Obama, Trump y Clinton comparten estantes en las librerías uruguayas

Es hijo de un keniata y de una mujer blanca de Kansas. Nació en Hawái y se crió entre ese lugar, la ciudad de Seattle e Indonesia, antes de volver a Estados Unidos para realizar sus estudios universitarios. Esa cualidad nómade, la mezcla racial y la ausencia de su padre luego de divorciarse de su madre marcaron de por vida al expresidente estadounidense, que se cuestionó asuntos de identidad y raza durante toda su vida. Eso se puede ver en la película Barry (disponible en Netflix) y también en este libro. En una serie de ensayos reflexivos, Barack Obama analiza y repasa su vida y sus conflictos hasta el momento de su ingreso en la Universidad de Harvard.

Los sueños de mi padre se editó originalmente en 1995, cuando era apenas un político incipiente que buscaba un lugar en el Senado del estado de Illinois. Y se reeditó cuando llegó a un escaño en el Senado estadounidense en 2005, el paso previo a la primera de sus dos presidencias. Su lejanía con respecto a su padre (al que vio solamente una vez entre su alejamiento de la familia y su muerte en un accidente de tránsito en 1982); su maduración entre comunidades y países diferentes; su etapa como un joven alcohólico y con experiencias con drogas; su posterior faceta de líder comunitario y figura respetada; la brecha racial en Estados Unidos y su situación cotidiana; y una emotiva visita a Kenia conforman este relato que es a la par emotivo y analítico, y pinta una versión más joven, menos experimentada, pero ya con algunos rasgos de la figura en la que se convertiría al asumir su puesto en la Oficina Oval de la Casa Blanca.

El libro no debe tomarse como una verdad absoluta, ya que con la finalidad de proteger a algunas de las personas que allí aparecen y de generar una versión más ágil de la historia, Obama se tomó la libertad de unir personas en personajes únicos y de cambiar nombres, aunque los hechos, se advierte, son todos reales. Y el primer presidente negro de Estados Unidos logra así agranda su figura demostrándose también como un competente escritor.

El 5 de enero de 2018 el presidente de Estados Unidos Donald Trump volvió a usar Twitter como su herramienta para dar a conocer su parecer. Escribió lo siguiente: "No he autorizado el acceso a la Casa Blanca (y de hecho lo he rechazado muchas veces) al autor del libro falso. Nunca hablé con él para el libro, lleno de mentiras, distorsiones y fuentes que no existen. Miren el pasado de este señor y miren lo que le pasa a él y al descuidado de Steve (Bannon, exasesor del empresario)". Trump –con su verborragia virtual y su intención de censura– logró que el libro Fire and Fury: Inside the Trump White House (Fuego y Furia. En las entrañas de la Casa Blanca de Trump) del periodista estadounidense Michael Wolff fuera un éxito desde el mismo día de su publicación.

La revista Time publicó una nota que se titulaba "La gente está comprando Fuego y Furia con la misma rapidez que compró Harry Potter". El texto, además, se convirtió de inmediato en número 1 de la lista de más vendidos de Amazon y –según lo consignó la revista– en la Biblioteca Pública de Nueva York (la segunda más grande de todo el territorio) tenían una lista de espera de más de mil para las 49 copias.

No obstante Wolff –colaborador de publicaciones como The Guardian, Vanity Fair, entre otras– dijo hace unos meses a El País de Madrid que no se esperaba este éxito (en febrero iban dos millones de copias vendidas solo en EE.UU.). El autor explicó, en esa misma entrevista, cuáles cree que son las razones del suceso de su trabajo: "En la atmósfera se percibe la necesidad de hallar sentido a lo que está ocurriendo con Trump y sus estallidos diarios. El libro permite a la gente centrar todo lo que está pasando en una historia, y también les reafirma en que ellos no están locos, que quien está loco es él". Claro que para explicar al empresario y primer mandatario del país, Wolff trabajó durante 18 meses y realizó más de 200 entrevistas. Además se instaló en el ala Oeste de la Casa Blanca y se convirtió, como él mismo se define, en una mosca –al final una bastante molesta– en la pared.

El tono se nota enseguida en el primer capítulo. Y siguiendo con la lectura, eso queda todavía más en evidencia: a este libro lo escribió un presidente de Estados Unidos. De alguna manera, tiene sentido; a El presidente ha desaparecido lo firma Bill Clinton, el 42° mandatario del país norteamericano. Sí, en la tapa también está el nombre del escritor James Patterson, pero lo cierto es que esta novela de Planeta ha sido largamente promocionada como la primera historia salida de la mente de un exmandatario. Incluso está escrito en la portada: El thriller que solo un presidente podría escribir.

Es difícil saber cuánta tela cortó cada uno en la edición de esta novela, pero la alianza entre Clinton y Patterson es prometedora. El escritor es, junto a Stephen King, John Grisham y otros nombres similares, uno de los autores superventas más importantes de la industria editorial estadounidense. Para Clinton, que publicó una autobiografía en 2004 que se convirtió en récord de ventas, es un pasaje seguro a la ficción de la mano de uno de los grandes.

En El presidente ha desaparecido, Clinton y Patterson proponen un escenario espeluznante para los norteamericanos más patriotas y temerosos de la invasión extranjera. Como lo deja bien claro el título, el presidente desaparece en medio de una crisis que incluye terrorismo informático e internacional y una crisis global que amenaza con desestabilizar "al país más poderoso del mundo".

"A veces, cuando estábamos escribiendo o discutiendo un giro en la trama, sugería cosas que a Jim le parecían inverosímiles. Yo lo entendía, pero le tenía que decir: 'Sabiendo lo que sé, Jim, esto podría pasar sin problemas'", explicó Clinton en una de las conferencias de promoción del libro.

Eso es el bonus extra del libro: una historia que cualquier novelista habría podido escribir, con el punto de vista que solo un presidente de verdad podría tener. Y no es poca cosa.