Reforma que no puede dilatarse

La fragilidad del sistema de seguridad social es, junto con el atraso educativo, la mayor amenaza al desarrollo y la estabilidad en los próximos años. El problema no es solo uruguayo. Pero mientras Brasil, Argentina y Chile lo encaran con reformas mejor o peor orientadas, nuestro sistema político las sigue relegando. Es una omisión que costará caro en el futuro cercano si no se la corrige a tiempo. El problema central es la mayor expectativa de vida, a lo que se agrega la acrecentada urgencia actual de la caída del empleo, con la pérdida de 30 mil puestos de trabajo en los últimos tres años, y de la inversión que los genera. El resultado es que los aportes de los trabajadores activos son cada vez más insuficientes para el pago a los pasivos en el sistema estatal de reparto, aumentando consecuentemente las erogaciones del Estado para financiarlo.

En vez de programar una reforma que asegure sustentabilidad a la seguridad social, el gobernante Frente Amplio acaba de embarcarse en el pésimo parche costoso para los llamados cincuentones y en lanzar una nueva ofensiva contra las AFAP, la parte más saludable de un sistema enfermo. La única luz en un horizonte oscuro es el anuncio de una fuente oficial a El Observador de que el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) estudia formas de dar mayores estímulos a las inversiones productivas para tratar de crear más empleos. Es una vía idónea que debe correr paralela a la reforma del sistema previsional. Pero por ahora, tanto la reforma previsional como el incentivo a las inversiones son una mera carta de intención.

Se requiere un programa global que abarque todos los aspectos del problema. Una necesidad obvia es aumentar la edad de retiro. Es absurdo que en algunas áreas la gente se jubile a los 60 años, y en ciertos casos aun menos, cuando la capacidad laboral de las personas se extiende por una o dos décadas más, excepto en actividades que exijan un alto rendimiento físico. Esta fórmula lógica ya rige en muchos países. Pero en el nuestro está limitada a declamaciones orales sin acciones prácticas. Conlleva el inconveniente de que si la gente permanece más tiempo en sus empleos, cierra el ingreso de trabajadores jóvenes a un mercado laboral restringido. La forma adecuada de enfrentarlo es asegurando inversión que genere más puestos de trabajo. Lo resumió el presidente del Banco Central, Mario Bergara, al afirmar que "la inversión es la variable que arrastra todas las demás" porque "sin inversión no hay empleo". Es la parte de la solución que estaría buscando el MEF pero que aún no se avizora.

Además de subir la actual edad de retiro, es indispensable reparar los errores de las modificaciones de 2008 a la reforma de 1996, incluyendo la flexibilización de las condiciones de retiro en varios casos. Al mismo tiempo, y como complemento de las disposiciones legales de reforma, es crucial fijar estímulos que atraigan inversiones productivas para incrementar las oportunidades de empleo. A menos que el gobierno persiga eficazmente estas metas, la viabilidad de la seguridad social seguirá en alerta roja. La creación de las AFAP evitó hace dos décadas el seguro colapso del sistema. Ahora se necesitan otras medidas de beneficio permanente, cuyo eje es actualizar equilibradamente el sistema de seguridad social y lograr expansión de la inversión productiva, en vez de pasarle el fardo a gobiernos futuros.