David Terans no puede creer la pelota de gol que le sacaron

Fútbol > EL ANÁLISIS

Peñarol y sus días en los que eligió vivir a destiempo: ¿aprendió la lección?

Las urgencias de Peñarol no están en el mismo tono que el proyecto deportivo, el hincha no lo puede creer y tras el empate ante Liverpool los aurinegros se alejan de la posibilidad de pelear el Uruguayo
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26 de febrero de 2021 a las 21:23

Ahí van todos. Cebolla Rodríguez, Nahuelpán, David Terans, Estoyanoff, Torres. Todos. No falta ninguno. Y la pelota no entra. El palo. Las atajadas de Lentinelly. Peñarol le pone todo el peso de los nombres y de sus jugadores históricos. Y hasta el del joven Facundo Torres. Tampoco alcanza.

Peñarol se fue este viernes del estadio de Liverpool con esa extraña sensación de ver cómo se le escapa el Campeonato Uruguayo 2020. Ni quienes están adentro de la cancha pueden creer.

El presidente Ignacio Ruglio le apunta a Matonte. Anunció que  irá al Colegio de Árbitros para reclamar por el penal de Almeida a Nahuelpán que el árbitro no pitó. Ya fue hace dos semanas, y no pasó nada, porque el Colegio lo recibió con un video con todos los fallos que favorecieron a su club y se quedó sin argumentos para rebatir que lo están perjudicando. También puede ir al Ejecutivo a pedir la implementación inmediata del VAR, porque con la tecnología en este partido de la décima fecha del Torneo Clausura hubiera tenido un penal a favor que le podría haber permitido llevarse la victoria.

Sin embargo, lo que queda después de este sufrido final de la extendida temporada 2020 para Peñarol es una lección. Una de esas que el fútbol le dio una y otra vez en las últimas dos décadas a decenas de dirigentes del club que integraron el consejo directivo, que nunca entendieron, y que por estas horas parecen haber aprendido en esta nueva etapa bajo la dirección deportiva de Pablo Bengoechea, quien con su espalda ancha intenta establecer un nuevo orden. El de la paciencia y tolerancia a los tiempos y de respetar los proyectos deportivos.
El problema de Peñarol no se instaló en esta fecha del Clausura, lo impulsó el club con las decisiones que adoptaron los dirigentes en 2020, con tres técnicos y una inestabilidad que no resiste. Si por alguna razón un equipo con tres técnicos el mismo año es campeón, ya no será por organización sino como consecuencia de una combinación de suerte que no siempre acompaña a los equipos.

Peñarol quiere encauzar su rumbo, pero el contrapeso de la herencia de Barrera (cesó a Diego Forlán sin haber permitido que el entrenador trabajara el tiempo suficiente y contrató a Mario Saralegui) resulta indisimulable. Entonces, las urgencias que tiene este Peñarol a esta altura de la temporada no van en la misma línea que el proyecto deportivo. Ni en el mismo tono. Están a destiempo. 

Este equipo de Mauricio Larriera, quien dirigió su décimo partido en el club en 50 días, está en formación. La formación requiere de etapas de maduración, que comienza a descubrir en el campo, porque la propuesta de este equipo aurinegro empieza a devolver una expresión futbolística asociada a un protagonismo con el balón que busca un buen rumbo.

Mauricio Larriera

El asunto, y allí es donde está el problema, es que este Peñarol necesita tiempo

Un tiempo que no tiene, porque los puntos que dejó ante Liverpool lo alejan de su aspiración de ganar el título del Clausura, que es la carta que tiene para seguir tras su objetivo de ingresar en la definición del Uruguayo.

Peñarol quedó a cinco puntos de Liverpool en el Clausura cuando solo le quedan 15 por jugar. De todas formas, eso no es lo peor. Este sábado, City Torque y Nacional se le pueden ir a cuatro y tres puntos, respectivamente, y su carrera por el título ya no depende del Liverpool copero, que seguramente dejará puntos por el peso que implicará la doble competencia, sino, porque no solo está en desventaja de los negriazules, de los celestes y los tricolores. Son muchas combinaciones como para que en cinco fechas Peñarol termine primero en el Clausura. Si así sucede, deberá agradecer a la suerte, porque no volverá a ocurrir una campaña igual ante una producción tan irregular y en etapa de formación de Peñarol. 

El empate ante los negriazules es un resultado lógico, que Larriera no puede lamentar, y la expresión con la que suelen desmerecer al rival, “es Liverpool”, en este caso no cuenta. Este equipo está primero, juega Copa, tiene una estructura consolidada, y aquel viejo concepto de que los grandes son los grandes y los chicos son los chicos, desde que se juega sin público por la pandemia de covid-19 perdió consistencia.
Con las tribunas vacías no solo se emparejaron las posibilidades de todos. Los grandes ya no tienen el plus de la tribuna, un detalle que no es menor.

En tiempos en los que el desconsuelo agobia al espíritu del hincha, este Peñarol empieza a devolver algo muy importante y que tal vez por la pasión, no percibe: están construyendo el futuro. Una lectura difícil de pedir al hincha, mucho menos si en un mes Nacional consigue el bicampeonato, pero que es desde donde se debe observar si se aspira a cambiar el rumbo. Y es allí donde se enfoca este club que en otras circunstancias, con público en la tribuna, sería una hoguera, y hoy no habría Bengoechea que sostuviera, aunque el equipo jugara con buena proyección de futuro y pudieran culpar al árbitro por el perjuicio. Es el problema de vivir a destiempo.

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