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Paso a paso, qué hizo el doble homicida de Quebracho antes de suicidarse

Dos asesinatos dieron comienzo a seis días de búsqueda que terminó de la peor forma
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04 de abril de 2018 a las 05:00

Martín Bentancur estaba agazapado, escondido entre los arbustos sin hacer ruido y expectante, muy atento. Más allá del monte, a diez metros de su posición, había policías con varios perros tratando de encontrarlo: buscaban en una de las varias quintas que se inspeccionaron desde que, el 28 de marzo, Bentancur se escapó luego de asesinar a su exsuegra y a Juan Carlos Oviedo, el policía de 25 años que intentó salvarle la vida a la mujer.

La pesadilla que no dejó dormir al pueblo de Quebracho por días había comenzado en los primeros minutos de aquel miércoles: a las 12.20 sonó el teléfono de la Seccional 6ª y una voz de una mujer, muy nerviosa, denunciaba que su expareja merodeaba en "forma agresiva", tenía una pala en sus manos y la amenazaba.

Los dos agentes que estaban de guardia se subieron al único móvil de la comisaría y partieron enseguida. Cuando llegaron, Bentancur ya no estaba, pero invitaron a Valeria y a su hermana menor a que abandonaran la casa esa noche y durmieran en la comisaría. Y aceptaron.

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La siguiente urgencia que debió atender la Policía, minutos después, fue un accidente menor sobre en el empalme de la Ruta 3 y la carretera que ingresa a la ciudad, en el que no hubo lesionados. Pero, como es de rutina, el móvil se dirigió hasta el lugar. En la comisaría quedaron Oviedo y otra agente. Nadie más estaba cuando sonó de nuevo el teléfono con un mensaje de terror: "¡Está acá! ¡Me va a matar!". La madre de Valeria, que permaneció en la casa, estaba desesperada.

Según narró el jefe de Policía de Paysandú, Luis Mendoza, mientras Oviedo –sin dudarlo– se subía a la moto policial, un vecino del lugar que conocía a Bentancur lo convenció de que dejara ir a los niños de la familia –entre los que estaba su propia hija–, pero se negó a liberar a su exsuegra.

Cuando Oviedo llegó e irrumpió en la casa, empuñando su arma de reglamento, Bentancur ya había asesinado a la mujer de un disparo en la cabeza. Al ver al policía, se abalanzó hacia él y comenzaron a forcejear hasta que, con la propia arma de Oviedo, Bentancur le disparó y lo mató en el acto. A partir de ese momento, dijo Mendoza, Oviedo se transformó en un "héroe" de la Policía Nacional, "que no pudo aguantar a esperar a un compañero para ir a ayudar a una mujer que lo precisaba".

El hombre de quien nadie en Quebracho podía esperar una conducta tan agresiva, tomó la moto en que había llegado Oviedo y, recorrió 15 kilómetros hasta la casa del actual novio de Valeria y su familia. Pero lo enfrentaron con una pala y salió corriendo. Cuando esta familia llamó a la Policía, se la exhortó a que abandonaran la vivienda hasta que pasara el peligro. Y así hicieron.

De la rabia por la humillación, Bentancur incendió la moto, que portaba un GPS y que permitía que la Policía supiera exactamente qué recorrido hacía. Pero después, como si siguiera un patrón, volvió a arremeter contra la casa, que ya estaba deshabitada. Frustrado y más impotente aún, comenzó a disparar contra la vivienda y maquinaria agrícola. Sobre las 3, incendió el lugar y desapareció.

Esa fue la última vez que se supo a ciencia cierta dónde estuvo Bentancur.

La extensa área de búsqueda, que comprende zonas de densa vegetación hasta el Río Uruguay –a 20 kilómetros de Quebracho–, imposibilitó que el prófugo fuera visto antes. "Dentro de un monte nativo –explicó Mendoza en conferencia de prensa este martes– es muy difícil de ver. Yo hice la prueba, y a menos de dos metros ya no se ve una persona". Eso, y que Bentancur era un cazador avezado que conocía muy bien la zona, hizo que no pudiera ser capturado, aunque estuvieran actuando el grupo GEO de la Guardia Republicana, un helicóptero de la Unidad Aérea de la Policía Nacional, centenares de agentes con perros y personal de la Prefectura Naval.

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Recién este lunes, luego del receso de Semana Santa, cuando la auxiliar de servicio de la Escuela 75, a 22 kilómetros de Quebracho se presentó a trabajar, encontró la carta en la que el homicida expresaba su amor por su hija y pedía perdón por lo que había hecho. Y eso no fue lo único: cuando llegaron las autoridades, descubrieron que faltaban ollas, un hervidor, sal, boniatos, arroz, fideos, un mantel de hule, forros de almohadones –que se presume pensaba utilizar como bolsas–, y sábanas del dormitorio de la maestra.

Sin embargo, nada roto había en las instalaciones de la escuela. Bentancur había ingresado moviendo y dejando en su lugar un cartón que cubría una banderola ubicada en la parte de atrás.

La Policía cree que el hombre no estuvo allí más de una noche y que dejó el lugar en algún momento del domingo.

Momento final

En el kilómetro 432 de la ruta 3, en la entrada a las Termas de Guaviyú, había algo extraño a las 6.20: un hombre, que pretendía acostarse sobre una sábana blanca, comenzaba a desnudarse y doblar su ropa sobre el muro, hasta quedar en calzoncillos.

El portero del complejo llamó al gerente para notificarlo de lo que estaba viendo, pero antes de dar aviso Martín Israel Bentancur Ruiz Díaz se pegó un tiro en el pecho.Usó la misma arma con la que asesinó a Oviedo, y tomó la precaución de quitarle el cargador y suicidarse con la bala que quedó en la recámara.

"Quedó todo ordenadito arriba del muro", destacó Mendoza. Entre las prendas dobladas, había una sábana verde, robada de la escuela, en la que había escrito varios pedidos de perdón a la familia de Oviedo, a quien aseguraba conocer personalmente.

En la rejilla del lugar, Bentancur colgó el mantel de hule, también robado del centro escolar, con un texto, otra vez extenso, igualmente cargado de afecto y arrepentimiento. A su lado, colgó una camiseta blanca con corazones dibujados en sus márgenes, con una inscripción que decía: "El último regalo que te hago, mis amores (sic). Las llevaré en mi alma y en mi corazón". En el medio, dibujó una familia: la figura del padre, de la madre, y la de una niña.

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