Los Teros hacen el check in en Carrasco. Los espera un viaje larguísimo, de 72 horas, para Japón, para jugar el ansiado Mundial de rugby.
Por ahí anda Andrés Vilaseca, que con 28 años jugará su segundo Mundial y dice que quiere disfrutar y que el torneo no se le pase sin darse cuenta como le ocurrió en 2015, pero también aclara: “queremos shockear al mundo”. Lo mismo dice Joaquín Jaunsolo, que con solo 20 años se metió en la lista y quiere reflejarse en Mateo Sanguinetti y Germán Kessler, sus compañeros de Los Cuervos que llegaron al Mundial 2015 como pibes y hoy son referentes de Los Teros. O Juan Pedro Rombys, que con 33 años tuvo su oportunidad de volver a la selección y no dudó: renunció a su trabajo en Paysandú y se instaló en Montevideo a entrenar full time. O Santiago Arata, que con 24 años va por el sueño en el que piensa desde chiquito. O Juan Echeverría, que cuando arrancó a jugar al rugby en el humilde La Olla de Florida nunca se le cruzó por la cabeza llegar a donde está hoy, jugando su primer mundial y con un contrato profesional en Estados Unidos. O Manuel Ardao, que luchó contra una lesión de rodilla y en la recta final dijo: “tengo que poner todo. Si me rompo, me rompo, pero me quedo con la conciencia tranquila”.
La frase de shockear al mundo, que lanzaron la semana pasada el capitán Gaminara y el subcapitán Alejandro Nieto en la televisión, es casi un mantra. Se empezó cocinar a fines de julio, cuando el plantel y el cuerpo técnico se juntó en el Charrúa a hablar. Y a preguntarse: ¿A que vamos al Mundial?
El consenso fue ese concepto: sorprender al mundo. Desacomodar a quienes vean los partidos de Los Teros. Dejar más que lo que el público general podía esperar. Generar que la gente diga: en Uruguay se está trabajando en serio.
Porque si se habla de rugby en Uruguay, casi como de cualquier deporte menor (e incluso con el fútbol también) el denominador común es hablar de esfuerzo, de sacrificio, de condiciones desiguales. De buscar la heroica.
Y obvio que hay algo de eso: no es que Uruguay se haya transformado en los All Blacks de la noche a la mañana, o en estos cuatro años. Sin embargo, la tónica con la que se fueron Los Teros al Mundial es de confianza. Porque en honor a la verdad, la selección uruguaya de rugby hizo la mejor preparación de su historia. Pasó de tener cuatro jugadores profesionales en 2015 a 14 en 2019, más otros 17 que se prepararon de forma profesional pero en el Centro Charrúa. La URU sumó al equipo de preparadores físicos encabezado por Guillermo Selves y Federico Izeta a Craig White, una leyenda galesa, ex PF de los British Lions y de la selección de Gales. Para el análisis de los datos de GPS de entrenamientos y partidos trajo a Ben Pollard, que en el Mundial pasado había hecho la misma tarea en Inglaterra y que hoy trabaja con el multicampeón inglés Saracens. El staff se amplió a 20 personas. Se sumaron un entrenador de kicks (el exPuma Ninja Todeschini) y de line out (el también exPuma Pablo Bouza). Cada entrenamiento, de cancha o gimnasio, estuvo monitoreado a cada segundo, en la cancha y en la computadora. El viaje a Japón también se preparó en cada paso, y por eso se decidió que la noche pasada el equipo la pasara en el Marriot de San Pablo, enfrente a Guarulhos, para sumar horas de sueño. Y se recomendó a los jugadores dormir en el tramo San Pablo-Londres, para empezar a aclimatarse al cambio de horario.
Los Teros se prepararon como nunca antes. Saben que el Mundial es dificilísimo, porque mientras ellos son un auto gran turismo que avanza a 200 km/h, las potencias a las que enfrentarán (Gales y Australia) son fórmula 1 que que avanza a 300. Y que Fiyi y Georgia, si bien son más parejos, son favoritos ante ellos.
Pero nada de eso importa. El shockear al mundo se sigue repitiendo. El sueño es ganar uno, o hasta dos, dependiendo con quien se hable.
Pero en el fondo, Los Teros tienen con que shockear al mundo aunque no ganaran ninguno. Porque eso es algo que puede pasar, porque no todo es controlable para Uruguay.
Pero lo que sí es controlable es el trabajo que pueden hacer para sorprender al mundo. Eso está hecho, y de sobra: ahora hay que mostrarlo en la cancha. Y eso lleva a que puedan sorprender, incluso, en los partidos ante Gales y Australia, en los que la victoria es virtualmente imposible.
Sorprenderán si levantan la vara respecto a 2015. Si muestran la misma locura para el tackle que llevaron al Mundial británico, pero si le agregan el mismo convencimiento por jugar, por arriesgar, por ser protagonistas, sea cuando se ataque o cuando se defiende.
Eso lo pueden hacer. Para eso se prepararon. Y de la misma manera que asombraron al Mundo en 2015 con la historia del equipo amateur que plantó cara al mundo, en este 2019 pueden volver a hacerlo con la historia del equipo semi profesional que subió varios escalones, que peleó de igual a igual y que mostró que aún con menos recursos que el resto se puede trabajar como los mejores del mundo. Que hay que plantearse objetivos altos, y hacer lo imposible por alcanzarlos. Y que con eso se puede shockear al Mundo.
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