Histórico. Así podría catalogarse el 27 de febrero del 2005, cuando el hoy fallecido Prince –parado al borde del escenario en el teatro Kodak de Los Ángeles, en Estados Unidos– abrió un sobre blanco y dorado y dijo con una pronunciación poco ensayada: "And the Oscar goes to... Jorge Drexler". En ese sencillo acto, Uruguay se enfundaba su primer –y hasta el momento único– premio Óscar gracias a Drexler y su mejor canción, Al otro lado del río.
El tema pertenece a la banda sonora de Diarios de motocicleta, película del brasileño Walter Salles sobre los días prerrevolucionarios de Ernesto Che Guevara. Justo el año anterior (2004) el fotó-grafo uruguayo César Charlone había sido nominado por la dirección de fotografía de Ciudad de Dios, del también brasileño Fernando Meirelles.
El logro que alcanzó Drexler –hace ya 11 años– significó un mojón para la música en español en sí misma. Al otro lado del río fue la primera canción escrita totalmente en español en ser nominada al Óscar, en la categoría mejor canción original, instaurada en 1934. Luego, claro, fue la primera en ganar la estatuilla, y hasta el momento también la única. A lo largo de esos 82 años se nominaron algunas composiciones con nombres en español o bien compuestas y escritas por artistas latinos, pero ninguna había sido escrita completamente en castellano.
Este suceso no estuvo exento de polémicas. En los días previos a la ceremonia se generó un conflicto entre el propio Drexler y los organizadores del evento en Hollywood. Los productores de la Academia no estaban dispuestos a darle un lugar al uruguayo sobre el escenario para que interpretara su canción. Como es costumbre, los temas nominados al Óscar son cantados en vivo por sus intérpretes originales a lo largo de la ceremonia televisada. Estos suelen ser personajes de alto impacto mediático y que generan cierto renombre y ayudan a sobrecargar el marketing del evento. El año pasado, por ejemplo, fueron Lady Gaga y Sam Smith dos de los vocalistas que pisaron el escenario del teatro Dolby (ex Kodak), estrellas de renombre bastante más conocidas que Drexler en aquel entonces. En un principio sería Enrique Iglesias quien la cantaría en vivo, pero finalmente fueron Antonio Banderas y Carlos Santana. La Academia justificó esta medida alegando que se trataba de dos personas que el público angloparlante identificaba con lo "latino". Curiosamente, Banderas es español. "Santana nunca me llamó, pero Antonio me demostró su calidad humana", reconoció Drexler en su momento.
Al subir al escenario a recibir su premio de las manos de Prince, y luego de un incómodo saludo que terminó con una reverencia, Drexler no habló. Utilizó sus únicos 22 segundos de exposición mundial, masiva y prestigiosa para entonar a capela algunos versos de su canción ganadora. Y se despidió con un inocente "Chau, thank you, gracias".
Esa misma noche, y los días siguientes, la prensa de todo el mundo habló de Drexler y calificó su acto como "una venganza perfecta", "una bofetada sin mano", y "uno de los mejores discursos en la historia de los Premios Óscar". "Yo solo quería cantar, y en cada intervalo de la ceremonia practicaba la canción. No disfruto de la venganza", explicó el músico en varias entrevistas.
De ahí en más, la fama de Drexler aumentó de manera exponencial. A su regreso a Uruguay fue acogido en medio de ovaciones y el presidente Tabaré Vázquez lo recibió en el edificio Libertad y le regaló un pabellón patrio.
El Observador, a propósito del triunfo de Drexler, publicó en diciembre de 2005, en un informe que reunía lo mejor de ese año: "Convertido en héroe nacional, Drexler ha demostrado que el regocijo de un país no solo pasa por los triunfos deportivos y que nada tiene que envidiarle el reciente hollywoodazo al prehistórico maracanazo". Ahora, 11 años después, a pesar de que esas palabras están plasmadas sobre un papel amarillento y arrugado, su vigencia sigue intacta, y el remo de Drexler –un humilde músico de un pequeño país perdido en el mapa– continúa clavado en la historia de la música.
Esta nota forma parte de la publicación especial de El Observador por sus 25 años.
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