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Recorrida por un teatro que funciona a la luz de la luna en plena playa
En la entrada a la playa había un trillo formado por los veraneantes, había árboles y también un espacio circular vacío: era el claro perfecto para un teatro abierto y desmontable. La idea tomó forma cuando los integrantes de la compañía de teatro Grupo Babilonia encontraron, después de mucho buscar, el lugar donde asentarse en la bajada 30 de Médanos de Solymar.
Era 2014 y estrenaban lo que su directora, Alejandra Weigle, define como un “folclore mágico rioplatense”, una obra llamada Los Descreídos que, en 2017, ganó tres premios de la Bienal de Teatro del Interior de los premios Florencio Sánchez. La obra retomaba temas indígenas y versaba sobre el vínculo con la naturaleza; hacerla en un espacio cerrado les parecía un despropósito. Así fue que Grupo Babilonia encontró su teatro.
Ahora, en su quinta temporada en la playa –el grupo funciona desde 1995– el plato principal es El Circo Olvidado, una adaptación al siglo XXI del circo criollo, una forma rioplatense de hacer circo impulsada por José Juan Podestá, mejor conocido como Pepino el 88 por el mítico payaso que interpretaba y a quien han llamado el primer capocómico de Argentina y Uruguay.
“Pepe Podestá y sus hermanos hicieron un circo diferente, muy rioplatense, muy nuestro. Innovaron en lo que se veía de los circos europeos, con payasos ingleses, que eran muy infantiles y trabajaban mucho la mímica y la pantomima. Pepino el 88 instauró un payaso totalmente distinto. Hablaba, era crítico y cantaba. Hablaba mucho de la situación social del momento”, explica Weigle, cofundadora de Grupo Babilonia, también autora y directora de la obra.
La gran pregunta de Weigle a la hora de pensar el espectáculo era sobre la posibilidad de adaptar aquel viejo formato a los tiempos y temas de hoy. Una forma de hacerlo fue acortarlo, dado que un circo criollo podía llegar a durar ocho horas. Otra fue introducir mujeres en roles principales: la dueña del circo, quien lleva la voz cantante en el espectáculo, es ella. La crítica social se la dejó a los verdaderos olvidados, los personajes de la obra.
“Al hablar de los olvidados, de los desposeídos, estamos hablando de la situación social. El circo es un espacio para el diferente, siempre lo fue. Los olvidados son expuestos y se muestran. Se muestran con sus defectos y creo que esa es su gran virtud, son divertidos, lanzados y no tienen problemas de ese tipo, sus carencias son otras”, define Weigle.
Mariana Castiñeiras
Un payaso filoso
Hay una frase que dice que no deja de ser basura la que del suelo se barre y que, por más que suba a la altura, basura será en el aire. Weigle se la descubrió a Pepino el 88 y afirma que fue quien la acuñó por primera vez. Alcanza con una googleada rápida para ver que está presente en todo el continente, pero más aún en el imaginario nacional. Weigle se la escuchó a su suegro.
La explicación está en que del circo criollo muchas veces salían papeles con la letra de las canciones y de esa manera pasaban de mano en mano hasta volverse parte del cancionero popular. Una de las cosas que El Circo Olvidado desenterró son estos versos, que aparecen en una interpretación del actor Eduardo Migliónico durante la obra.
Durante El Circo Olvidado pasa algo que divierte mucho a los actores y es que la gente habla. Comentan, gritan y opinan como si estuvieran en el living de una casa. En parte tiene que ver con el clima del lugar y la cercanía que se logra entre artistas y audiencia. Ya desde el comienzo los actores escoltan a los espectadores al teatro al mismo tiempo que tocan música y cantan, lo que rompe de alguna manera el vidrio de cristal que a veces suele aislar a los artistas.
La obra tiene dos partes. Una tiene números de clown, magia, máscaras y seres exóticos y la segunda es un sainete.No hay acróbatas ni números aéreos, sino que se trata de una obra de teatro que habla del circo criollo. El formato resulta una novedad para muchos que desconocían la existencia de estos circos y son varios los que les hacen llegar a los actores la sorpresa que les genera esta fórmula, que entretiene y encanta tanto a niños como a adultos.
Los personajes y la narrativa están teñidos por lo que Weigle llama los “visos poéticos”, una intencionalidad social de fondo que el espectador puede leer desde distintos lugares. “No es nunca panfletario, que es lo que no me gustaría, en el sentido de decir ‘esta es la solución’; ahí es donde entramos en ese espacio que es abierto y bueno, culminalo como quieras”, propone Weigle.
