Ricardo Peirano

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Proceso a medias

La selección de Uruguay debe abandonar ese complejo de "pequeños", de "humildes", de gente para la cual ganar un partido es "realizar una hazaña", y jugar mejor para obtener mejores resultados
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22 de julio de 2018 a las 05:00
José María Giménez, el jugador que comenzó a llorar de impotencia antes de que terminara el partido con Francia, fue consultado la semana pasada en Florida sobre la continuidad de Óscar Tabárez como técnico de la selección: "Sí, ha hecho algo a lo largo de estos años con la selección que es único en el mundo. La prueba está. Ha generado un grupo y una clase de jugadores que ante todo está la educación y el respeto y eso es fundamental para el uruguayo".

Es, quizá, una buena definición de lo conseguido por la selección uruguaya en los 12 años de "proceso Tabárez". Reconocimiento internacional por el comportamiento de los jugadores dentro y fuera de la cancha. Ha logrado eliminar un comportamiento hostil en el campo de juego, donde todo se arreglaba dando una cuantas patadas antes de los 15 minutos de juego para ablandar al adversario antes de que el árbitro se animara a sacar una tarjeta amarilla. Ha inculcado valores de respeto. Los jugadores se desempeñan muy bien en las conferencias de prensa. Tabárez les pide que estudien, que amplíen sus horizontes culturales, que sean primero buenas personas y luego buenos profesionales. Y además, que el equipo deje todo dentro del campo de juego, aunque viendo el Mundial hay muchos equipos que han dejado todo dentro del campo de juego empezando por Croacia, que jugó tres alargues y nunca se quejó de ello para explicar una baja de rendimiento (como tampoco se refirió al tamaño de su país para calificar de "milagrosa" la actuación realizada en el mundial frente a países más poderosos).

Pero lo cierto es que lo que enseñó el Maestro Tabárez fuera de la cancha, complementado con buenos resultados deportivos (hasta que Francia nos mandó de regreso en un partido en que Uruguay jugó muy poco y hasta mostró poca rebeldía, aunque más no fuera para tirar nuestros viejos y queridos "centros a la olla" desde la mitad del campo) nos puso en el foco del mundo y para bien. La selección uruguaya representó muy bien al Uruguay aunque nos hayamos quedado en la puerta de un Mundial que era "El Mundial" para una generación dorada en defensa y en ataque, y que difícilmente llegue a Qatar en nivel de alta competencia.

Según la Real Academia Española "proceso" es "Acción de ir hacia delante" o "Conjunto de fases sucesivas de un fenomeno natural o de una operación artificial". El "proceso" tiene un comienzo y se dirige a conseguir un fin. Si se alcanza ese fin, el proceso será exitoso. Si se queda por el camino, será parcialmente exitoso o parcialmente fracasado. Tabárez nunca definió claramente el "fin" u objetivo del "proceso". Un fin natural para un país en el que el futbol define parte de su esencia, es obtener resultados exitosos. Tabárez consiguió el cuarto puesto en Sudáfrica, la Copa América de 2011, pasó a octavos en Brasil 2014 y a cuartos en Rusia 2018. Nada mal para lo que había sido el desierto anterior desde 1970. Pero tampoco algo espectacular para la calidad de los jugadores que teníamos.

Otro objetivo del "proceso" podría haber sido "ser competitivos a escala internacional" y recuperar prestigio para el país. Lo fuimos. Y los resultados lo avalan y el respeto generado por Tabárez es prueba de ello. Si ese era el objetivo, cumplido está y solo quedaría mantenerlo.

Algo que sí dijo siempre Tabárez, y que puede identificarse como un fin es que "en el camino está la recompensa". Puede ser, pero la mejor recompensa es llegar a la meta. A la que uno se fije y que explicite claramente para luego ser evaluado. Decir que "en el camino está recompensa" es muy poético y suena muy lindo, pero también es algo que puede servir de excusa cuando no se alcanzan los resultados anhelados.

No soy quien para decir si Tabárez debe continuar o no al frente de la selección. Sí está claro que hay partes de la planificación y educación del Maestro que deben seguir vigentes, incluso aunque él no esté. Lo que sí parece claro, luego de esta etapa de reordenamiento vivida, es que Uruguay debe fijarse horizontes más altos. Que debe jugar mejor porque solo jugando mejor se obtienen mejores resultados. Y sobre todo, que debemos abandonar ese complejo de "pequeños", de "humildes", de gente para la cual ganar un partido es "realizar una hazaña".

Uruguay, como selección, dio lástima durante muchos años. Ahora es motivo de orgullo. Pero no debe ser motivo de conformidad, sentimiento que parece apoderarse de la mayoría de los compatriotas y de los dirigentes de la AUF. El "proceso" está claramente a mitad de camino. Se puede y se debe aspirar a más. Porque se puede dar más y, porque como decía Robert Kennedy, "el futuro no le pertenece a quienes se conforman con el presente". El conformismo es un grave defecto.

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