Argentina. Cuando parecía que casi ningún candidato podría ser capaz de desafiar la antinomia Macri-Cristina Kirchner, él planteó el desafío de disputar una interna en el espacio oficialista.
Y así, la centenaria Unión Cívica Radical (UCR), alicaída pero con presencia territorial y un aparato todavía fuerte, empezó a entusiasmarse con la posibilidad de haber encontrado, por fin, un candidato atractivo y con posibilidades de ganar la presidencia.
¿Cómo es posible que un economista que apenas mide en las encuestas haya alterado de esa forma el mapa político argentino al punto de generar nerviosismo en el comité de estrategia macrista?
Fue una suma de pequeños gestos. Por un lado, los dirigentes de la UCR nostálgicos de la etapa alfonsinista ya no ocultan la incomodidad que les produce la alianza con un gobierno que debe tomar medidas impopulares, como el duro ajuste monetario, el recorte fiscal y la suba de tarifas de servicios públicos.
Empezaron a proliferar las voces críticas que llevaron a situaciones sorpresivas, como por ejemplo la derrota del candidato macrista frente al radical, en la interna para definir el postulante de Cambiemos a la gobernación en la provincia de La Pampa.
Fue la confirmación de que algo no andaba bien dentro de la coalición gobernante. Antes de eso, los gobernadores radicales, liderados por el mendocino Alfredo Cornejo, se habían negado al pedido macrista de votar todas las elecciones provinciales en simultáneo con las nacionales. Ese desdoblamiento es una forma de tomar distancia del deterioro de la imagen que sufre Macri.
Se empezó a escuchar con insistencia el llamamiento a realizar internas. Pero claro, nadie había pensado que ese desafío pudiera ir más allá de los comicios provinciales y que llegara a transformarse en un desafío contra el mismísimo Macri.
Hasta que apareció Lousteau. Economista de profesión, locuaz y con un perfil atractivo para los medios de comunicación, es una de las figuras ascendentes de la política argentina. Ocupó cargos de importancia desde joven y, pese a no tener filiación peronista, saltó a la primera plana cuando fue designado ministro de economía por Cristina Kirchner, por consejo de su entonces jefe de gabinete, Alberto Fernández.
La principal mancha de su currículum –que él ha intentado, desde entonces, hacer olvidar– es haber sido ideólogo de las retenciones móviles a la soja, que provocaron la recordada “guerra del campo” en 2008.
Lousteau siempre se defendió con el argumento de que, en realidad, él suavizó un proyecto más duro que quería imponer Néstor Kirchner y que era prácticamente confiscatorio de la renta sojera.
Tras su salida del gobierno, rompió definitivamente con el kirchnerismo, criticó todas sus políticas y eligió como su enemigo personal al funcionario más polémico del gobierno, el exsecretario de comercio, Guillermo Moreno.
Su regreso al escenario político fue en 2015 cuando se lanzó como candidato para jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, con el apoyo de la UCR y del sector de Lilita Carrió. Su debut electoral fue auspicioso, perdió por apenas tres puntos contra Horacio Rodríguez Larreta, el delfín de Macri, que jugaba con todo el aparato estatal a favor.
Desde entonces, ha venido jugando un ambiguo apoyo al gobierno. Macri lo designó embajador argentino en Washington, cargo que abandonó en 2017 para disputar las elecciones legislativas.
En las últimas semanas recibió un reconocimiento de Macri, que lo invitó especialmente a formar parte de la comitiva oficial en la visita de Estado por India y Vietnam. Y allí, en plena gira presidencial, realizó declaraciones periodísticas que levantaron revuelo y cambiaron el panorama.
Fueron apenas un par de frases elípticas, en referencia a “no tener miedo de ir a internas”, pero todo el mundo entendió: su desafío no se estaba refiriendo a la jefatura de gobierno de Buenos Aires sino a la mismísima candidatura presidencial.
De joven “cool” de Palermo a líder radical
Lousteau tiene un perfil personal difícil de encasillar. Desde ya, no es el típico economista discreto y aspecto formal que abunda en terminología técnica. Más bien al contrario, su perfil es cada vez más parecido al de una “celebrity”.
Ha mostrado siempre un gusto por relacionarse con la farándula. Primero fue novio de una de las hijas de Palito Ortega. Luego tuvo un polémico amorío clandestino con Juanita Viale, que hizo que su nombre fuera conocido por los consumidores de los programas de chimentos. Y luego se casó con la actriz Carla Peterson, entonces en su momento de mayor popularidad.
Aunque tiene 48 años, su aspecto físico sigue siendo el de un veinteañero. Y él cultiva ese perfil con esmero. Pelo largo enrulado, vestimenta juvenil y un aire de joven “cool” del barrio Palermo son sus marcas registradas.
Desde joven, sus amigos lo apodaron “Guga” por su parecido físico con el tenista brasileño Gustavo “Guga” Kuerten. Y él adoptó el nombre en su cuenta de Twitter, donde tiene más de un millón de seguidores.
Hasta ahora, parecía que sus posibilidades políticas quedarían limitadas a los límites de Buenos Aires, sin chances para seducir a otro electorado que no fuera el porteño. Sin embargo, los radicales de la UCR creen que tiene potencial presidencial.
“Como radical, uno espera tener una referencia nacional importante; hace tiempo que eso falta y sería cuestión de evaluarlo”, dijo Daniel Kroneberger, el candidato ganador en la interna provincial de La Pampa.
Y, a juzgar por la reacción del macrismo, también en el PRO creen que su figura puede tener proyección nacional, si es que la UCR se decide a impulsarlo.
No por casualidad, sus declaraciones generaron nerviosismo en el núcleo duro del gobierno, al punto que Macri le reprochó personalmente el momento –plena gira presidencial por Asia– para hablar de las elecciones internas frente a los micrófonos de los periodistas. Las acusaciones desde el macrismo fueron desde “maleducado” hasta “traidor”.
Y ese enojo dejó en evidencia que los dirigentes macristas se sienten cómodos confrontando con el kirchnerismo, pero no con alguien del mismo palo.
Desde el punto de vista macrista, el planteo de Lousteau pone una nota de duda sobre el liderazgo del presidente.
Ya había cierta hipersensibilidad en el ambiente. Hace escasas semanas que se superó una ola de rumores respecto de si la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, no podría contar con mejores chances electorales que el propio Macri. Hubo especulación política intensa al respecto, alimentadas por encuestas que marcaban una mayor popularidad de la gobernadora. Pero todo se saldó con un acuerdo entre ambos para buscar sus respectivas reelecciones.
Y ahora, el surgimiento de Lousteau viene a poner sobre el tapete los dos grandes temores del macrismo. Primero, una posible fisura con los socios de la UCR, que aportan a la coalición gobernante el imprescindible armado político a nivel nacional.
Y segundo, Lousteau expresa esa corriente de votantes de clase media que, antes que nada, se definen como antikirchneristas y que en 2015 votaron a Macri no tanto por un encantamiento con su propuesta sino para dar por cerrado el ciclo de Cristina.
Para esa gente, que ahora expresa su desilusión por la crisis económica, Lousteau puede representar una opción atractiva. Es un candidato de un espacio de centro, con un discurso de tono socialdemócrata, que critica tanto al peronismo como a la política económica de Macri.
En otras palabras, el candidato ideal para el que quiere evitar la vuelta del peronismo, pero quiere, al mismo tiempo, marcar en las urnas su disgusto por los sacrificios de la fase recesiva.
