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Rafa Cotelo: “Cerro viene de mis entrañas, en la genética”

Tuvo vivencias complicadas y hermosas en un barrio y un club que lo une a las personas que más quiere
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29 de abril de 2019 a las 05:03

Ema fue intervenida varias veces, pero en una de ellas, luego de haber salido bien, tuvo un altibajo que la dejó grave.

La vida le sonreía por todos lados. Exitoso en la televisión, en el carnaval, se iba haciendo un nombre. Rafael Cotelo es conocido por Rafa desde que nació en los arrabales del Cerro. Pero de un día para el otro, recibió un golpazo en la nuca de esos que duelen: su hija menor, Ema, tenía que ser intervenida en su cabeza por una hidrocefalia.

“Hubo un par de veces en el que no hubo esperanzas. Había salido todo bien en la primera operación en Montevideo y un año y medio después tuvo una recaída y la llevé a Buenos Aires”, cuenta Rafael Cotelo a Referí.

Y agregó: “Su amuleto para las operaciones –que eran a cráneo abierto–, era un muñequito de torta de Cerro que se llama Josesito. Cuando entraba al block quirúrgico lo llevaba apretado en la manito y cuando salía lo tenía en el mismo lugar”.

Rafa no es católico, pero la peleaba a su manera. Como Ema. “Le pedía a todos que rezaran, yo no lo hacía. La ciencia y su fortaleza fueron decisivos. No fue un milagro”.

 Todo salió bien y Ema y la familia volvieron a la normalidad de a poco.

“Cuando se empezó a recuperar, yo pensaba: ‘¿Cómo le digo que la pelaron?’. Le fui a contar y me dijo: ‘Papi, ya sabía. El pelo crece. ¿Cuál es el problema?’.

Entonces Rafael habló con un sicólogo infantil y después con Ema y le dijo: ‘Está demás’ y entonces se raparon mis compañeros de la murga Don Timoteo y después yo e incluso el Chino Recoba que era uno de los principales de la murga. Recibí muestras de cariño de mucha gente. Del Cebolla Rodríguez, Diego Godín quien hizo un gol con Uruguay y se lo dedicó a ella, Cerro salió con una pancarta que decía ‘¡Fuerza, Ema!’. Fueron muy generosos”.

Esa recaída de Ema fue muy especial en todos los sentidos. Faltaban tres días para el desfile de Carnaval, la internaron y se complicó su situación. “Suspendí todo. La murga adaptó el espectáculo de emergencia, salió en todos los tablados y en las dos primeras ruedas del Teatro de Verano. En tanto, Ema se operó, se agravó y se salvó. La murga volvía al teatro en la Liguilla y me llamó el Chino (Recoba) para que fuera al teatro”, cuenta.

Y añade: “Le dije: ‘Sí, capaz que voy a verlos’. Y me contestó: ‘A ver a la murga, no. Queremos que subas’. Entonces insistí: ‘¿Estás loco? No me acuerdo de nada, además pasó todo esto y lo tengo en la cabeza. Hasta capaz que nos pueden descalificar porque yo no hice ningún tablado’. ‘No nos importa eso. Queremos que subas, queremos que disfrutes con tus amigos y que te vea Ema en el teatro’, me dijo. Y así fue cómo subí y salí. Por suerte salió todo bien y gracias a mis compañeros, ganamos el primer puesto”. Rafa lleva ya seis primeros puestos de murgas.

Mientras tanto, a la mayor, Ana Clara “no quería mentirle ni asustarla con lo de Ema. Seguro que ella lo sufrió por nuestra ausencia y por miedo a perder a su hermana”.

“¡Cerro, Cerro!”

Rafael vivió casi toda su vida en el Cerro. Hizo teatro allí de adolescente y cuenta que eso lo marcó. “Me marcó el Teatro Florencio Sánchez del Cerro. Ovidio, mi profesor, me vio desganado un día y me preguntó qué me pasaba. ‘Tengo pereza’, le contesté. Entonces me dijo: ‘¿Qué pensás que pensaba tu abuelo cuando iba al frigorífico a las 5 de la mañana o tu viejo cuando iba al puerto? ¿Pensás que lo hacían con ganas?’. Y le contesté: ‘No’. ‘Bueno, entrá y hacelo que este es tu trabajo’, me respondió”.

Cerro barrio, Cerro club. Todo está en su ser. “Cerro viene desde mis entrañas, en la genética, en la admiración y también en la elección y la voluntad”, explica.

“Mi padre Jorge y mi abuelo siempre fueron hinchas de Cerro. Mi madrina Rosario es de Rampla y mi otro abuelo, el Gordo Walter Caetano, murió en 1993 y trabajó en Rampla y supuestamente era hincha de los dos. Cuando murió yo tenía 12 años y me dejó su carné de socio de Cerro. Yo no sabía nada y no podía asimilar porque él era el bien y Rampla el mal en un esquema binario infantil. Le divertía pelearme y no contarme que era socio de Cerro”, sostiene.

Para desde hace años en el club Tito Borjas de su barrio y allí pasa momentos inolvidables: “Uno de los orgullos que siempre siento cuando paro allí es que no soy Rafa Cotelo el de la tele: sigo siendo el nieto del Gordo Caetano, aquel que laburaba en el frigorífico, que fue taxista, sepulturero en los cementerios de La Teja y del Cerro”.

Lo bautizaron con un año y desde ese lugar, se fueron a ver Cerro-Rampla al Olímpico. Ganó Cerro el clásico así que su padre dijo que ese había sido el verdadero bautismo.

“Yo era fanático, enfermo, irracional con Cerro. Me duró hasta los 30 años. Después coincidió la adultez, nacieron mis hijas y empecé a trabajar en el fútbol. Eso me cambió. Me muero por Cerro, lloro, grito, pero ese rato. Después se me va. Antes no me pasaba esto”, cuenta.

Dice que a los rivales aprendió “a quererlos”, aunque “no tanto a Peñarol y Nacional”. “Al Cebolla (Rodríguez) lo considero un amigo porque tuvo gestos muy importantes en un momento muy difícil de mi vida y por eso no me olvido. Mi problema es con el poder que representan, no es con los colores ni con las instituciones. Y eso no me pasa con Rampla. Le quiero ganar sí, es el partido del año para el hincha de Cerro y el de ellos, pero cuando te das cuenta de que el rival tiene gente parecida a vos, de trabajo, de sacrificio, un club que vaciaron, que van amigos, vecinos, no lo puedo odiar. Le quiero ganar 25-0”.

Y añade: “La situación con los grandes se da por el resentimiento de cuadro chico. Van al Tróccoli o al Capurro y parece que hicieran un safari. Loco, es una vez al año que tienen que ir…”.

Su padre trabajaba en el puerto en la tornería en un taller de reparaciones marítimas y de docente en la UTU. Daba dibujo asistido por computadora, la evolución de los tornos y se jubiló el año pasado. Había estudiado en Suecia, Estados Unidos y San Pablo a través de una beca.

“De noche venía mi viejo de laburar y de repente me decía: ‘Negro, hoy nombraron a Cerro en la radio’. Era todo un acontecimiento para él que pasara eso. Se levantaba a las 4 y medida de la mañana y llegaba a las 23.30. Yo lo veía y el punto de conexión era Cerro. En su momento me cuestioné: ¿Por qué quiero tanto a Cerro? Y es por esto. Es lógico, es el lugar que tengo con mi padre hasta hoy. Me llevaba a jugar al baby en Cerromar y después en Cerro Jr”.

Su madre Nancy era maestra y se jubiló. Trabajó durante muchos años con niños con dificultad de aprendizaje en el Cerro. Lo llevaba a las prácticas, aunque quería que tuviera otra formación. “Me llevaba al teatro, a la feria del libro. Seguramente por ahí saqué muchas cosas”.

Rafa no tiene muy claro cómo definirse. “Me falta algo para poder decir con confianza y justeza. Para ser murguista, me falta cantar. Para ser comunicador, me falta un mínimo de una tecnicatura. Para ser conductor, años de aire y aprendizaje. No sabría decirte qué soy. A veces por orgullo prefiero que me digan murguista”.

Para Rafa, Falta y Resto de 1992 “fue impresionante”. Fue el último carnaval que vio su abuelo. “Le dije: ‘Está mortal la Falta’ y él que sabía mucho me dijo: ‘No corre. Te apuesto una Coca a que gana La Gran Muñeca’. Y me ganó. Ahí me terminé de enamorar del carnaval”.

Tuvo muchos ídolos en Cerro: “Había uno que pintaba que iba a jugar como Pelé. Era el Negro Viera. Se rompió la rodilla y nunca más jugó. Después, el Coco Aires, Roverano, Juan Jacinto Rodríguez, Leo Fernández (que fue alumno de mi vieja en la UTU e iba a caballo a entrenar porque venía de Casabó), Dodó De los Santos (el papá de Guillermo De los Santos que jugó en Cerro, Nacional y Defensor), el Indio Morán”.

Y suma a otros: “Líber (Vespa) fue el que yo pensaba: ‘Pah, puede llegar a jugar en la tele, puede jugar en la selección. Además se llamaba Líber Ernesto. Líber por Líber Arce y Ernesto por el Che Guevara y eso en el Cerro tiene mucho valor. Otros son Danilo Baltierra y Richard Pellejero que estoy convencido que es de los tres o cuatro jugadores más importantes en la historia del club. Estuvo en la Liguilla que ganamos y en los ascensos de la B”.

Y sigue nombrando jugadores que lo marcaron: “Mario Regueiro, OJ (Morales), Godín –que fue el capitán más joven de la historia de Cerro–. Estuvo dos años y fue goleador de Cerro una temporada y encima le hizo un gol a Rampla para ganarle 2-1 en el Tróccoli. También estuvo en el clásico que Cerro goleó 5-0 a Rampla en el Centenario. Dijo que el gol que más gritó en su vida fue el que le hizo a Plaza Colonia para que Cerro se salvara del descenso. Y creo que después hizo alguno más importante, ¿no?”.

El día que más sufrió lo tiene con una precisión increíble. “Fue el sábado 1° de noviembre de 1997. Fue el día que Cerro bajó por primera vez en 52 años por un resultado ‘muy extraño’ en el Centenario en el que Rentistas le había ganado 1-0 a Nacional y me lo dijeron años después algunos protagonistas. Ese día se inauguró la rambla del Cerro, había 20 mil personas y cantaba Jaime Roos, pero era un velorio en el barrio. Al otro día jugaba Cerro ya descendido contra River. Si River empataba o ganaba, le quitaba la chance a Peñarol del quinquenio no recuerdo por qué. Los jugadores tenían la sangre en el ojo por lo que había pasado el día anterior y le ganaron a River. Por eso cuando en la última fecha ganó Peñarol en el Estadio el Pato Aguilera gritaba ‘¡Cerro y Peñarol nomás!’”.

Pero también se acuerda de la jornada que más disfrutó con Cerro. “Son varios los clásicos. El debut de Cerro en el Tróccoli de noche en la Copa Libertadores. Ese día yo pensaba: ‘Estoy viviendo una película. No puedo creer que mi cuadro esté viviendo esta situación”.

“También disfruté mucho cuando ganamos la Liguilla en 2009 en el Franzini contra River”, añade.

Sus hijas son Ana Clara que el domingo cumplió 12 años, Ema de ocho y Juana de dos.

“Nunca te recibís de papá. Sirve de aprendizaje para lo que es la vida, pero después salís de acá y te calentás en un semáforo. Aunque ya no tanto…”.

Y habla de su club: “Cerro es como un lazo fraternal, es lo que me une a varias personas que más quiero en el mundo. Va más allá de una pasión”.

 

SU AMISTAD CON SUÁREZ Y MESSI

Rafael Cotelo ha forjado una relación especial con Luis Suárez, lo que lo extrapoló a su vez con un amigo del goleador: Lionel Messi con los que hizo un programa imperdible hace poco tiempo.

“Lo que hago tanto con él como con Diego (Godín) es naturalizar la situación. Son los programas más difíciles de hacer porque es complicado tocar temas nuevos cuando ya fui tantas veces a verlo. Pero por otro lado es más fácil porque les puedo decir cualquier cosa; pero no pedir. Debo cuidar mucho lo público de lo privado”, comenta.

Dice que su amistad con Luis “surgió cuando empecé a hacer el programa La Redonda. Querían que entrevistara a jugadores con notas distintas. Las figuras de Peñarol y Nacional ni paraban a hacer la nota. Los que me daban bola eran los que habían jugado en Cerro como Godín y los gurises. Y Suárez estaba entre los gurises. ¿Qué iba a saber yo que después iba a llegar a ser lo que es?”.

Al hablar del astro argentino Lionel Messi explica: “Al hacer el programa con él y Luis gracias a que Luis facilitó el encuentro, yo estaba muy asustado. Trataba de naturalizarlo pero tenía un susto bárbaro. Messi es un tipo increíble, me lo crucé dos o tres veces después y se acercó a saludarme. No lo podía creer. Cuando estás con ellos no podés creer que sean tan humildes”.

 

CUANDO SE PRESENTÓ A LA FALTA

Desde siempre lo atrapó la murga y más Falta y Resto. Un día, con 18 años, de atrevido nomás se presentó ante toda la murga del Flaco Castro.

“Mi sueño más grande del mundo era poder salir con Falta y Resto. Era algo que sabía que nunca se iba a cumplir. Es como que te dijera que hoy quiero jugar en la selección. Después se dieron hechos fortuitos que determinaron que pudiera ser murguista”, dice.

Y agrega: “En el año 2000 fui de atrevido con 18 años en enero –cuando ya habían ensayado todo– y me apersoné con el Flaco Castro a decirle que quería salir en su murga. ‘¿Vos qué hacés?’, me preguntó. ‘Nada’, le dije. ‘¿Cantás?’, insistió. ‘No’, le contesté. ‘¿Tocás algún instrumento?’, volvió a consultar. ‘No’, volví a decir. ‘¿Y cómo pretendés salir entonces?’, repreguntó. Y le dije: ‘Porque soy hincha’. Con el paso del tiempo, la gente puede creer que como yo remonté en esto y salí en murgas, él ‘me perdió’, pero no es así. Estuvo bárbaro. Yo era un careta”.

 

CON DOS DE SUS HIJAS
Rafa Cotelo disfrutando con Ema y Ana Clara un fin de semana cualquiera en el Estadio Luis Tróccoli viendo a Cerro. Un tiempito después llegaría Juana, la más chiquita de todas. La felicidad resumida en pocas palabras.

 

UN TRÍO QUE DIO QUE HABLAR
Como comunicador entrevistó varias veces a su amigo Luis Suárez. Pero la nota que apareció en todos los portales deportivos más importantes del mundo fue la que realizaron no hace tanto con el propio Suárez y Lionel Messi. Cerro dijo presente.

 

LAS FRASES

"La Catalina fue todo en mi vida. Le debo todo porque aprendí en esto gracias a salir con ellos y a chupar rueda. La retirada de este año decía: casa, cuna, tumba. Eso es La Catalina. Definía al carnaval”

"Me gusta mucho y tengo la ventaja de trabajar en cosas que me gustan. La obsesión se mezcla con la pasión. Es impagable poder trabajar así”

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