Espectáculos y Cultura > Los niños del muro

Nervios, autógrafos y una canción legendaria: así vivieron los niños de Giraluna su presentación junto a Roger Waters

Catorce niños fueron parte del momento más importante del show que Waters dio en el Centenario el sábado
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05 de noviembre de 2018 a las 20:33

Ninguno tenía mucha idea de quién era él ni que había hecho con su banda en el pasado. A excepción de algún eco familiar que se perdía por ahí, a sus casas no llegaban los riffs del bajo de Money o la cadencia fogonera de Wish you were here. Para la gran mayoría de los catorce niños del coro Giraluna que se subieron al escenario del Estadio Centenario el pasado sábado, el canoso que levantaba el puño con ellos y gritaba "dejen quieto a los niños" era un completo desconocido hasta hace unos pocos meses. Sin embargo, ahora ese señor es Roger. A secas. Roger, el hombre que les pidió ayuda para cantar uno de los himnos contestatarios más importantes del rock, el que se olvidó de contar en voz alta para que ellos se sacaran la capucha a tiempo, el que no sabe hablar en español y que los hizo reír con sus gestos detrás del escenario. Ese veterano que les hizo vivir una de las mejores situaciones de sus vidas.

Quienes estuvieron allí, en el campo y en las tribunas, los vieron muy serios, concentrados. También los miles que vieron las réplicas de su actuación en las redes sociales. Pero pocas horas antes de salir a cantar Another brick in the wall junto a Roger Waters, los niños de Giraluna no podían más de la ansiedad. Sabían que era el momento más importante del show.

“Yo estaba parado con la capucha temblando. De repente escucho helicópteros y la batería de fondo marcando el tiempo. Los miedos y los nervios los aguantamos, y todo eso después quedó en la capucha. Cuando nos la sacamos, se terminó”. Anthony es el que lo dice y funciona, un poco, como la voz cantante del pequeño grupo de niños y adolescentes que ahora se sienta en ronda en el local donde trabaja la ONG. Y es lógico que se ponga en ese rol; tiene 18, es el más grande y está allí desde los cuatro. Es, también, el único de los que subió al escenario que conocía a Pink Floyd de antes, ya que su maestro de pintura lo ponía de fondo mientras le enseñaba sobre Van Gogh y Torres García. Ahora, con un RESIST blanco en el pecho de su remera negra –la misma que utilizaron en el concierto– muestra la fotografía que el músico inglés le regaló y le firmó esa noche.

Junto a él –un poco más nerviosos– esperan sus compañeros, esos que también vivieron el recital desde arriba: Ignacio, Emiliano, Francisco, Gustavo, Romina, Jandira, Mia, Xiliana, Fernando, Camila, Fernanda, Brian y Antonella. Sus voces se amontonan y todos quieren contar un poco de lo que vivieron, eso de lo que todos hablan hoy ahí en el edificio de Giraluna y afuera, en la calle y las redes sociales.

“Cuando nos sacamos la capucha no veíamos nada. Estaba todo negro y solo se veían los flashes”. “Nosotros teníamos que mirar hacia adelante y estar serios. Hicimos todo lo que nos dijeron. Después, teníamos una parte donde bailamos, donde sí podíamos reírnos y mirarnos”. “Roger, es un grande”; “Fue muy simpático y amable”; “Muy inglés, nada de norteamericano. Un acento muy inglés”. “En el próximo país van a mirar nuestro video para aprenderse los pasos, como hicimos nosotros con los otros”.

Para los 14 que cantaron Another brick in the wall, la velada no terminó con los acordes de esa canción, ya que se quedaron a ver el show y hasta cenaron con los músicos. “Los chiquilines pudieron probar de todo. Muchas de las cosas que comieron no las habían probado nunca”, explica Ana Campoleoni, directora de la ONG.

Los pasos hasta el muro

Los primeros contactos de Giraluna con la producción del espectáculo fueron en mayo, pero fue a partir de agosto cuando comenzaron con los ensayos y a enviar videos al exterior para ir registrando los avances. Lo más complicado, según Campoleoni, fue la parte del inglés, aunque los más pequeños fueron los que se adaptaron más rápido a la letra. Este trabajo de fonética fue supervisado por Daniela Paller.  De la coreografía se encargaron Alejandra Cuadrado y Claudio Acosta, profesores de danza de la ONG, y la parte de la música fue responsabilidad del director del coro, Adrián Posada.

“Uno que se crió escuchando esto, verlos a ellos cantándolo fue increíble”, dice Posada, mientras mira a los niños. “Ellos fueron elegidos porque querían cantar, no porque eran los mejores de todo el coro. En Giraluna son 64 integrantes, pero estuvieron ahí arriba los que querían cantar, los que sabían que podían. Al tener esa inquietud, lo demás sale solo. Desde abajo nosotros lo veíamos reflejado en sus ojos”.

Cómo si de una coincidencia se tratara, la canción –Another brick in the wall– resultó ser la embajadora perfecta para el trabajo que hace Giraluna. Desde hace más de 20 años y en conexión con el INAU, la ONG trata de derribar los muros entre la cultura, la marginalidad y estos niños y adolescentes en situaciones precarias del barrio Nuevo París y sus alrededores. Y todo sin recibir ayuda monetaria.

El comedor donde se da de comer a los niños

“Ideológicamente fue muy poderoso. Es difícil de dimensionar todo lo que esto ha generado. No tenemos infraestructura para todo lo que nos está llegando. Si todos los que hoy se están comunicando con Giraluna por lo de Roger Waters pusieran un poquito, no tendríamos problemas económicos como los que tuvimos este año. Nosotros, por ejemplo, no tenemos casa, estamos de prestado acá. Creo que va a llegar el momento de que se nos va a dar. Esto para nosotros no termina acá con este show. Hay que seguir luchándola todos los días”, explica Campoleoni.

La lucha, sin embargo, da frutos. Lo demuestra la cuestión de que hoy todos hablan y comparten la actuación de los niños con admiración. De que se abre cualquier red social y están ellos, con el puño en alto frente a cuarenta mil personas que corean al unísono. También, de que esta nueva gran difusión seguramente le dará un nuevo e imprescindible impulso a esta organización que –desde hace tantos años– trabaja para contener, educar y alimentar a los niños que se acercan a ella. Y al final, lo demuestra la firmeza con la que Anthony dice que lleva 14 años en Giraluna y no tiene planes de irse. Menos incluso cuando pasa raya y se vuelve a acordar de lo que vivió junto al resto de sus compañeros el sábado pasado. “Ese show fue una obra de arte. Yo no entiendo nada de inglés, pero se sentía la fuerza de la música. Del arte. De verdad fue una obra de arte”.

Se puede colaborar con Giraluna a través del mail [email protected] o depositando  directamente a las siguientes cuentas del BROU: Caja de ahorro en pesos 001567169-00003 y caja de ahorro en dólares 001567169-00002
 

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