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Poco internet, ladrones y desmotivación: los obstáculos para el uso de tablets en el Piñeyro Del Campo

Un estudio en el hospital geriátrico muestra una serie de obstáculos que sufren los adultos mayores para usar dispositivos tecnológicos
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05 de septiembre de 2020 a las 05:02

Una puerta al mundo. Una herramienta contra la soledad. Un aparato para el entretenimiento. Son todas afirmaciones optimistas sobre las tabletas, que no parecen ser tanto cuando se trata de una de las poblaciones más frágiles del país: las que habitan en el hospital Piñeyro del Campo.

Una investigación realizada por la Universidad de Montevideo (UM) describe la experiencia en el uso (y no uso) de las tablets del Plan Ibirapitá para una población “altamente vulnerable, formada por pacientes con demencia y bajo nivel educativo”. Es una de las primeras pesquisas en el mundo que analiza el uso de la tecnología en una población “profundamente desfavorecida”.

"Si uno mira las investigaciones que se han hecho sobre tecnología y cómo afecta a las personas mayores, ve que hacen una prueba de admisión sobre a quién se puede valorar y sacan a personas con problemas cognitivos o a quienes tienen problema de movilidad. En nuestra investigación fue al revés: fuimos a estudiar a esa población", relató Mariana Leguisamo, una de las investigadoras junto a María Ramírez Michelena, Rafael Sotelo y Alejandro Cid.

La mayoría de ellos tiene un promedio de cinco años de estadía en el hospital, aunque un participante aseguró que estuvo más de 25 años.

Así fue el proyecto de investigación

La experiencia comenzó en 2016 y duró dos años.  El 71% de las personas mayores nunca habían usado ningún dispositivo tecnológico.

Entonces, empezaron a capacitarlos. Primero hicieron un plan piloto a cuatro residentes a quienes le brindaron ocho talleres de dos horas cada uno con tabletas del Plan Ibirapitá. Estas herramientas vienen con una amplia gama de servicios: juegos (ajedrez, damas, tetris), TV, lector de diarios,  Wikipedia, una aplicación de libros electrónicos, un reproductor de música, un calendario, una app para acceder al sitio web del Banco de Previsión Social y enlaces a diferentes sitios web que incluyen información meteorológica y de transporte.

Entre las 93 personas que allí habitan entregaron 60 tablets. Estas fueron seleccionadas por sorteo. Luego, voluntarios de la UM fueron capacitados por el equipo de investigación sobre la mejor forma de abordar a este grupo de ancianos. Empezaron a ir al hospital todas las semanas durante 2017 para dar estas pequeñas clases de manera individual y grupal. Fueron 500 horas de capacitación en total.

Los jóvenes, estudiantes de diferentes carreras de la universidad, les enseñaron juegos, cómo sacar fotos y el uso de aplicaciones para enviar mensajes, videollamadas y llamadas de audio. Luego, evolucionaron en el uso según las preferencias personales del residente.

El objetivo de las sesiones grupales fue profundizar lo aprendido individualmente fomentando la propiedad personal de la herramienta y generando autonomía para su uso.

Los obstáculos

Los voluntarios empezaron a detectar problemas en el proceso de capacitación. Uno fue el inconveniente para acceder a internet. El no tener una buena cobertura de wifi en todo el establecimiento representó dificultades para muchos ancianos.

Un hombre que estaba en silla de ruedas tenía que dirigirse hacia la zona de la escalera para poder recibir la señal de wifi del piso de arriba (porque tampoco podía trasladarse allí), contaron los investigadores.

“A veces me enojo tanto que quiero tirar (la tableta) al suelo cuando no puedo comunicarme. Sólo quiero aplastarla. Lo hago aquí (en el comedor) porque tengo wifi aquí. En el dormitorio no lo hago”, expresó uno de ellos. “No tengo tiempo, ¿sabe? Tendría el tiempo si estuviera decidido a hacerlo, pero como tengo que tener Internet y todo eso, agarro un libro que es más fácil, o escucho las noticias en la tele, o algo así. Estoy muy bien informado de esa manera”, agregó otro. 

Hubo quienes se refirieron a la dificultad de usar este dispositivo y a lo "sencillo" de otros dispositivos tecnológicos. “Voy a ser honesto contigo, con la tableta no puedo ver las noticias. Con la TV es mucho más fácil y accedo a imágenes y sonido (…)”, expresó. Algunos enfatizaron que las tabletas no eran para ellos sino para la generación más joven. “Antes aprendía cosas, ahora no sé si puedo aprender. Tené en cuenta que tengo 76 años”, manifestó otro. "Para los viejos como yo, se acabó. Para un joven es diferente que para uno mayor como yo. Es inútil para mí, otros pueden encontrarlo útil... uno ya ha cambiado”, agregó.

Hubo obstáculos externos y que exceden lo tecnológico: los ladrones, que se sabe que ingresan en el hospital para llevarse objetos, lo que evidencia un problema de seguridad del establecimiento. Por eso, las tablets están ubicadas en lockers, guardadas con candado. “Ese anciano está en la cama y, a veces, no puede ir al locker a abrirlo. Necesita que alguien vaya por él. Ahí entra el staff del hospital, que no tiene entre sus funciones alcanzarle la tablet ni enseñarle a usarla”, comentó Alejandro Cid, uno de los investigadores del estudio.

 

Ahí interviene el voluntario, que antes de interactuar con el adulto mayor, debe pedir las llaves del locker en cuestión para poder llevar el dispositivo. También detectaron que en muchos momentos la tablet está sin batería por lo que representó otra dificultad en el uso el hecho de que los voluntarios se vieran obligados a esperar hasta que tuviera la suficiente carga para poder utilizarla.

La tecnología no es buena de por sí

Los investigadores hicieron dos tipos de tests, uno antes del uso de la tablet y otro después, para conocer el impacto en el uso de herramienta tecnológica. Uno, llamado test de Pfeiffer, mide la memoria a corto y largo plazo y la orientación. Son 10 preguntas  básicas (¿Qué día es hoy? ¿Dónde estamos ahora? ¿Cuántos años tiene?, entre otras).

El segundo test es el del reloj. El adulto mayor debe dibujar un reloj redondo cuyas agujas marquen las once y diez. Esto mide su nivel de atención, comprensión, conocimiento numérico y ejecución motora.

“Pudimos ver que no había un cambio estadísticamente significativo antes y después de la experiencia”, comentó Leguisamo a Cromo. También es cierto, admiten los investigadores, que nueve meses es poco tiempo para conocer la magnitud de si hubo un impacto positivo en estas personas.

Los autores del estudio aseguraron que esta experiencia permitió comprender que la tecnología no es buena de por sí. Que es necesario entender el contexto para utilizar la herramienta y así ayudar a las personas en situación de vulnerabilidad.

Pero hubo algunos que mostraron su entusiasmo en utilizarla, lo que muestra su potencial. ‘Soñé que podría comunicarme con mi familia a través de la tableta. Quiero hacerlo solo y cada día”, aseguró un anciano. ‘Lo que pasa es que me gusta hablar mucho y me gustaría tener cosas como la comunicación con mi hija. Pero luego necesitaría saber cómo usarlo correctamente”, expresó otro.

“A veces uno tiene la mejor intención, pero después en los hechos hay problemas (…) Salir un poco del optimismo tecnológico de decir: ‘Le doy una tablet y ya arreglo la vida de estas personas’. Pero no es tan así”, comentó Cid.

La investigación alude de manera explícita a este asunto. “Nuestros hallazgos sugieren que incluso cuando una tecnología va acompañada de capacitación, apoyo continuo, y estímulos para usarla hay influencias del contexto social que impiden que las personas mayores se traduzcan en usuarios”, señala el estudio.

Los investigadores aseguran que les impactó mucho el significado de la soledad para esta población.

“Vimos que toda la emoción que le ponían al aprendizaje en el uso de las tablets se debía al grupo de voluntarios que iba todas las semanas”, aseguró Leguisamo. "No se debía al dispositivo tecnológico en sí, sino que refería “a que una persona que les prestara atención, los acompañara y estuvieran ayudándolo”, agregó. Cid, por ejemplo, recuerda que una de las mujeres que habitaban el Piñeyro del Campo se pintaba las uñas el día en que recibía la visita de uno de los voluntarios. Una muestra de que a veces la tecnología no es un medio sino una excusa para sentirse acompañado. 

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