Cuando empezó a tomar forma la idea de hacerme periodista, al final de la adolescencia, aparecieron dos razones puramente egoístas para meterme en este oficio, una que fue perdiendo fuerza con el paso del tiempo, y otra que fui racionalizando a medida que pasaron los años.
La primera: era lo más parecido a un trabajo de escritor que había, y esa era la verdadera meta. El periodismo sería apenas una forma de ejercitar la escritura o vivir de ella entre ficción y ficción. Por ahora tengo una gimnasia de escritura impresionante y cero proyectos narrativos concretados (la esperanza no se pierde).
La segunda: Más allá de la fantasía de Todos los hombres del presidente, que en algún momento estuvo, con el tiempo me fui dando cuenta que me hice periodista para poder satisfacer mi propia curiosidad. Un ansia de saber que me sacude cuando algo me interesa. Este trabajo era una patente para preguntar, para conocer, para descubrir qué hay detrás de las cosas. ¿De dónde vienen? ¿Por qué lo que se hace popular, o exitoso, o relevante, funciona? ¿Por qué nos fascina lo que nos fascina?
Esta nota es exclusiva para suscriptores.
Accedé ahora y sin límites a toda la información.
¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí
Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá