La imitación tan exacta del intento de golpe en EEUU con el de Brasil ha sido igualmente grotesca.

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Negar el clima, la pandemia y las urnas

¿Cuál es la utilidad de negar la realidad? Políticamente sirve para intentar mantener el poder cuando se pierde una elección. Adjudicar “fraude” y mandar a las masas enardecidas a sembrar el caos.
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15 de enero de 2023 a las 05:00

Hubo una época en que las fake news parecían casi pintorescas. En la explosión de las redes se formaba un ecosistema en el que las noticias verdaderas, vinculadas a hechos que efectivamente suceden y se verifican, debían convivir y competir con meras invenciones. Como en todo proceso evolutivo, la información que más se multiplica predomina. Y mientras las noticias verdaderas circularon como siempre, las falsas empezaron a producirse industrialmente, en granjas de robots, mayoritariamente en Rusia.

La fábrica de fake news sumadas a la guerra electrónica permitieron que Donald Trump ganara las elecciones. La información privada de su contrincante hackeada, distorsionada multiplicada, Hillary Clinton que pierde pie, y un candidato de extrema derecha capaz de negar a la ciencia se hace con el poder en la principal potencia del mundo.

Un imitador tropical, igualmente negador de la ciencia y aun más mesiánico, es capaz de ganar la presidencia en el mayor país de América del Sur.

Vladimir Putin, Donald Trump y Jair Bolsonaro encarnan el ascenso del conspiracionismo, una manera de pensar que es necesario entender aunque no sea por el peso político que adquirió en lo que va de este siglo. Pero básicamente ha consistido, entre otras cosas en inventar una conspiración de George Soros y Bill Gates y los medios informativos que verifican lo que publican para a partir de eso negar la pandemia, el calentamiento global y las elecciones en la que sus candidatos de extrema derecha pierdan.

El conspiracionismo es una manipulación que en sus formas más puras implica centralmente una desvalorización de la ciencia y del periodismo serio, es decir de todos lo que trabajen con método para explicar la realidad buscando los datos fidedignos que están detrás de sus afirmaciones. Esta desvalorización de la ciencia es necesaria por varios motivos. El central, permitir la persistencia del uso de energías fósiles y de la depredación de los espacios silvestres. De modo que un factor central de esta nueva ideología es negar el cambio climático o relativizarlo.

Las granjas de robots harán un video donde un científico es entrevistado y niega el cambio climático. Esta misma semana vi uno en un foro agronómico serio de Argentina, con un científico inglés entrevistado por la cadena rusa RT.

Negar el cambio climático o sembrar dudas es una estrategia de marketing de las malas causas que empezó a ser usada hace décadas por la industria tabacalera. Pensar científicamente implica dudar. De modo que para prolongar una mala causa solo se debe exagerar esa duda. ¿Está suficientemente probado que la adicción al fumar tabaco provoca cáncer? Durante décadas la industria tabacalera defendió exitosamente que no había suficiente prueba.

Cuando el intoxicado por exceso de humo es el planeta se recurre a idéntica estrategia. “El clima siempre cambió” es un mantra habitual. Y por supuesto que sí es cierto. Un paciente con 39º C de fiebre y subiendo que no quiere dejar de fumar puede decirle a su médico: “Usted sabe que la temperatura del cuerpo cambia minuto a minuto”, doctor. O puede también plantearle que no hay suficiente prueba de que la adicción al tabaco no es necesariamente la causa de la fiebre. O puede decir que sí el tabaco adictivamente no es bueno, pero tampoco es tan malo como dicen “los militantes de lo políticamente correcto”. O como nos sucede con la energía fósil, resignarse a que “no está preparado” para abandonar la causa de sus males.

Esta nueva ideología que tiene por cimientos las fake news y  que militantemente niega a la ciencia se ha comportado igual en la pandemia que en la crisis climática y en dos elecciones. Líderes mesiánicos relativizan la realidad y construyen una realidad paralela. Sus seguidores pagan con cárcel o muriendo de Covid.

Proclama odiar el comunismo (concepto que incluye a la social democracia, liberalismo humanista, es decir especialmente el centro político), pero se comporta idénticamente al comunismo en varios aspectos centrales: el odio al rico y el desprecio por la prensa de hechos verificados y a la democracia.

Para encender el odio al rico en las masas se recurre a personas bien conocidas como Bill Gates. Ejemplifica al rico y a las multitudes frustradas debidamente azuzadas en Internet les encanta odiar a alguien exitoso.

El otro aspecto idéntico al marxismo histórico es el desprecio por la prensa de hechos verificados. De ese modo, igual que los comunistas, consideran que CNN o The New York Times son “el enemigo”.

Lo que muestra la asonada de Brasilia es que también los une el desprecio por la democracia.

Generosamente financiados por la industria de las energías fósiles, estos grupos tienen como estrategia pronunciarse contra lo que llaman “el globalismo”. Si crees que para frenar una pandemia es necesaria la coordinación a nivel mundial, eres “globalista” y si crees que las sequías no tienen fronteras y que para evitar la desestabilización del clima es importante la coordinación mundial, eres “globalista”.

¿Cuál es la utilidad de negar la realidad? Políticamente sirve para intentar mantener el poder cuando se pierde una elección. Adjudicar “fraude” y mandar a las masas enardecidas a sembrar el caos. Una vez que la muchedumbre está convencida que quienes aportan evidencia son enemigos, la dinámica de la desconfianza queda instalada.

La imitación tan exacta del intento de golpe en EEUU con el de Brasil ha sido igualmente grotesca.

La democracia posiblemente tenga que renunciar al voto electrónico, que estos grupos usan para intentar revertir sus derrotas electorales y sembrar el caos cuando no logran las mayorías. Mientras haya voto electrónico será fácil vender el anzuelo del “fraude”.

Estos sectores mesiánicos tuvieron dos derrotas en sus intentos por tomar el poder por fuera la voluntad popular, pero tienen fondos muy amplios de financiamiento, usinas divulgadoras de falsedades en las redes y a algunas personas bien intencionadas convencidas de ser víctimas de la conspiración.

En Brasil han seducido a sectores del agro. Su discurso es atractivo: el cambio climático no existe y se puede talar la selva para poner ganado, quienes se oponen son meramente proteccionistas. Así Bolsonaro llegó a tener por ministro de Ambiente un contrabandista de maderas nativas de la Amazonia.

En Uruguay los productores ganaderos no deberían dejarse seducir por el discurso negacionista del cambio climático. Es fácil para un vocacional de la ganadería verse tentado por el discurso que diga que “el metano no es tan malo”, “vacas siempre hubo”, “hay que talar la selva para lograr el desarrollo”. Pero la verdad que arrojan los termómetros es que la temperatura del planeta sigue muy alta y subiendo. El 2022 fue el quinto más caliente, los océanos están más calientes que nunca y nuestros campos se achicharran en veranos cada vez más difíciles.

Como dijo Voltaire ““Aquellos que pueden hacerte creer absurdos pueden hacerte cometer atrocidades”. Tal lo visto en Brasilia. Los que te convencen de negar la realidad del cambio climático o de negar la realidad del surgimiento de una nueva enfermedad, también intentarán convencerte de que cuando pierden en las urnas es porque hubo fraude. Y una ganadería que defienda talas de selvas o asonadas golpistas en una sociedad global tira su prestigio a la basura.

Hay una ganadería a lo Bolsonaro, pero también hay una a la neozelandesa. Que cobra un impuesto al metano a los ganaderos, sí y molesta. Pero que devuelve íntegro ese dinero al sector en términos de investigación, marketing, productividad y posicionamiento de los productos sobre la base de asumir la realidad y tratar de solucionar los problemas que la realidad tenga, en lugar de negarlos.

Como en otros casos, la región muestra los caminos que no hay que seguir. La ganadería uruguaya para continuar su trayectoria de excelencia tiene que dejar de lado las tentaciones negacionistas, apostar a la ciencia y a la ética para ser competitiva en el largo plazo. Y todos lo precisamos para defender la convivencia democrática frente a los embates autoritarios y malos perdedores.

Es imprescindible defender la cultura de que las vacunas son útiles, revertir la crisis climática un desafío central y quien pierde las elecciones debe actuar con dignidad y no andar rogando a los militares un golpe de Estado que permita seguir destrozando la naturaleza sin restricción alguna.  

El calentamiento existe, el Covid existe, las elecciones se respetan. Y trataremos que los vacunos emitan menos metano y las pasturas sobre las que caminan capturen la mayor cantidad posible de carbono, porque comer carne es sano, placentero y éticamente correcto.

 

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