Peñarol, de fracaso en fracaso

Seis minutos. Ese fue el tiempo en que el milagro que Peñarol invocó se evaporó. En que otra ilusión internacional se murió. En que el fracaso copero vuelve a doler. El 17 de mayo fue por la Copa Libertadores. Ahora le tocó quedar eliminado en la Copa Sudamericana sin poder avanzar una sola fase.

La misión era complicada, por más que la historia de Peñarol conozca de imposibles. Pero la historia no juega. Y se aleja. Año tras año crecen las nostalgias.

Para remontar dos goles en casa ante un equipo brasileño se necesita hacer un partido perfecto. Por un lado, jugar a su ritmo, manejar la pelota, ser profundo, ambicioso, inteligente y pesar en el área. Por el otro, retroceder con mucha velocidad a ocupar el espacio y estar 100% concentrado para defender el área.

Al minuto, Peñarol sintonizó rápidamente la ilusión que generó con buenos 45' iniciales ante River Plate y un buen partido el sábado pasado ante Wanderers.

Tras un desborde por derecha y un rebote, Gonzalo Freitas llegó de frente y sacó un potente remate que el golero Santos desvió en gran esfuerzo.

Pero a los 6', Peñarol falló estrepitosamente en el lado B del repertorio. Se durmió en la primera pelota quieta que le cayó en el área y chau partido. Chau serie. Chau Copa Sudamericana.

Carlos Rodríguez perdió la referencia de Léo Pereira que la cruzó con la pierna para decretar la apertura del marcador.

No hubo levante. Atlético PR le dio la pelota a Peñarol que nunca encontró al Cebolla Rodríguez, neutralizado entre el doble 5 visitante. Le cortó circuitos por afuera impidiendo el desborde y como si fuera poco manejó el balón con inteligencia con las subidas de un lateral izquierdo (Renán Lodi) exquisito, técnico, inteligente. De esos jugadores que no tienen que correr con acelerador a fondo para poner la pelota a resguardo. Que lee el juego, lo entiende y aclara a los compañeros.

A espaldas de Estoyanoff y a la derecha de Guzmán Pereira, con su subida, manejó el ritmo del partido y el trámite.

Mientras, Peñarol apeló al músculo. Corrió sin orden. Marcó desordenadamente y cabeceó, a través de Freitas, un par de pelotas quietas intentando, sin éxito, el empate.

Si al más optimista hincha de Peñarol le parecía que su equipo podía hacer cuatro goles en 45 minutos (es decir, subir de escalón y pasar del milagro a la memorable epopeya), los primeros minutos de Renán Lodi y su Atlético Paranaense dejaron en claro que en Brasil se juega a una cosa –aún siendo el 14º y estar en zona de descenso– y que el fútbol uruguayo está enredado en las telarañas del tiempo.

El lateral trepó y dejó solo a Pablo salvando Dawson el arco con gran salida y reacción. Pero dos minutos después , a los 51', Marcinho quedó solo en una brillante triangulación colectiva y no perdonó.

Cayó el telón, si es que el telón no lo había bajado Pablo zambulléndose solo en el segundo palo para aquel 2-0 del partido de ida.

Descontó el Cebolla con un golazo para el olvido. Centro de Rojo, pivoteo de Viatri y volea del capitán.

Después fue un concierto de los brasileños. Nunca metidos atrás para proteger el área. ¿Para qué si es mejor defenderse lejos del arco con la posesión, sin sufrir ni agrandar al rival? Atlético Paranaense jugó con esencia brasileña. Protagónico, ofensivo y técnico. Demasiado técnico para este Peñarol.

Hubo tiempo para dos goles más de la visita, uno de Nikao, otro de Bruno Guimaraes. Y para recordarle a los hinchas de Peñarol que la era de los milagros se terminó. Y que el dolor del fracaso es inversamente proporcional a la grandeza de una gloriosa historia cada vez más lejana.