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Pedro Saborido: la pluma detrás de Peter Capusotto

El guionista y escritor argentino –que está trabajando en Uruguay con Flúo– habló con El Observador de la cocina de uno de los programas de humor más populares de la última década
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02 de octubre de 2019 a las 05:00

Aparece de espalda. Aparecen sus manos. Aparece como voz en off y como un protagonista oculto cuyo rostro no se conoce.  Pero está ahí. Todo el tiempo está ahí. Desde la génesis de las ideas que mastica junto a Diego Capusotto, pasando por la creación del guion, la producción y la posterior edición, Pedro Saborido es el hacedor omnipresente –y menos visto– de uno de los productos audiovisuales argentinos que mejor dialogó con el humor en los últimos 14 años. Porque Peter Capusotto y sus videos supone la amalgama homónima y sustancial de sus creadores.

El escritor y guionista argentino de 55 años es además de la pluma detrás de Capusotto, un tipo que entiende de humor e invita a intelectualizarlo. Después de 14 temporadas del programa que protagoniza su amigo y socio, de irse de la televisión pública y de una pausa (aunque con nuevos videos en el medio) desde 2017, Saborido pisó suelo uruguayo para crear videos con Capusotto de un minuto para Instagram de la mano del proyecto local Flúo.

Se disculpa porque se cuelga con las respuestas mientras charla con El Observador después de toda una mañana de dar notas en vivo para televisión y radio. Es histriónico, natural y ameno. Es una de esas personas que potencian una tarde lluviosa de café en la esquina de Durazno y Convención, en el bar Ducon, mientras sus palabras acompañan la música de Jaime Roos que -casualmente- suena de fondo.

¿Siempre supo que no quería ser la cara visible de Peter Capusotto?

Sí. Me di el lujo de no aparecer en cámara y no hacerme conocido. Del equipo aparecieron todos y algunos hasta se convirtieron en actores. También hay una cuestión casi física que determina un equilibrio en el trabajo. Tenemos ritos con Diego. Él, por ejemplo, no mira el programa hasta que sale al aire. Yo disfruto mucho de la edición. Hay que aprovechar hasta el último momento para mejorar el producto. Por eso empecé a hacer locuciones, iba probando y cambiando yo mismo.

Los videos tienen un sello bien definido, ¿partieron con eso o fueron descubriendo su propia esencia en la marcha?

No, lo que uno puede tener es una aspiración. En este caso, era un reflejo de nuestro gusto rockero. El rock en sí mismo se toma como algo prestigioso entre otras músicas –se supone que es la más sentida o la que menos transa, la que está menos pendiente de las modas y el marketing–, todas esas cosas eran las que teníamos como aspiración y creo que muchas se lograron. Nos sentimos como una banda de rock en algún lugar –que quizá es algo que hubiéramos querido hacer y no hicimos–. Nos proponemos sacar un disco cada año, tenemos algunos mejores y otros peores.

¿Cómo se aguanta el paso del tiempo? ¿Dosificaron lo que tenían para dar o en cada temporada lo volcaron todo?

No hay una especulación. Siempre tuvimos algo spinetteano  o setentista en cuanto al rock, que es eso de estar haciendo siempre cosas distintas y evolucionar. Siempre estuvimos apoyados en personajes que seguían usándose porque los seguimos disfrutando. Cuando hacemos Micky, lo seguimos disfrutando. Cada tanto se hace un Pomelo o Nicolino Roche porque volvemos a disfrutar de hacerlo. También hubo temporadas oscuras, entre 2012 y 2013, que coincidieron con momentos de mucho dolor de nuestras vidas –muertes de padres, enfermedades–.

¿Tienen arrepentimientos sobre cierto contenido que hayan hecho?

No. Te arrepentís cuando lastimas a alguien. Pero no ha ocurrido en mayor medida y lo que ha pasado alguna vez ha sido subsanado. La provocación también tiene su disciplina. Si tu idea es solo provocar es fácil, voy y me desnudo acá en el medio del bar. El tema está en buscar de qué manera provocás, volvés, no ofendés, no rompés y motivás e inquietás sin lastimar. Y sin hacer algo que el escándalo se lleve puesto y anule el hecho artístico.

De cierto modo, nunca cayeron en el lugar común de hacer humor contra la figura pública conocida, ¿por qué?

Hubo siempre un acuerdo con Diego de no seguir la agenda de los diarios, porque de alguna manera nos llevaba al lugar que iban todos. Preferimos conscientemente hablar de nosotros y no del poder o echándole la culpa al poder. La mirada de la gente siempre está en decir, “che, ¿acá están hablando de esto?” o ahora, “tal dibujito que apareció, ¿es Lacalle Pou?". No. Hay un nivel de interpretacionismo fuerte donde parece que en todo estás tratando de decir algo para alguien. Y está eso de suponer que el humor siempre tiene que ser en contra de alguien en específico. 

¿Qué piensa del humor que en su momento hizo Marcelo Tinelli con las cámaras ocultas?

Es un humor que no me gusta tanto porque termina siendo psicópata, necesita del sufrimiento de alguien. Ahí es cuando intento reprimirme y pienso que no sé si está bien reírme de alguien. Tinelli es un gran artista y conductor, pero esas cámaras ocultas… A veces me dicen, “lo estás intelectualizando”. Y sí. Pero no desde la mirada intelectual o académica, lo estoy racionalizando. No está mal razonar en el humor, no está mal pensar en lo que vas a decir, si no sos un perro.

Antes, con chistes que no eran bien vistos y ahora, en tiempos de corrección política, ¿cómo ha ido adaptando su humor a lo largo de estos años?

He hecho chistes con la iglesia antes en la medida de que no me vinieran a crucificar después. Uno desarrolla un arte siendo hijo de las dictaduras, con cierto malabar metafórico en las formas. Los límites van apareciendo. Con Micky Vainilla, por ejemplo, estoy poniendo a un tipo que se parece a Hitler. El límite ahí es que no me paso de agresivo para convertirme yo en Micky. Ese personaje expresa, “guarda que podemos ser nazis, no hace falta ser un alemán. Vos podés ser un pequeño Hitler cuando discriminas en la esquina de tu casa”. ¿Vos querés hacer chistes en contra de las minas y que tampoco te digan nada? Creo que apareció un límite y está bien. Y si vos revisás, mucho del humor de hace unos años es doloroso y discriminante ¿Qué pensaba una mina que tenía el cuerpo de determinada forma y se convertía en un culo sin alma? ¿Está mal la represión? Bueno, reprimir algo que puede herir a alguien gratuitamente está bien. Yo soy de una escuela donde la corrección tiene que ver con el contrato político de estar en sociedad y convivir.

Y, ¿alguna vez fue reprimido en el canal o medio para el cuál estaba generando un contenido con los videos de Peter?

No. La televisión pública era un ámbito totalmente libre. Es más, por un tema de producción muchas veces entregábamos el programa media hora antes de salir al aire. Aparte lo haríamos muy mal. Con Diego somos humoristas, hippies y rockeros antes de ser personas con una postura política. Hay una cuestión libertaria que no podemos dejar de ejercer, como algo natural. No podemos pensar en una línea y después hacer el chiste. Primero hacemos el chiste y después resulta que tienen una línea.

¿Cómo es la cocina de Peter? ¿Cómo surgen los videos y cada temporada?

Es decepcionante. Son dos tipos que se sientan y pueden estar tres horas en silencio mientras lo único que buscan es que después de un encuentro salga al menos un chiste. Trabajamos anotando muchísimas ideas todo el tiempo y te diría que se graba una de cada 30. Somos como una máquina de ir a buscar, no es que ¡wow! Inspiración. Y los personajes salen buscando, poniendo y poniendo, hasta que empezás a modelar.

¿Cómo surgieron personajes icónicos como Micky Vainilla, Violencia Rivas y Bombita Rodríguez?

Micky Vainilla es derivado de varios personajes. Sale de uno que se llamaba Facho Martel que Diego hacía en el teatro, luego él pensó en un Bob Dylan de derecha y aparece esta posibilidad de que un nazi no tenga aspecto alemán y machote sino que sea elegante y hasta andrógino e inocente. En ese momento estaba de moda (la banda) Miranda, entonces, toma ese tono de personaje simpático y agradable. Termina de tomar forma con los dichos de una recepcionista que dijo que no iba a viajar en un tren porque había un negro.

Violencia Rivas tardó mucho porque fue primero cantante de blues, después una roquera, después alguien que hacía coro, una especie de Janis Joplin que había llegado a vieja y en realidad nos gustó cuando apareció el nombre y ahí dijimos, fue una punk en los 60.

Bombita Rodríguez apareció en minutos por el tema de Dean Reed. Diego dijo, “te imaginás un tipo que cante Armas para el pueblo con música tonta”.  En 5 minutos teníamos el personaje guerrillero y montonero. Tampoco lo entendieron muchos. Es de los personajes más emblemáticos para un sector del público. 

¿Cuál siente que es el personaje con el que más la pegaron?

No sé si hay uno con el que la hayamos pegado para todos. Algunos funcionaron desde el principio como Pomelo, otros que cayeron simpáticos siempre y nunca terminaron de explotar como Nicolino Roche. Después está Violencia, que creo que es el primer personaje con el que pudimos conectar con el público femenino. En ella se ve a una señora, no a Diego. Y lo creamos desde un lugar pre auge de políticas de género. Sentíamos la necesidad de investigar y pegarle al género masculino para ver dónde somos unos idiotas. Violencia apareció revelándose como ciudadana, pero también como mina. 

¿Tienen pensado lanzar una temporada nueva? ¿Por qué pararon?

Se paró por una cuestión de todo el desastre argentino. De pronto, nos encontramos con la encrucijada de que es un programa que para la televisión no es novedad, no es en vivo y la mayoría de los contenidos pasaron a los cables o Netflix. Hubo un pequeño parate dado por cierto cruce político, económico y tecnológico. Estábamos en Turner, de ahí íbamos a pasar a otro canal, pero Turner fue adquirido por otra empresa que nos dejó colgados con el contrato. Íbamos a hacer redes y no lo hicimos esperando el contrato. En cuanto a la tevé pública, si bien el macrismo siempre dijo que quería que volviéramos, nunca nos dice que volvamos, esa es la verdad.

¿Cómo ha llevado su humor en tiempos de Mauricio Macri?

Soy de hablar públicamente pero nunca tuve un problema. En todo caso las presiones y censuras se dan entre artistas. Es una pavada pero también tiene que ver con el ejercicio del periodismo que está todo el tiempo como buscando el conflicto. Todo el tiempo están viendo cómo Laurita Fernández le contestó mal a Ingrid Grudke o lo que Tinelli dijo de Tabaré Vázquez. Allá  todo el tiempo están pendientes de lo que dice el Pepe Mujica para ver con quién se mete. Desde Batlle –con eso de que los argentinos son todos chorros– hasta acá, hay como una mirada permanente. 

Ustedes se fueron de la tevé pública al poco tiempo de asumir Macri, ¿por qué?

No nos fuimos porque venía el macrismo. Nos fuimos porque teníamos que asegurar el trabajo de la gente del equipo y el gobierno asumió en diciembre y hasta mayo casi que no tuvo autoridades, porque los espacios públicos están como flotando como moneda de pago de algunos favores. Seguimos produciendo para Canal 9. Pero también nos pasó que después de 14 temporadas y con tanto material en internet, la gente suponía que no estábamos haciendo nada nuevo.

¿Les chocó esa nueva realidad?

Hay un momento donde te relajás en un producto porque lo primero que queda es agradecer, después de tantos años haciéndolo. Nosotros ya no somos novedad. Estamos más cerca de ser una banda de rock clásica con su disco número 14, que quizá ya no le interesa a muchos. No nos chocó porque lo teníamos visto en el rock, que todo producto tiene un impacto pero después planea hacia su decadencia. Seguimos más agradecidos por todo lo que apareció que decepcionados porque de a poco nos tengamos que ir retirando.

¿Pudieron vivir de los videos?

No, porque nunca duraron todo el año. Siempre hicimos el programa en el tamaño necesario para cuidar el producto. Fue una cuestión artística y sobreviviente de decir, “che, para que esto se siga generando vamos a comernos la milanesa de a poco”. ¿Nos gusta mucho hacer este programa? Bueno, entonces no lo hagamos de goma por plata. Y creo que de esa manera hicimos más plata porque lo hicimos durar.

Nosotros elegimos cuidar lo que nos gusta, manejando los tiempos de cuándo hacerlo y cuándo no. Diego hizo teatro, yo me puse  a hacer libros y cada uno se encontró con otras cosas y se refrescó porque nunca nos movimos como un dúo con un contrato firmado. 

¿Cómo ve el futuro próximo de Peter Capusotto?

No sé. Como nunca lo supimos. Algo bueno que siempre tuvo el programa es que siempre se hizo en base a las ganas que había de hacerlo. Quizá la próxima implique encontrarnos en otro tipo de formatos con programas más cortos que salgan por Internet y todos formen una unidad. Algo que nos inspire a movernos de una manera distinta.

¿No han recibido propuestas de plataformas de streaming para generar un contenido nuevo?

No. Netflix prefiere el contenido que ya está. Aparte en las plataformas estamos hace rato, hay mucho material disponible y sacarlo de YouTube hubiera sido antipático.

¿Dónde está el sentido de hacer humor hoy para usted?

En la forma en que me expreso. Hay como una negociación con el resto de público. Las cosas que hacemos con Diego empiezan a ser mitad en broma y mitad en serio. Los dos estamos así, sin la obligación de estar todo el tiempo contando un chiste. No me gusta mucho la definición de humorista. Aspiro a escribir o contar una historia que tiene humor. Yo hice un libro sobre peronismo que tiene mucho humor, pero no deja de ser sobre una visión del peronismo. Prefiero que pueda ser algo delirante y surrealista antes que humorístico. También hago chistes porque sé que funcionan. Es como un acto sexual, hago un poco lo que te gusta, vos haces un poco lo que me gusta y cuando hacemos lo que nos gusta a los dos es el mejor momento.

Peter Capusotto en Uruguay
Siendo un hombre que toda la vida trabajó en la televisión, ¿cómo fue adaptarse a hacer videos de un minuto para Instagram?
Me cuesta bastante. Es un desafío que a veces está logrado y a veces siento que está más forzado o es material que tuvimos que partir por la mitad. Veremos cómo evoluciona y cómo lo sentimos. Hasta ahora todo lo que pudimos hacer nos gusta mucho.
¿Cuáles fueron los elementos que intentó captar del humor local?
Más que entender el humor uruguayo, nos dimos cuenta que una de las maneras de entrar era jodiendo sobre los argentinos y dándoles razón de cómo nos ven. Yo me doy cuenta cuando llego acá, que voy todo el tiempo como apurado. Se da un choque cultural. También esta esa mirada del uruguayo mostrándose todo el tiempo como con una especie de humildad, cuando en realidad no tiene tanta humildad. Es como un artefacto de seducción que tienen. En el fondo se sienten grosos, aunque estén todo el tiempo con eso de “el paisito, el paisito”.
A veces lo que más ven de nosotros es al tipo que va a Punta del Este, que ni para un argentino es lo más agradable del mundo. El argentino muchas veces se cree dueño del lugar en el que está. Y ese atropello del argentino en Punta del Este es el mismo atropello del argentino de cierta clase política que accedió al gobierno. La misma impunidad y banalidad.

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